Delenda oligarquía

Como los árboles manifiestan la forma corporal del viento, así los intereses de los mercaderes hacen patente la del mercado. En nombre de algo irreal se cometen los mayores abusos. Como antaño en nombre de dioses despiadados conculcaban la justicia para dominar por el miedo, ya que por la razón se alzaba la libertad. Las ideologías demuestran que una proposición no tiene que ser verdadera para dominar a las gentes. Ni una mentira, por mucho que se repita, llega a ser verdad, pero termina por creerse. Así sucede con el obsceno alarde que hacen de los poderes y derechos de oligopolios financieros, eléctricos y petroleros que socavan el Estado.
Se dan por ciertas proposiciones sobre el poder de los más fuertes, de los más ricos y de los más hábiles, no de los más justos. Nadie se atreve a cuestionar el poder de los hombres con dinero capaces de comprar a los políticos y afirmarse como el poder supremo en detrimento de la paz social.
Dice el escritor Joaquín Estefanía, en "El poder en el mundo", que la mercadolatría es una especie de metafísica económica que absolutiza el mercado como panacea de todos los problemas.
"La paradoja es que, en busca de una mayor liberalización de los mercados, se produce una concentración de poder sin precedentes que acabaría con una sola empresa mundial que controlaría todo... Bancos, petroleras, telecomunicaciones, sociedades relacionadas con Internet, industrias farmacéuticas o alimentarias protagonizan la batalla por el tamaño: buscan crecer para competir y reducir costes"
Causan pavor las declaraciones de los portavoces de algunas empresas petroleras: "Hay que dejar actuar al mercado, comporta un mayor conflicto social pero es el camino sano".
Ante los inmorales beneficios de esos oligopolios cabe rebelarse.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 03/11/2000