Voluntarios, gente del camino
El ejercicio exclusivo del desarrollo integral de la persona y de la
sociedad no compete al Estado, a los partidos políticos ni a las diversas
confesiones religiosas. Es el ser humano y sus opciones libres quienes
deben de protagonizar su desarrollo integral. Siempre cabrá la cooperación
pero nunca la imposición que no respete la libertad, la conciencia, la
justicia y el derecho fundamental a buscar la felicidad, pues el ser
humano ha nacido para ser feliz. Y la felicidad no puede imponerse de
forma alguna. Como dijo Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario General de la ONU: “los voluntarios sociales son mensajeros de esperanza que ayudan a las personas y a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos”. Solidario proviene de solidus, moneda romana de oro, consolidada y no variable. La palabra solidaridad se refiere a una realidad firme y fuerte conseguida mediante el ensamblaje de seres diversos. También de la responsabilidad asumida in solidum con otra persona o grupo. Las personas se unen porque tienen conciencia de ser personas, seres abiertos a los demás como seres de encuentro y no como meros individuos aislados. De ahí que la solidaridad va unida con la responsabilidad y ésta depende de la sensibilidad para los valores. Estos no se imponen sino que atraen y piden ser realizados. La solidaridad sólo es posible entre personas que en su conciencia sienten la apelación de algo que vale la pena y apuestan por ello. De ahí que la solidaridad implique generosidad, desprendimiento, participación y fortaleza. Hoy, cuando tanto se habla de la necesidad de “realizarse” y de ser auténticos, es hermoso saber que authentikós es el que tiene autoridad y ésta deriva de augere, promocionar. Es decir que “tiene autoridad sobre alguien, el que lo promociona o promueve”, por lo tanto, “auténtico es el que tiene las riendas de su ser, posee iniciativa y no nos falla porque es coherente y nos enriquece con su modo de ser estable y sincero”. “Para poseer ese tipo de soberanía el hombre tiene que aceptarse a sí mismo con todo cuanto implica; acoger su vida como un don; recibir y asumir como propias una existencia y unas condiciones de vida que no ha elegido. Esta vida recibida hemos de aceptarla con todas sus implicaciones: la necesidad de configurarla por nuestra cuenta, orientarla hacia el ideal adecuado, crear vida de comunidad, realizar toda una serie de valores que nos instan a darles vida... Si respondemos a esta llamada de los valores nos hacemos responsables”. Esto es vivir abierto generosamente a los demás en su afán de vivir con plenitud. Para nosotros, como personas del camino que hemos asumido el compromiso del voluntariado social, éste va más allá de la justicia: significa hacer propias las necesidades ajenas. De ahí que su trabajo es en sí mismo precioso. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 06/11/2009