Al otro lado del río

En las más antiguas tradiciones de Oriente, junto al camino y al viaje como metáforas de la vida, resplandece la de atreverse a remar hasta el otro lado del río. Los Maestros chinos e indios, sin embargo, recomiendan no empeñarse en seguir llevando la balsa a cuestas una vez que hemos alcanzado esa otra orilla del río de la vida.
Venía hoy a la universidad algo abrumado por la cacofonía de las voces de los políticos con motivo de la campaña para el referéndum al que estamos convocados los españoles para decidir sobre el Tratado Constitucional que regirá en la Unión Europea.
Me abrumaban la discordancia y amenazas en la escena internacional de la potencia hegemónica queriendo imponer sus criterios al mundo entero, pasando por esa herida a punto de gangrenarse en Oriente Medio por la intolerancia de israelíes y grupos armados palestinos. La situación de Irán es angustiosa y sólo un ciego puede ignorar que ni Iraq fue Afganistán ni Irán va a ser Iraq. Es irracional la pretensión de imponer un nuevo orden político al mundo entero. Que Irán pueda ser atacado por desarrollar energía nuclear como estado soberano que es y clave en Oriente Medio, no es diferente de lo que ha hecho el estado de Israel, con la ayuda imprescindible de EEUU, para poseer 300 cabezas nucleares listas para ser enviadas a cualquier rincón de Oriente Medio.
Que alguien me explique cómo son posibles esta contradicción y esta amenaza consentida por las potencias y por el Consejo de Seguridad de la ONU. Un Estado que ocupa tierras que no le pertenecen, que ha enviado al exilio a millones de palestinos, que ha cortado las vitales vías de agua para todo un pueblo, que ha arrasado árboles y cultivos, cegando pozos y destruyendo centrales eléctricas, que pueda mantener bombas nucleares montadas en misiles y que Irán no pueda desarrollar la industria nuclear que poseen India, Pakistán, China, Corea del Norte, Rusia, y muchas de sus antiguas repúblicas -con arsenales obsoletos e inseguros-, todo ellos Estados “muy responsables” y “gobernados por regímenes democráticos”, “no corruptos” y en los que “se respetan los Derechos Humanos de la Declaración” que obliga a todos los Estados miembros de la ONU. ¿Adónde conduce esta farsa? ¿Quién ha diputado, esto es, conferido autoridad bastante a un gobierno de un país, por fuerte que hasta ahora sea, para imponer su voluntad en todo el mundo?
De ahí que una Unión Europea bien estructurada y afirmada con instituciones democráticas y de un poderoso sentido de justicia social, controlada por los ciudadanos y garantizada su transparencia por los medios de comunicación, sea cada vez más necesaria y vital para mantener el concierto de las naciones.
Abrumado también por esa incoherencia de ver a los políticos zahiriéndose sin cesar, incapaces de reconocer los éxitos de los responsables de departamentos de Gobierno en el Estado, en las Autonomías o en los municipios, una vez terminada la campaña electoral.
No lo puedo comprender. Me supera. Comprendo que se enfrenten para destacar las ventajas de sus respectivos programas políticos pero, una vez realizadas las elecciones, la oposición no puede consistir en destruir y desacreditar al adversario hasta recuperar el poder por el que sueñan como algo que les pertenece olvidando la única dimensión de servicio a la comunidad que debe presidir la acción de los gobernantes.
En los parlamentos, en los concejos y en el resto de las administraciones se vive un estado de agresión continua. ¿Cómo extrañarse de que cada vez sea menor el número de personas que acudan a las urnas renunciando así a su derecho fundamental de participar en las tareas del gobierno de la República?
Entonces, en la radio, escuché la voz de Jorge Drexler cantando la canción en español que ha sido seleccionada para los Oscar. “El día le irá pudiendo al frío. Creo que he visto una luz al otro lado del río. Sobre todo, creo que no todo está perdido. Tanta lágrima, tanta lágrima, yo, yo soy un vaso vacío...”
Y el barquero oye una voz que le llama, casi un suspiro. “¡Rema, rema, rema!”
Así es el destino de los seres humanos, su olímpica tarea, remar y remar abriendo los ojos para acoger a quienes lo necesiten, para animar y para llorar a solas las lágrimas que no permiten la cortesía académica.
No sólo los libros y el estudio nos liberan sino saber abrir nuestro corazón a los profetas de nuestro tiempo:
“¿Quién dijo que todo está perdido?” –se pregunta Fito Páez-, y se responde: “Yo vengo a ofrecer mi corazón. Tanta sangre que se llevó el río. No será tan fácil, ya sé qué pasa. No será tan simple como pensaba. Como abrir el pecho y sacar el alma, una cuchillada de amor. Luna de los pobres siempre abierta, yo vengo a ofrecer mi corazón.”
Así se van superando las contradicciones, ayudados por ese “Yo, muy serio, voy remando, y muy adentro, sonrío” hasta caer en la cuenta de que “la meta es el camino”, como nos enseñó Ghandi.
Antes que vivir en el infierno de un totalitarismo castrador e inhumano o en dictaduras desalmadas, seguiremos remando con esa sonrisa interior porque creemos que hemos visto una luz al otro lado del río.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 11/02/2005