Crónica de un genocidio anunciado

Naciones Unidas ha denunciado a los países ricos en varias ocasiones por reducir un 24% la ayuda humanitaria desde 1992, aunque los mercados financieros de Europa y EEUU hayan crecido un 70% en los últimos tres años. Si hace siete años los 21 países más ricos donaban 63.000 millones de dólares, en 1997 se redujo a 43.000 millones. EEUU ha pasado de destinar el 0,21% a tan sólo el 0,09%.
Esta situación amenaza el futuro inmediato de 12 millones de personas en África. La ONU estima que se necesitan 125.000 millones de pesetas para hacer frente a las consecuencias de las guerras en África. Mientras tanto, las grandes corporaciones industriales fomentan la inestabilidad en esos países para seguir aprovechándose de sus materias primas, imprescindibles para mantener el grado de desarrollo y de despilfarro de los países enriquecidos del Norte.
Les ayudan con entusiasmo los fabricantes de armas que han incrementado sus beneficios de manera escandalosa y que se apoyan en las ONG como eficaz servicio posventa de sus negocios: los pobres ponen los muertos; los ricos, las armas, y las ONG, las tiritas y los lamentos.
Mientras tanto, la Comisión Europea y los 22 países más ricos de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) reconocen que disminuyeron 1,6 por ciento su asistencia oficial al desarrollo en 2000 en relación con 1999.
La asistencia al desarrollo de esas naciones y de la CE había sumado 56.400 millones de dólares en 1999, y cayó a 53.100 millones en 2000.
Esos datos desmienten la creencia de que el crecimiento de la economía de los países industrializados beneficia a las naciones más pobres, como postula el pensamiento único.
En 1970, la Asamblea General de la ONU propuso que los países ricos destinaran al desarrollo 0,7 por ciento de su PIB, y sólo Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia han alcanzado ese porcentaje. Ninguna otra nación superó el promedio de 0,39 por ciento del PIB.
Según el Informe sobre el Desarrollo del BM: uno de cada cinco habitantes del planeta vive con menos de un dólar por día, o sea 1.200 millones de personas; seis de cada cien niños no llegan a cumplir un año de vida y ocho no alcanzarán los cinco años; nueve niños y 14 niñas de cada cien no reciben educación primaria. El 97% de los dos mil millones de seres que incrementarán la población en los próximos 25 años lo hará en los países empobrecidos del Sur.
Los integrantes de la Unidad Europea y de la OCDE mantendrán en París un Encuentro para discutir la propuesta de no condicionar la asistencia para adquirir equipo y maquinaria a que el país beneficiario realice las compras correspondientes a la nación que aporta los fondos. Este es uno de los aspectos más escandalosos del tema pues permite a los países desarrollados deshacerse de sus excedentes de producción creando una dependencia en los supuestamente ayudados.
De 1970 a 1990 se produjeron avances en la lucha mundial contra la pobreza, que se frenaron en la última década, según el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) opina que no se alcanzará el objetivo de reducción de la pobreza porque la asistencia oficial al desarrollo para la agricultura se ha reducido mientras "muchos países con inseguridad alimentaria aumentaron su gasto militar".
En las últimas cumbres del Grupo de los Siete, que reúne a las naciones más poderosas, y del Grupo de los 77, que agrupa a países en desarrollo, se reconoció que el aporte de los integrantes del G-7 fue el año pasado 4,8 % menos que en 1999.
Los participantes en la reunión de París discutirán las relaciones de la pobreza con los conflictos armados, las migraciones inevitables, la brecha entre pobres y ricos en el acceso a tecnología y los precios de los medicamentos.
Lo más trágico es que, en el Informe del PNUD de 1998, ya se establecía que serían necesarios 43.000 millones de dólares al año, durante una década, para erradicar el hambre en el mundo, garantizar la asistencia sanitaria y el acceso a la educación primaria de todas las personas así como cuidar la calidad de las aguas y promover la salud reproductiva de las mujeres. Esto, junto con su educación y acceso a puestos de trabajo, evitaría la temible explosión demográfica.
La más terrible amenaza para la vida en el planeta está estudiada y al alcance de nuestras posibilidades. No llevarla a cabo se puede calificar de genocidio premeditado pues las condiciones sociales que se mantienen y proyectan no harán más que activar la bomba social anunciada en la Cumbre de Copenhague por Butros Galli, anterior Secretario General de la ONU.
Ante esta moderna forma de tiranía globalizada se impone una rebeldía generalizada de la sociedad civil pues el deber de resistencia al tirano es de orden superior a cualquier norma legal establecida ya que "las leyes no obligan cuando son injustas".

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 10/05/2001