Hombres justos en busca de la verdad

Driss Benzekri ha presidido la Comisión de la verdad, (Instancia de Equidad y Reconciliación) encargada de hacer luz sobre las violaciones de los Derechos Humanos en Marruecos desde su independencia en 1956 hasta finales del reinado de Hassan II, en 1999. Concluyeron sus trabajos el 30 de noviembre 2005. Desde entonces, los responsables están dando a conocer sus resultados por todas partes en Parlamentos, universidades, periodistas, asociaciones y centros de la sociedad civil. Benzekri impresiona a sus interlocutores por su serenidad, por la presencia de ánimo, fruto quizás de la adversidad asumida y de la meditación impuesta por 17 años de prisión a causa de sus ideas políticas. Antiguo militante maoísta, actualmente es un referente mundial en la lucha por los derechos humanos, lo cual no ha sucedido sin tener que pagar los peajes de la envidia, la maledicencia y la calumnia. Pero nunca manifiesta ni rencor ni amargura. Como nuestro don Quijote, él es de los que dicen "Yo sé quién soy". Y esa libertad de espíritu y de conducta hace de él un hombre admirable al que se escucha con respeto. 
Pero el hombre justo también es eficaz. La Comisión de la Verdad exigía cualidades políticas y diplomáticas excepcionales para planificar y organizar. Para desarrollar las encuestas sobre las graves violaciones de los derechos del hombre en Marruecos, fue preciso armarse de discreción y conseguir la colaboración de las instituciones del Estado, lo cual no siempre fue fácil ni cómodo.
La iniciativa de la Comisión nació de una ONG, Foro Verdad y Justicia, de la cual Driss Benzekri era Presidente. Esta labor ingente fue posible por la valiente decisión del Rey Mohammed VI, a pesar de opiniones contrarias de grupos de poder y de antiguos responsables políticos. Llegaron a echarle en cara que este gesto constituía una afrenta a la memoria de sus antecesores, su padre y su abuelo. Respondió que cada gobernante es hijo de su tiempo y que no se trata de hacer un juicio al pasado ni de condenar un régimen sino de restaurar y restablecer la injusticia conculcada en casos comprobados. Desde 1990 a 1998, más de mil detenidos fueron puestos en libertad, fueron abolidas leyes represivas y se introdujeron normas internacionales en la legislación marroquí. 
Se trataba de una nueva Primavera llena de esperanza en la que muchos depositaron quizás excesivas esperanzas. Pero lograron poner en marcha sendas comisiones de indemnización y de amnistía, algo inédito en el pasado.
Después de 30 meses de trabajo y de debates públicos, entregaron al Rey los resultados en 6 volúmenes con la relación de las violaciones de los derechos humanos comprobadas y de las responsabilidades de algunos aparatos del Estado; también proponen medidas concretas para reparar los perjuicios padecidos por más de 10.000 víctimas así como aportan recomendaciones para reformas legislativas, institucionales, políticas y educativas. Pues establecieron la necesidad de no detenerse sólo en los efectos perversos sino que era preciso atacar las causas en sus raíces para transformar la ira y la compasión en eficaz compromiso. 
¿Quién es este hombre con aspecto de sabio oriental, silencioso y prudente, que ayudó a poner los cimientos de un Nunca Más para la inseguridad y la injusticia? Nació en 1950 en la región de Zemmour, a 60 kilómetros de Rabat. De la tribu de los Aït Ouahi. Es, pues, beréber y de familia modesta. Su maestro y guía fue Si Ameur Benbouzekri, figura del Istiqlal y signatario del Manifiesto de Independencia de 1944. Cuando cumplió 18 años, Driss Benzekri se hace maoísta, su maestro sonreirá pero no interfiere en la decisión del joven revolucionario, le prodigará consejos en tiempos difíciles. Abandona su pueblo y, entre 1965 y 1968, devora a los maestros de la Enciclopedia: Voltaire, Rousseau y Diderot antes de encontrarse con el marxismo y el romanticismo revolucionarios. Supera el Liceo Hassan II, en Rabat, en donde recibe la influencia de profesores de izquierdas, tanto franceses como marroquíes. Recordemos que eran los tiempos de Mayo del 68, de Vietnam, de Berkeley, del movimiento underground, de la música y de la hierba que hace reír para no llorar, del amor hippy y del maoísmo que resultaba encantador para tantos jóvenes generosos y soñadores, hambrientos de justicia. Driss perteneció al Partido del Progreso y del socialismo, ex Partido Comunista, y se embarca en la Unión nacional de Estudiantes de Marruecos, crea una estructura clandestina, en 1972, formada por "revolucionarios profesionales". Padecieron tortura y algunos sucumbieron durante los interrogatorios. Desde 1974 a 1991 pasó con sus compañeros, entre ellos Abraham Serfaty, por diferentes prisiones hasta caer en la de Kenitra. Driss Benzekri, el hombre honesto y justo, dice con sencillez: "El 16 de agosto de 1991, después de 16 años, siete meses y 16 idas, hace ya 15 años, abandoné para siempre la prisión. Y me siento casi curado de ella". Mientras tanto, en el mundo entero hay estados en donde han sufrido torturas y violaciones todavía más graves porque se trataba de dictaduras y no sólo de regímenes autoritarios. Sus gobiernos democráticos actuales no se atreven a encarar la realidad mediante estas Comisiones de la Verdad, que no sólo reparan las injusticias cometidas sino que ayudan a cicatrizar limpiamente las heridas.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)