Etiopía, crímenes
por incompetencia
El
pasado 5 de abril, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, hizo una
llamada para enviar ayuda alimentaria a los países del Cuerno de
África. Nada más justo en el caso de Etiopía. Con 60 millones de habitantes ocupa el puesto 172 de 174 países, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Su desnutrición es del 64%, la escolarización 25% y menos del 20% acceden al agua potable. Con justicia UNICEF pide una ayuda de emergencia, pero los profesionales e intelectuales tenemos la obligación de plantearnos el problema en su auténtica realidad. ¿Con qué autoridad los bien alimentados dirigentes etíopes acusan a Occidente de "esperar a ver esqueletos sobre sus pantallas para acudir con la ayuda"? Cierto que la sequía amenaza a millones de personas desplazadas a causa de la guerra civil entre etíopes y eritreos que provocó el abandono de los campos, la protección contra el avance del desierto, el cuidado de los pozos, la limpieza de los canales y el estado de las cisternas para recoger las aguas de lluvias que, desde el griego Herodoto, se sabe que obedecen a ciclos determinados. No echemos toda la culpa a los ciclones, sequías y terremotos. La guerra es la mayor causa de las desgracias y del empobrecimiento de los pueblos: en esta guerra se gastan a diario cerca de 200 millones de pesetas. Como en la guerra civil de Sudán que se gastaron, durante 16 años, un millón y medio de dólares diarios. Tendríamos que llamar criminales a los vendedores de armas que alimentan esas guerras. Y a los Gobiernos que lo permiten. Haïle Selassi reinó, 1930 a 1974, en un régimen feudal que desangró al pueblo mientras él alimentaba con carne fresca a los leopardos que cuidaba en su jardín. Haïle Mariam Mengistu, el "Negus negro" que lo derrocó, instauró una dictadura estalinista durante doce años que sólo benefició a los militares. Se esperaba de Mélés Zenawi, que lo eliminó en 1991, una reforma socioeconómica. Desde 1998 no ha hecho más que dilapidar las pocas conquistas del comienzo de su poder comprando armas para la guerra contra Eritrea por unos kilómetros de desierto y la salida al mar. Occidente lo sabía cuando accedió a esa desmembración, pero los intereses de las potencias se cuidaron más del control del acceso al Mar Rojo que a la superviviencia civilizada de los pueblos. No sólo existen crímenes de guerra o contra la humanidad. Existen crímenes de los dirigentes incompetentes contra sus pueblos. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 28/04/2004