Sentido de equipo
El voluntariado social se construye sobre la base de sinergias continuas. Sinergias entre los propios voluntarios que se saben complementarios, entre el voluntario y las estructuras de la organización para coordinar y ejecutar las acciones de acuerdo a objetivos coherentes. Sinergias con otras organizaciones para conseguir resultados sociales de mayor calidad y cohesión social. Y, cómo no, sinergias entre el voluntario y el propio beneficiario de su acción; ya hemos dicho que éste debe participar en la medida de sus capacidades en la resolución de sus conflictos. La “voluntad” que pone el voluntario en su labor, debe ir acompañada muchas veces por una voluntad del beneficiario, especialmente en procesos de reinserción. Todo esto crea una red paradójica de trabajo en equipo en la que todos somos imprescindibles aunque el trabajo no dependa de ninguno de nosotros en concreto.
No se deben confundir los sentimientos de responsabilidad con los de culpa. El sentimiento de culpa no es un buen aliado para desempeñar nuestra acción voluntaria, aunque, sin duda, actúa en numerosas ocasiones en las motivaciones que tiene una persona para ser voluntaria. Cuando uno hace lo que puede, no está obligado a más. Uno debe pararse a reflexionar qué se pide a sí mismo y, con responsabilidad, hacer un esfuerzo por colaborar en el bienestar de los que tiene alrededor. Si esto traspasa el límite de la responsabilidad y la reflexión nos lleva a una visión dramática y auto culpabilizadora, es muy posible que tarde o temprano llegue, como reacción, una actitud escéptica, cínica y derrotista motivada por la decepción de no poder hacer más de lo que está en nuestras manos. Como decía Francisco Javier “la virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer”.
Los complejos de culpa a veces tienen sus raíces en una visión del mundo y de las injusticias muy unidas a nuestra vida, que no debemos proyectar en nuestro servicio de voluntariado pues el que da lo que puede no está obligado a dar más.