El nuevo De Gaulle africano

Costa de Marfil es uno de los países más estables de África subsahariana. Desde su independencia, en 1960, jamás se había producido un golpe de Estado. Su primer presidente, Félix Houphouet Boingy, era presentado como modelo de líder para los estados africanos que accedían la independencia.
Con 14 millones de habitantes era el primer productor de cacao del mundo aunque nunca hubiera podido construir una fábrica de chocolate por presiones de los importadores de cacao. El analfabetismo alcanza cotas del 60%. Casi dos tercios de la población practica cultos tradicionales, un 23% es musulmán y sólo un 12% cristiano. Esto no impidió al paternalista Houphouet Boingy construir la Basílica más grande de Africa en Yamousoukro como réplica a la del Vaticano. Se gastaron más de 250 millones de dólares (la mitad del déficit total del país ) y fue consagrada por Juan Pablo II, en 1989, ante el escándalo mundial, porque su mantenimiento cuesta dos millones de dólares al año. El país ha mantenido una de las mayores deudas externas per cápita del mundo, a su servicio tenía que destinar el 40% de sus exportaciones.
En 1993 moría el padre de la patria, el carismático Felix Houphouet, y le sucedió Henri Konan-Bedié, presidente de la Asamblea Nacional con gran disgusto del ex primer ministro Ouattará que pasó a desempeñar la muy remunerada presidencia adjunta del Banco Mundial en Washington.
Todo fue bien, aunque la economía iba de mal en peor, y el 24 de diciembre de 1999, el general Robert Gueï dio el primer golpe de Estado en la historia del país. El propósito del antiguo y fidelísimo Jefe de Estado Mayor del primer Presidente era "barrer la casa" y regresar a su puesto en el retiro militar. Decía que su modelo era el General De Gaulle que acudiera para salvar la patria. No dijo que también se había quedado al frente de la Vª República.
Al cabo de seis meses, se olvidó de su promesa, hizo votar una nueva Constitución "a medida" y fue deshaciéndose de sus competidores. Primero del ascendente Ouattara mediante la exigencia de la "ivoirité", concepto absurdo que supone que el padre y la madre hayan nacido en Costa de Marfil y pueda documentarse. Ouattara no pudo certificarlo y menos ante un Consejo Electoral designado a dedo por Robert Gueï. Luego le llegó el turno al ex presidente Bedié, que quedó fuera de juego al no haber pasado el reconocimiento médico en Abidjan, puesto que estaba en exilio, en París, después del golpe de Estado. De igual forma Robert Gueï se deshizo del resto de los candidatos. Tan sólo quedaron él y el profesor Laurent Gbagbo al que, sin duda, batirá y promoverá a primer ministro.
Las elecciones tendrán lugar el próximo domingo, día 22, ante la consternación de los líderes de la Organización para la Unidad Africana (OUA) que en sus estatutos y firme resolución de caminar hacia una federación de Estados, han afirmado que "ningún militar que acceda al poder mediante un golpe de Estado" será reconocido como presidente de ningún país, aunque sea revalidado por las urnas.
No hay que olvidar que en Africa todavía hay 15 presidentes de origen militar. Pero desde la última cumbre de Sirte, así como desde la plenaria celebrada en Lomé, se ha buscado protegerse de militares ambiciosos que han sido la ruina de Africa. Siempre habían estado respaldados por las antiguas potencias colonizadoras a las que seguían prestando servicio a cambio de suculentas cuentas en Suiza pagadas por Elf Aquitaine y otras multinacionales que han seguido haciendo y deshaciendo a su antojo.
El domingo, ante el escándalo del Africa que miraba hacia Abidjan como modelo democrático a seguir, puede tener lugar uno de los más graves episodios de la década.
Los intelectuales africanos se preguntan cómo es posible que Chirac, Schroeder y Blair hayan desestabilizado a Milosevic hasta el extremo de que Blair gritaba, en la histórica jornada del 5 de octubre, "Go, go, go" y todos hayan vuelto la cara ante la dictadura que se avecina.
De ahí que muchas voces se alcen contra el Milosevic Africano que podría desencadenar una guerra étnica para acallar el desastre económico del que, quizás, hubiera podido sacarle Ouattara. La tragedia no ha hecho más que comenzar. ¿Quién está detrás? Probablemente quienes no desean un Africa unida por medio de un sistema federal e independiente como se ha proclamado en las cumbres de la OUA.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 20/10/2000