¿Desarrollo o justicia social?

Dos modelos de desarrollo se debaten en México. Por un lado, los Acuerdos de San Andrés -promovidos por los zapatistas- que reconocen los derechos de los pueblos indígenas a sus tierras y a su cultura y plantean el desarrollo sostenible desde dentro de las propias comunidades. Por otro, el Plan Puebla - Panamá -impulsado por el presidente Vicente Fox- que plantea la necesidad de modernizar el sur mexicano, mejorando las infraestructuras y las comunicaciones para unirlo a los países vecinos de Centroamérica. El Plan prevé la construcción de carreteras, vías férreas, puertos, aeropuertos, hidroeléctricas e instalaciones petroleras, así como grandes parques industriales en el sur de México. La petrolera mexicana PEMEX se instalará en todo el istmo centroamericano con estaciones de gasolina y se construirán unos 2.500 kilómetros de carreteras para comunicar a todos los países. El Plan incluye inversiones públicas por valor de más de 3.600 millones de dólares para los próximos seis años. De esta zona de México, la más pobre y donde vive la mayor parte de la población indígena, se extrae el 90% de la producción nacional de petróleo, y se genera la mayor parte de la energía hidroeléctrica del país.
El movimiento zapatista ya ha advertido que no permitirá planes económicos que no cuenten con los intereses de los pueblos indios. Y es que uno de los mayores obstáculos para desarrollar el Plan Puebla - Panamá son las comunidades indígenas, asentadas en zonas de enormes riquezas naturales y que 'estorban' en los planes de aprovechamiento de estos recursos. El proyecto de Fox obligaría a desalojar a las comunidades de sus lugares de origen y podría poner en manos de las empresas inmensas riquezas naturales. Es el caso de la reserva de la biosfera de los Montes Azules en Chiapas, donde se desalojará a las comunidades indias para incorporar los grandes recursos acuíferos y forestales de la zona a competencia del gobierno. El Plan Puebla - Panamá es un ejemplo más de desarrollismo ciego que confunde progreso social con desarrollo económico, arrasando con pueblos indígenas y recursos naturales. Una vez más: no es cuanto más mejor, sino cuanto mejor, más.
El proyecto de Vicente Fox es apoyado por EE.UU., los gobiernos centroamericanos, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, que ya ha anunciado un crédito de 2.000 millones de dólares.
Los indígenas se enfrentan a nuevas formas de explotación y la batalla mediática en este terreno será más complicada para los zapatistas. La explotación viene envuelta en propuestas de desarrollo económico que es necesario demostrar y contrastar.
Pero también los componentes del movimiento zapatista, a la hora de negociar los Acuerdos de San Andrés, tienen que comprender que no se pueden dictar las condiciones sino dialogar y buscar lo mejor para todos. La cerrazón puede conducir a un mayor fracaso que destrozaría el activo alcanzado y las simpatías despertadas en medio mundo.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 16/03/2001