Nos devuelven la visita

Algo está cambiando en nuestra sociedad. Los inmigrantes ya no aparecen como la amenaza latente y desdichada, como la presencia incómoda, como la memoria rechazada de lo que hemos sido los europeos: expatriados en tierra ajena. Ahora nos devuelven la visita que les hemos hecho durante cinco siglos.
En televisión española se ha emitido un reportaje espléndido sobre la peripecia de un inmigrante senegalés, seguido paso a paso por las cámaras hasta su feliz arribada a Barcelona.
La audiencia estaba en vilo completamente entregada a la causa del africano.
Muy bien filmada, con planos convincentes y sin una concesión al folklore o al sentimentalismo. Acompañamos al protagonista, Ibrahim, desde el día en que anuncia a toda su familia, reunida en el patio bajo la gran acacia, que ha tomado la decisión de acudir a la llamada de su hermano mayor que le ha buscado un trabajo en Barcelona.
Y que le ha ido enviando dinero, aparte del que envía regularmente a la familia, para pagar los gastos del viaje y de los intermediarios.
Habla con respeto y pone por delante los valores de la familia, de las tradiciones, del apego a su tierra, del respeto a su madre, que preside hermosa y con lágrimas contenidas, a sus hermanos más jóvenes y a su prometida. En ella se demora la cámara mientras la voz de Ibrahim expresa su emoción ante su belleza y su calidad humana en el compromiso que los une, y que les obligará a permanecer cinco años separados. Los ancianos del lugar también asisten con una inmensa dignidad.
Porque lo que sí queda claro es que se va para regresar. Pretende conseguir un poco de dinero con el que paliar los desastres que la colonización hizo en la agricultura de los pueblos de África que habían sido autosuficientes durante siglos y que vieron destrozadas sus economías cuando las metrópolis exigieron arrancar sus cultivos y plantar productos para la explotación industrial: algodón, cacahuete, yute, sorgo como monocultivos. El reportaje de “Documentos TV” hace un riguroso análisis de las causas de la pobreza en el llamado Tercer Mundo motivada por los saqueos de los colonizadores, de los conquistadores y de los fundamentalistas religiosos que despreciaron sus creencias y costumbres y les impusieron las suyas.
Su prometida siempre estuvo al corriente de sus proyectos, pero Ibrahim no quería entristecer al resto de la familia. Ambos habían estudiado en Dakar y, una vez más, se deshace el mito de que se van a la emigración los más pobres. La realidad es que las comunidades eligen y sostienen a los más preparados porque se abrirán camino con más facilidad. Ibrahim había estudiado aparejador y ella era topógrafa. Hablan con perfección el francés y conocen sus lenguas vernáculas.
Recibida la bendición de los mayores y el abrazo con lágrimas comedidas de todos los demás, la madre agarra un cántaro de agua y va detrás del hijo vertiendo un chorro fresco en cada huella de sus pisadas. Para que el camino le sea propicio y los vientos frescos.
Sin volver la vista atrás, Ibrahim, al llegar al portalón de la entrada, se agacha y con su dedo índice traza nueve rayas paralelas sobre la arena, ante el silencio impresionante de todos. Para que los caminos se abran ante él con facilidad. No traza la raya décima porque ésta es la que trazará desde donde se encuentre para regresar junto a los suyos.
Gobiernos miopes que querían proteger los intereses económicos de las grandes fortunas nacionales y transnacionales, no pudiendo rechazar la imperiosa necesidad de mano de obra que ofrecen extranjeros mucho mejor preparados de lo que nos han hecho creer, cargan las tintas en la amenaza a nuestra religión, a nuestras costumbres y a los logros conseguidos a fuerza de explotar las riquezas naturales de otros pueblos, así como una mano de obra envilecida.
Europa necesita para sobrevivir la ayuda de esta gente joven que sabe trabajar, que engendra hijos y contribuye a evitar el descalabro de nuestra crisis de natalidad con sus contribuciones a la seguridad social y al mantenimiento de unas pensiones para una población cada vez más envejecida. El último Informe de la ONU declara que la UE necesita el doble de inmigrantes para mantener su nivel de desarrollo.
Los conservadores del pensamiento ultraliberal nos amenazan con los peligros de la multiculturalidad que ellos preconizan. Esos guetos que contribuyen a crear en las ciudades, cuando lo que alumbra y es preciso favorecer es un diálogo intercultural enriquecedor para todos.
Una nueva sociedad mestiza está naciendo. La inteligente y fina sensibilidad de los gobernantes, y de los medios de comunicación, tienen la obligación de fomentar y de ordenar la convivencia para el bien de todos.
Reportajes como este, y como la nueva serie de Voluntarios que ofrece TVE 2, son ejemplos admirables que nos animan a hacer realidad nuestra esperanza.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 06/07/2004