Es posible la esperanza
Está en pleno auge el debate sobre la internacionalización de las fuentes de riqueza fundamentales para la conservación de nuestra especie y de nuestro planeta. El paradigma es la conservación de la Amazonía como patrimonio de la humanidad. Ante esto, las autoridades y la opinión pública brasileña reaccionan con un comprensible patriotismo que debería quedar superado en la época de la globalización y de las comunicaciones que vivimos. La Amazonía es responsabilidad de todos los seres humanos y de sus instituciones. Es uno de los pulmones claves para nuestra supervivencia. No se trata de sustraer esa inmensa zona vital al pueblo brasileño. Sería absurdo. Pero sí de hacer comprender a sus autoridades y a la opinión pública que el mundo no puede asistir impávido a la progresiva destrucción y a la mala administración de ese fenomenal ecosistema del planeta Tierra. Esa debería de ser una de las primeras responsabilidades de unas Naciones Unidas renovadas y auténticas. Pero no sólo de la Amazonía, sino de la progresiva desertización de las orillas del Sáhara, de la conservación de los mares y de los ríos, de las reservas de agua dulce en el mundo entero y de la lucha contra la contaminación y de la emisión de gases nocivos a la atmósfera. Si no somos capaces de cumplir los compromisos de Kyoto es que nuestra actitud es suicida y deberíamos promover una revolución contra el modelo de desarrollo que nos destruye. Porque de lo que no cabe duda es de que la capa de ozono supera todo concepto nacional, internacional o supranacional. Estos términos son obsoletos en nuestro tiempo. Por eso, comprendemos las palabras del Ministro de Educación de Brasil, Cristóvão Buarque, durante un debate en una universidad de EEUU. "Como brasileño, dijo, hablaría en contra de la internacionalización de la Amazonía. Por más que nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio, él forma parte de nuestra historia. Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonía, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás que es de suma importancia para la humanidad". Y así, argumentaba que, desde una ética humanista, debemos internacionalizar también las reservas de petróleo del mundo entero. El petróleo es tan importante para el bienestar de la humanidad como la Amazonía para nuestro futuro. A pesar de eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio. De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado. Y no pocas personas creemos que deberían destruirse en 48 horas los paraísos fiscales del mundo. ¿Acaso no fue ese el tiempo que tardaron en congelar las cuentas bancarias de los sospechosos de tener alguna remota relación con el 11 de septiembre? El ministro Buarque argumenta que, si la Amazonía es una reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar solamente por la voluntad de un dueño o de un país. "Quemar la Amazonía es tan grave como el desempleo provocado por las decisiones arbitrarias de los especuladores globales". Y añade, con gran valentía, "no podemos permitir que las Reservas financieras sirvan para quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación". No duda en declarar que si EEUU quiere internacionalizar la Amazonía, para no correr el riesgo de dejarla en manos de los brasileños, "internacionalicemos todos los arsenales nucleares de EEUU Basta pensar que ellos ya demostraron que son capaces de usar esas armas, provocando una destrucción miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas en los bosques de Brasil". Las grandes potencias que han esquilmado sus bosques, contaminado sus aguas y degradado el medio ambiente en proporciones gigantescas con relación a sus poblaciones, pretenden ahora reglamentar los espacios vitales de otros continentes. En sus discursos, continúa el ministro de Educación de Brasil, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda. "Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños tratándolos a todos ellos sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merece los cuidados del mundo entero. Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, o permitirán que trabajen cuando deberían estudiar, que mueran cuando deberían vivir. Como humanista, acepto defender la internacionalización del mundo. Pero, mientras el mundo me trate como brasileño, lucharé para que la Amazonía sea nuestra". Su lógica es tan apabullante que escandaliza que, en su país, hayan sido criticadas sus palabras. Quizás no sea demasiado tarde para superar las "internacionalizaciones", que siempre benefician a los poderes económicos y financieros que conforman el nuevo imperialismo sin imperio, y para que los responsables del mundo entero asuman como responsabilidad personal que cada parcela de esta Tierra no soporta por más tiempo el trato que le damos. En ello, nos va la supervivencia. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 09/07/2004