Cuándo amanecerá, Bandung
“Levanta
la cabeza, hermano, los tiempos de humillación han pasado”. Así
rezaban las pancartas en El Cairo cuando el presidente Nasser viajaba
a la Conferencia de Bandung en abril de 1955. Celebramos el 50 aniversario
de esa Cumbre de más de mil delegados que representaban a 29 Estados
y a 30 movimientos de liberación nacional. Como una Aurora fue
saludada, como otro grito de los condenados de la tierra semejante
a los que habían producido la Revolución Francesa contra
el Antiguo Régimen de privilegios y la Revolución Rusa contra
el despotismo de los zares. Esos representantes afroasiáticos de la mitad del planeta alumbrarían el concepto de Tercer Mundo, acuñado por el economista Alfred Sauvy en referencia al texto del abate Sieyès “¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora? Nada ¿Qué pretendemos que sea? Algo”. Ese tercer mundo surgía de la descolonización en marcha de los países de dos tercios del planeta y no planteaba reivindicaciones revanchistas sino ocupar los puestos que les correspondían. Presidían la Conferencia personalidades de la talla del indio Nehru, del primer ministro chino Chu Enlai, del egipcio Nasser, del presidente yugoslavo Tito y del anfitrión indonesio Sukarno. Allí estaban luchadores que alentarían esa nueva aurora sobre una humanidad al servicio de una minoría blanca, occidental y cristiana. Stalin había muerto en 1953, los americanos se habían retirado de Corea, los franceses habían capitulado en Indochina en 1954, en China no había comenzado la Revolución cultural, ni Castro entraría en La Habana hasta 1959. El continente africano era un hervidero en lucha por la libertad. Parodiando a Wordsworth, se hubiera podido decir de Bandung “fue una dicha vivir en aquel momento, pero ser joven fue el mismo cielo”. En Bandung se proclamó el fin de la era colonial que había prevalecido desde el siglo XVI y alcanzado su tenebroso esplendor en el XIX. Como toda utopía, fue una verdad prematura pero trazó los rumbos que nadie podría detener. Las potencias colonizadoras alertaron contra el peligro de alzarse contra las potencias colonizadoras franco-británicas para caer en la órbita soviética o de la China comunista. La moderación de Nehru tranquilizó a las grandes potencias pero reconocieron el ocaso del colonialismo europeo, la pérdida de poder de la URSS y el poder emergente de China. Bandung pudo haber sido el comienzo de ese Otro mundo Posible por el que nos afanamos en lucha contra el neocolonialismo del pensamiento único, del ultraliberalismo económico y de las dictaduras de los mercados financieros. Expertos como Ben Yahmed avizoran un horizonte de esperanza en un reordenamiento de los tres mundos citados: el primero, lo constituyen unos 30 países miembros de la OCDE más Rusia, Israel y algunos nuevos miembros de la UE. El nuevo “tercer mundo” estaría formado por ese centenar de países de Oriente Medio, África y Latinoamérica que no han superado todavía los niveles del subdesarrollo. Entonces, tendríamos unos cuarenta países de ese nuevo “segundo mundo”, en los que se desarrolla una clase media de hombres y de mujeres que han accedido a la educación que les corresponde y con una renta media superior a los 3.000 dólares, ya superada por muchos de ellos. Son sociedades alejadas de la pobreza y del subdesarrollo: más de 150 millones de chinos, 100 millones de indios, clases medias educadas y en pleno desarrollo de los antiguos estados dragones. Estas clases medias superarán los mil millones de seres durante la próxima década, tantos como los miembros del primer mundo. Pero con una experiencia de pueblos emergentes ante sociedades envejecidas de Europa y de América. Conscientes de que la mayor amenaza que se cierne es la explosión demográfica, saben que en la educación está la clave para su control así como para la salvaguarda del medio ambiente y el aprovechamiento de la revolución de las comunicaciones que nos salvarán de repetir etapas ya innecesarias. Sólo los fundamentalistas de una y otra especie volverán sus ojos al pasado. Es muy probable que la noche que parece haber caído sobre la humanidad despierte las fuerzas amordazadas de planteamientos de liberación y de transformación social con el supremo norte de la justicia, de la libertad y del disfrute de los derechos humanos y sociales para todos. Para que nada extraño nos acontezca fuera de lo que nos pertenece desde largo tiempo. Apunta Jean Lacouture que la Revolución Francesa tuvo que pasar por el oscurantismo del Imperio, de la Restauración borbónica y de las Guerras mundiales antes de alcanzar sus objetivos en la República y que, quizás, la era de Bush, de sus acólitos y de las pretensiones de una nueva cristianización a lo medieval de Europa alumbren una nueva aurora de libertad, de justicia y de solidaridad. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 29/04/2005