El olvido está lleno de memoria

Para centenares de millones de personas, 1999 trajo consigo represión, pobreza o guerra. En todo el mundo, los gobiernos recurrieron al encarcelamiento, la tortura y el asesinato para silenciar a la oposición y mantenerse aferrados al poder. En muchos países, la falta de libertad política y el abismo cada vez más profundo entre ricos y pobres alimentaron protestas que fueron reprimidas con brutalidad y violencia. El Informe 2000 de Amnistía Internacional expone los abusos que se cometieron en más de 140 países y territorios con representación en las Naciones Unidas. Tres de ellos, Estados Unidos, Rusia y China, con puesto permanente en su Consejo de Seguridad y con derecho de veto para "mantener la paz, la justicia y la libertad en el mundo", mientras resulta que se encuentran entre los mayores exportadores de armas del mundo.
En algunos países -dice el Informe cuya lectura es inexcusable para políticos, docentes, periodistas y responsables capaces de influir en la opinión pública- la inestabilidad política degeneró en conflictos armados abiertos que se cobraron la vida de un sin número de hombres, mujeres y niños. No hay que olvidar que, durante la Primera Guerra Mundial, de cada 100 víctimas sólo 5 eran civiles mientras que, en la Segunda Guerra, de cada 100 ya 65 no eran militares, y desde hace treinta años, de cada 100 víctimas de las 34 guerras no declaradas 90 son civiles, preferentemente mujeres y niños.
Las intervenciones militares internacionales en Kosovo y Timor Oriental, así como la débil respuesta dada por la comunidad internacional a los bombardeos que las fuerzas rusas llevaron a cabo en Chechenia, intensificaron el debate sobre cómo debe responder la comunidad internacional a los abusos masivos contra los derechos humanos.
Amnistía Internacional cree que debe actuarse a tiempo para evitar que los problemas de derechos humanos se conviertan en catástrofes. El problema no es la falta de alerta temprana, sino la falta de acción temprana. La invasión o la pasividad nunca deben ser las únicas opciones.
En el Informe 2000 de Amnistía Internacional, una de las más prestigiosas y eficaces organizaciones humanitarias del mundo, no sólo se documentan las deficiencias de la protección de los derechos humanos, sino también la creatividad, la tenacidad y los logros del movimiento en pro de los derechos humanos. Muestra que los activistas que trabajan a favor de estos se negaron a ser presa del desaliento ante la magnitud de los problemas o riesgos personales a los que se enfrentaban.
Organizan protestas, se movilizan para aumentar la presión a favor de cambios y actúan para defender a las víctimas de las violaciones de derechos humanos. Siguen atrayendo a más gente a la red de defensores de estos derechos fundamentales, construyendo un movimiento mundial de defensa de esos derechos a los que Amnistía Internacional como organización se siente orgullosa de pertenecer.
Amnistía Internacional es un movimiento mundial de activistas voluntarios cuyo objetivo es contribuir a que se respeten en todo el mundo los derechos humanos cuya Declaración Universal se firmó hace 50 años. La Organización trabaja principalmente para obtener la libertad de todos los presos de conciencia, es decir, de las personas que han sido encarceladas a causa de sus convicciones políticas, religiosas o cualquier otro motivo de conciencia o en razón de su origen étnico, sexo, color, idioma, origen nacional o social, situación económica, nacimiento u otras circunstancias, siempre que no hayan recurrido a la violencia ni propugnado su uso.
Asimismo, lucha para lograr que se juzgue con prontitud e imparcialidad a los presos políticos.
Es la gran abanderada para conseguir la abolición de la pena de muerte y la erradicación de la tortura y otros tratos crueles a los presos. Trabaja para acabar con los homicidios políticos y con las "desapariciones" y asegurar que los gobiernos no cometan homicidios ilegítimos en conflictos armados como ha sido el caso en los ataques de la OTAN durante los bombardeos en Yugoslavia.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 23/06/2000