“Desobediencia civil”, de Henry Thoreau (Ed. El Barquero, 1849).

¿Cuál es el precio de un hombre honrado y patriota de hoy?
”Si un estado es gobernado por los principios de la razón, son cosa vergonzosa la pobreza y la miseria; si un estado no es gobernado por los principios de la razón, son cosa vergonzosa las riquezas y los privilegios”

(Confucio)

Este es uno de los ensayos más incisivos del autor en el que exalta la ley de la conciencia por encima de la ley civil y de las decisiones del poder político. Al cabo de ciento cincuenta años, sus planteamientos siguen válidos y pertinentes.
Autor del célebre Walden, o La vida en el bosque presenta en este ensayo su personal alegato contra el Estado, y mucho más contra los poderes ocultos financieros y de presión que han logrado imponerse a las instituciones de gobiernos y gobernantes. Su influencia ha sido enorme en movimientos sustentados en la pasión por la justicia, por la libertad y por el derecho a la búsqueda de la felicidad. Influyó en la beat generation, movimiento hippy, Berkeley y la contracultura de los sesenta. Su lectura, 45 páginas, es deliciosa, limpia y coherente si no olvidamos que el ensayo fue motivado por su negativa a pagar nueve chelines al Estado de Massachussets en concepto de impuesto, así como negarse a contribuir al salario del pastor de la Iglesia en la que lo bautizaron de niño. “Que se lo paguen sus seguidores. O que vivan de su trabajo, como los demás”.
“El mejor gobierno es el que menos gobierna, y cuando los ciudadanos estén preparados, ese será el que tendrán… Las objeciones contra un ejército permanente valen también para un gobierno permanente, y sin un auténtico control por los ciudadanos”.
Recordemos que, en esa época, se mantenía la esclavitud y Estados Unidos estaba embarcado en una guerra de conquista contra México “promovida por un pequeño número de individuos interesados”. “No reclamo la supresión inmediata del gobierno, sino que haya de inmediato un gobierno mejor”. “La masa de hombres que sirven al Estado -milicia, carceleros, alguaciles, policías- sirven no como hombres sino como máquinas, con el cuerpo. Se ponen a sí mismos al nivel de la madera, la tierra y las piedras; y quizás pudieran fabricarse hombres de madera”. Obedecer y callar, ser conducidos a la guerra en contra de su sentido común y de su conciencia, para defender intereses ajenos. Un grupo reducido sirve al Estado también con su conciencia, por eso presentan resistencia y suelen ser tratados como enemigos por él.
“Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, el derecho a no prestar lealtad al gobierno y resistirse cuando su tiranía o ineficacia son grandes e insoportables”. “Las leyes injustas existen: ¿deberemos obedecerlas, o bien deberíamos luchar por enmendarlas?”
”Si mil hombres no pagasen sus impuestos este año, eso sería una medida tan violenta y sangrienta como el hecho de pagarlos y permitir con ello al Estado cometer violencia y derramar sangre inocente. Eso es lo que define a la revolución pacífica”. Resistencia pasiva.
“Hay que vivir una vida interior, y depender sólo de sí mismo, siempre arremangado y dispuesto a comenzar de nuevo”.
“Sepan todos los hombres que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la que yo no me haya afiliado, por eso no quiero que me consideren miembro de la iglesia”.
“Yo no nací para ser forzado. Respiraré como mejor me parezca”.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 25/06/2010