Argelia, víctimas y verdugos

Las víctimas argelinas causadas por el Ejército de francés hasta 1962 parecen haberse convertido en verdugos. El General De Gaulle declaraba en 1961: "Ya se trate de combate o de pacificación, en Argelia, el ejército francés ha cumplido su misión con coraje y honor". Las denuncias de Franz Fanon en Los condenados de la tierra o las de Henri Alleg en La question han dejado fuera de duda los métodos aconsejados por el general Massu en 1957: "La condición indispensable de nuestra acción en Argelia es que esos métodos (torturas y asesinatos) son admitidos por nuestras almas y conciencias como necesarios y moralmente válidos".
Fueron reveladoras las confesiones de antiguos oficiales franceses horrorizados por su conducta a las órdenes de los gobiernos de París. El capitán Estoup confesó ante el tribunal: "En lenguaje militar se dice hacer información, en lenguaje de la calle preguntar presionando, en francés se llama torturar". Declaró bajo juramento que el teniente Godot y cientos de sus compañeros recibieron la orden de torturar para conseguir informaciones. Al igual que el general Aussaresses reconoció en reciente libro haber torturado personalmente "por razones patrióticas y civilizadoras".
¿Quién mata ahora? Se preguntan las gentes en Argelia. Nesrulah Youss, superviviente de la matanza de Bentalha, que en 1997 causó 400 víctimas civiles cerca de Argel, lo denunció en su libro ¿Quién mató en Bentalha?, así como el coronel Habib Souaïda lo acaba de hacer en La guerra sucia.
Ajustes de cuentas, matanzas de civiles por soldados disfrazados de fundamentalistas islámicos, el imperio del terror. Todo parece haber valido para mantener al ejército en el poder y maniatado al presidente Buteflika.
Desde 1991 han muerto más de 100.000 argelinos. El Ejército anuló las elecciones por temor a la expansión del fundamentalismo islámico que hacía estragos en Afganistán e Irán y que Gilles Kepel había denunciado en La revancha de Dios. Cristianos, judíos y musulmanes a la conquista del mundo. Occidente respaldó a los militares porque temían la repetición del imperio de los ayatollahs, como había sucedido con los taliban afganos armados por la CIA desde Pakistán, para facilitar la salida del petróleo y del gas desde las antiguas repúblicas asiáticas de la URSS. Argelia es un rico país con 30 millones de habitantes en una inmensa superficie y con enormes reservas de hidrocarburos. Tiene la franja costera más fértil del norte de Africa en la que vivieron dos millones de colonos franceses hasta los Acuerdos de Evián en 1962.
Esta parece ser la clave de este desastre que intentan confundir con los legítimos anhelos de los pueblos de lengua tamazhigt a la autonomía, que no a una imposible independencia. Esta es la llamada cuestión beréber o de la Kabilia. Estas etnias proceden de un tronco común y se extienden por doce países, además de Argelia.
La falsa guerra civil de Argelia está motivada por el miedo a un Magreb organizado, más libre y más rico no controlado por intereses foráneos. Esa ha sido la cruz de la historia de Argelia: fenicios, griegos, romanos, vándalos, árabes, otomanos y franceses han explotado esas ricas tierras. En esa confusión quiso aprovecharse el fundamentalismo islámico, ahora en decadencia por el incumplimiento de sus promesas y por el acceso de las poblaciones a la información. Y a los jóvenes el legítimo deseo de participar en el concierto mundial a partir de su realidad mediterránea como esperanzador y dinámico espacio de encuentro.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 15/06/2001