Un nuevo telón de acero en Asia

Padecía Galileo la incomprensión de los Cardenales encargados de que se retractara de las teorías que evidenciaban que la tierra no era el centro del universo. Por más que insistían, Galileo les suplicaba: "Eminencias, no les pido que me crean; tan sólo que miren por el telescopio". Conocida es la respuesta de los príncipes de la Iglesia "¡Líbrenos Dios! Mirar por ese artilugio sería poner en duda la Biblia que nos describe la Creación del Universo!"
En mis clases de la universidad, despliego un gran planisferio y les pido a los alumnos: "¡Por favor, miren lo que tienen ante sus ojos! Aquí no precisan del telescopio".
En ese planisferio etnocentrista, el inexistente "continente" europeo sigue centrando la perspectiva. La Política ha pasado a un plano secundario cuando, como rama de la Ética, se servía de la Economía para administrar la convivencia.
Hoy la polis se ha hecho ekumene, y denominamos mundialización a sus efectos mientras asistimos a una carrera por apropiarnos del concepto. Hoy nadie puede negar el fenómeno sociológico de la mundialización, aunque los poderes económico y financiero que gobiernan el Norte utilicen el término anglosajón de globalización.
A quienes se alzaron contra su gestión abusiva y torticera, los calificaron de "movimientos antiglobalizadores". Nada más lejos de la realidad. Hemos llegado al patético paroxismo de que residuales partidos comunistas pretendan abanderar el movimiento antiglobalización.
El Manifiesto del Partido Comunista pudo aglutinar a las masas trabajadoras para que tomaran conciencia como proletarios de los abusos de un capitalismo sin entrañas cuyo error fue arrebatarlo todo sin compartir beneficios que jamás hubieran sido posibles sin los trabajadores.
De su peripecia nos ha quedado el socialismo real con su secuela de errores, de crímenes y de desencanto. Permanece la lucha por la justicia social que ni socialistas, ni liberales, ni socialdemócratas o nacionalistas han sido capaces de institucionalizar para facilitar una convivencia pacífica como fruto de la justicia.
De ese amanecer, de esa búsqueda de otro mundo posible, de un modelo de sociedad plural y defensor de los derechos humanos, - que son derechos sociales, económicos y fundamentales o no son nada -, nadie puede apropiarse.
Asistimos a un despertar de la sociedad civil harta de ideologías, de fundamentalismos, de privilegios, de nacionalismos arcaicos y de falsos paraísos aquí en la tierra o en un más allá en nombre de estériles abstracciones.
Pasadas las Guerras mundiales, el mundo se dividió en dos campos enfrentados en una guerra fría por el poder disuasorio de sus misiles y por el reparto de zonas de influencia a costa del resto de los pueblos que continuaron explotando.
Creció el Primer mundo que controló las fuentes de energía y desarrolló tecnologías necesarias para una carrera de crecimiento económico que denominaron desarrollo.
Desmoronado el Segundo Mundo, constituido por Rusia y sus satélites, todo parecía concitar a un nuevo plan de desarrollo general de los pueblos antes oprimidos y de los explotados del Tercer Mundo en su mano de obra y en sus riquezas que eran fundamentales para mantener ese nivel de despilfarro al que llamaban progreso.
No fue posible la concordia creadora porque emergía una China imperialista capaz de poner en jaque las economías tradicionales cuyos trucos aprendieron de Occidente.
El continente americano pretende una estructura monolítica presidida por el ALCA, al servicio de EEUU. Africa, es panteón de miserias humanas pero rico en materias primas fundamentales. La antigua Rusia no fue ayudada en su tránsito hacia formas democráticas y de desarrollo sostenible y fue arrojada al desconcierto de las mafias mientras minaban sus alianzas con las repúblicas asiáticas del Este que la defendían del despertar de China.
Ahora tocará el turno a Ucrania, granero de los eslavos, que pronto hostigarán desde Georgia para controlar el Caspio, el Mar Negro y la salida a las aguas calientes. En medio, las reservas petrolíferas de Oriente Medio, de pueblos islámicos empujados al ocaso fundamentalista pero cuyos recursos necesitan para afrontar al coloso chino.
Japón, Australia, y el Sudeste asiático aguardan la explosión de Indonesia sin caer en la cuenta de que la existencia de un Israel prepotente no se apuntalará con el ataque a Iraq o a Irán sino que será India quien altere ese intento de controlar el mundo mediante un Nuevo Muro de la Energía que reemplace al desaparecido Telón de Acero.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 08/03/2002