Los botines del banquero

El Banco de Santander logró un beneficio récord de 2.611 millones, pese al alza del euro. Su presidente, Emilio Botín, exultaba ante sus accionistas, por tratarse del beneficio más alto de su historia, un 16' 2% más que durante el ejercicio anterior. De 2004 dijo que "lo mejor de América Latina está por venir".
Así se expresó, sin paliativo alguno ante una realidad que podría producir rubor si se tuvieran en cuenta las condiciones en que sobreviven millones de personas en esa América de donde confiesa que, desde hace años, provienen sus más grandes beneficios.
Lamentó que "este año la depreciación de las divisas latinoamericanas lastrase los resultados", que debieron parecerle escasos.
Botín manifestó su optimismo: "Latinoamérica está en fase de relanzamiento. Lo peor ha pasado y lo bueno está por venir". Afirmó que "en los últimos cuatro años, a pesar de las crisis, hemos repatriado 3.000 millones de dólares".
No ocultan nuestros banqueros que muchas de sus operaciones se realizan desde paraísos fiscales, como las Islas Caimán, a las que aludió en el encuentro con periodistas.
Botín alardeó de haber convertido al Santander en el primer grupo bancario de España y el undécimo del mundo. Continuó su canto sobre la cotización en bolsa: "La acción ha subido un 43%, con lo que la revalorización del banco en los mercados ha sido de 13.600 millones en 2003".
La caída de las divisas también mostró su cara amable: los gastos que proceden de América Latina se redujeron un 23% (entre otros factores, con despidos de trabajadores), lo que ayudó a que el margen de explotación, que refleja la marcha del negocio bancario, lograra un alza del 2,78%.
Puso de manifiesto los formidables resultados de las empresas participadas por el banco. De la petrolera Cepsa adelantó que ganó un 38% más en 2003 hasta los 640 millones. A distancia infinita de la recuperación económica de los países de donde proceden sus tremendos beneficios, con subida del costo de la vida, pérdida incesante de puestos de trabajo, impago de las pensiones, reducción de puestos escolares y una bochornosa asistencia sanitaria para millones de personas.
No vaciló en afirmar "Cuando compramos Banespa, nuestro banco en Brasil, teníamos unos fondos de comercio - diferencia entre el valor contable y el precio pagado por Banespa- de 3.500 millones de dólares. Hoy esa cuenta es cero". Los lectores y analistas de ese gran país que lucha por reducir la inmensa pobreza que les azota estarán asombrados de estos milagros de la economía.
Del Banesto, que preside su hija Ana Patricia, manifestó: "Ahora se cumplen 10 años de la compra de Banesto. Entonces, el banco ganaba 363 millones de euros. Hoy, 2.611 millones. Es decir, siete veces más".
Y mirando a cámara en los informativos de TVE afirmó "Las reformas económicas de otros años han sido muy positivas y ésta debería ser la línea a seguir en el futuro". Los políticos que aspiren a gobernar este país ya saben por donde tienen que navegar si pretenden sobrevivir, puesto que la economía ya no está regida por la política al servicio del bien común sino que reduce a los gobernantes a meros gestores de sus decisiones.
Si hubiera alguna duda, aquí está este dechado de sinceridad "en economía hay que admitir que las empresas se vayan cuando encuentren costes más bajos".
Asombra la falta de perspectiva social en este canto a una gestión que parece ignorar la realidad humana de los pueblos en donde se han llevado a cambio sus más fuertes inversiones. No es de extrañar la ola de animosidad y desesperanza ante una práctica extendida: se invierte en empresas a las que el Estado tiene que condonar sus deudas a la Seguridad social o a Hacienda con el consabido deterioro de las prestaciones sociales y de las inversiones en infraestructuras fundamentales. O en sectores vitales como la sanidad, la educación o las pensiones. Nadie ignora que el despido libre es la condición fundamental para hacerse cargo de empresas en crisis así como la subida en servicios populares como la luz, el gas, teléfonos, combustibles, transportes u otros servicios esenciales.
No es la lucha contra el terrorismo el primer objetivo del Estado sino la justicia social y la lucha contra el hambre, los servicios sanitarios para toda la población y la creación de puestos de trabajo, para producir esa sociedad justa y solidaria que es el fundamento de la paz.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 30/01/2004