No utilicen a las ONG

Hace un mes me llegó una invitación para participar en Togo en un Congreso Internacional sobre el tema "Fin del holocausto en Iraq, una iniciativa africana". Convocaba la Fundación Afro-Iraquí para la Paz, la Amistad y la Solidaridad. En la Invitación se enfatizaba el apoyo humanitario al pueblo iraquí para liberarlo de un embargo que afecta a la población civil, en especial a los niños, a las mujeres, a los ancianos y a los enfermos.
Los temas de la Conferencia eran justos e interesantes: once años de embargo cruel, zona de exclusión aérea, secuelas de la utilización de uranio empobrecido y de bombas de fragmentación, y el papel del continente africano para pedir el fin del trágico holocausto. La cifra de más de setecientos mil niños muertos por hambre o por enfermedades relacionadas con la desnutrición causada por el embargo anglo norteamericano debe conmover a toda asociación humanitaria que se precie.
Sin embargo, cuando me hicieron llegar el programa oficial del Congreso, pude comprobar que se trataba de una convocatoria para "Honrar al Padre del Pueblo, al Gran Líder Espiritual y Presidente de la República de Iraq, Su Excelencia el Dr. Saddam Hussein". Entre las "ventajas" del Congreso, que reuniría a representantes de 52 países de Africa y de otros pueblos amigos, decía se destacaba "la oportunidad para animar al Presidente Saddam a que permanezca fiel a Su inmenso compromiso humanitario y a su ejemplar liderazgo; y sobre todo, la Conferencia honrará al Presidente Saddam como un héroe y como un auténtico modelo de dimensión internacional". Se puede decir más alto pero no más claro.
Además, el presupuesto para el Congreso -que durará tres días- asciende a cinco millones de dólares. Es inevitable no pensar lo que se podría hacer con ese dinero para aliviar los sufrimientos de las víctimas inocentes del pueblo iraquí. Es una vergüenza y un escándalo que existan millones de dólares destinados a confundir y a emponzoñar a la opinión pública africana. Pero han querido utilizar a las organizaciones humanitarias con la moda de intentar poner a las ONG al servicio de políticas y economías perversas.
Igual que se denuncia el embargo cruel e inhumano que sufre la población iraquí, igual que es imprescindible censurar la política de EEUU en Oriente Medio, es preciso denunciar a los que pretenden explotar la buena fe de las gentes para llevar adelante campañas publicitarias, promoción de ideologías que no son capaces de convocar adhesiones a través de los cauces normales: partidos políticos, sindicatos, confesiones religiosas o fundaciones con fines declarados.
En el mes de abril tuve la oportunidad de viajar a Irán para participar en un Congreso Internacional sobre la Causa Palestina y pronunciar otra conferencia en su Universidad sobre el fenómeno del voluntariado social y el auge de la sociedad civil a través de las organizaciones humanitarias. Nadie me puso condiciones, ni censuró mis intervenciones, ni impidió mi amplio coloquio con los participantes. Nadie me obligó a reconocer ni a alabar la revolución de los ayatolás ni el régimen que instauraron.
En el mes de mayo, asistí a otro Congreso en Bagdad sobre el tema del embargo. Ocurrió lo mismo: mi ponencia fue repartida entre los asistentes y en la universidad pude hablar con toda libertad ante un auditorio bastante asombrado, hay que reconocerlo. Agradecí al vicepresidente Tariq Aziz las facilidades que me dieron y nadie pretendió que reconociese el sistema político imperante, y mucho menos a su presidente.
Los miembros de asociaciones humanitarias acudiremos a donde nos inviten para dar testimonio de nuestra labor y del esfuerzo de tantas personas por presentar alternativas a un modelo de desarrollo que causa tantas injusticias sociales. Pues entendemos por solidaridad la respuesta ante una desigualdad injusta. Pero nadie pretenderá que alabemos los regímenes políticos ni a los líderes de países empobrecidos sólo porque son 'malditos' en las consignas de la política de EEUU, pues pretenden servirse de las ONG como pantalla para ocultar sus excesos y abusos insoportables.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 31/11/2001