Objetivo: el oro azul
Primero fue una lucha por el oro y otros minerales estratégicos. Luego fue por el petróleo (oro negro). Y ahora por el agua (oro azul). Las guerras futuras tendrán lugar en Asia central y el mar Caspio, donde esos recursos siguen siendo abundantes y los gobiernos demasiado débiles para protegerlos, afirma Michael Klare, analista de la doctrina estratégica de EEUU, según un informe de Jim Lobe. Pero sus efectos más apremiantes ya se dejan sentir en el Medio Oriente: el Jordán que quieren controlar los israelíes, y el Eúfrates y el Tigris donde pretenden estrangular a Irak. Klare, profesor de la Universidad de Hampshire, advierte que no sólo EEUU se prepara para esos conflictos, sino que todas las potencias regionales desarrollan planes para aumentar su acceso a recursos vitales para la próxima generación. Así lo explica en su libro Resource Wars: The New Landscape of Global Conflict (Guerras por los recursos: El nuevo paisaje de conflictos mundiales). Desde finales de la Segunda Guerra mundial hasta 1990, el objetivo principal de la estrategia norteamericana consistía en mantener un sistema mundial de alianzas capaz de contener y, si era necesario, derrotar a la Unión Soviética. Con el fin de la guerra fría, el tema de los recursos recuperó su papel central en la planificación militar. Una señal importante de ese cambio es el aumento de ejercicios militares conjuntos de EEUU con ejércitos de países centroasiáticos ricos en petróleo o gas natural, como Kazajistán, Kirgizstán y Uzbekistán. Sin olvidar el designio establecido sobre Ucrania como país clave en el nuevo concierto estratégico que pretende absurdamente prescindir de la antigua Rusia, conflicto del que pronto oiremos hablar. La razón de esos ejercicios no es sólo fortalecer a los ejércitos de esos países y apoyar su independencia de vecinos más poderosos, como Rusia, China e Irán, sino también para afirmar la presencia militar de EEUU en una región que guarda un quinto de las reservas mundiales de petróleo comprobadas. Washington ha reforzado sus vínculos con otras regiones ricas en recursos energéticos, como en el golfo de Guinea, donde la perforación offshore permite a las compañías petroleras explotar reservas de gas y petróleo inaccesibles hasta hace unos años. La Corporación de Inversiones Privadas en el Exterior (OPIC) de Washington realizó su mayor inversión de la historia en Africa al respaldar la construcción de una planta de metano en Guinea Ecuatorial. Al mismo tiempo, Washington contrató a una firma privada de oficiales militares retirados para que elaborara un plan de reestructuración de las fuerzas armadas de ese país de medio millón de habitantes gobernado despóticamente. El Pentágono prepara un programa de ayuda para Guinea Ecuatorial para cuando haya convencido al Congreso de que han mejorado los derechos humanos en ese país. Lo cual no parece fácil pero, si se empeñan, harán que se lo crean. Klare considera el despliegue permanente de la fuerza naval estadounidense en el Golfo, tras la guerra de 1991, como ejemplo de las prioridades políticas de Washington, pero señala que no sólo EEUU trata de asegurarse sus futuros recursos energéticos. De ahí el apoyo que tuvo de tantos países europeos que no podrían subsistir más de tres meses sin el petróleo de la zona; aún a costa de sostener regímenes feudales que violan los derechos humanos como en Arabia Saudita y los emiratos del Golfo. El gran aumento de la demanda de energía en Asia, frenado temporalmente con la crisis financiera de los Estados Dragón en 1997, se reactivó ahora ante crecientes temores de escasez. El mar de China Meridional - que según parece alberga grandes reservas de petróleo - se ha transformado en el objetivo de una nueva "carrera armamentista naval" de media docena de países que reclaman derechos sobre él. Recordemos el incidente del avión norteamericano que vigilaba la actividad naval de China en esa zona cuando chocó contra un caza chino el mes pasado. Pero el petróleo y el gas no son los únicos recursos que pueden ser causa de conflictos, según Klare. La lucha por el agua dulce puede hacerse crítica en los próximos años en vastas áreas que se extienden desde el norte de Africa hasta Asia meridional. Hay estudios que demuestran que en la misma Europa se están comprando y privatizando todos los recursos hídricos. Las cuencas fluviales donde la situación es más grave se encuentran en regiones donde el rápido crecimiento de la población presiona los recursos existentes y el recalentamiento del planeta puede agravar las condiciones de sequía. Como ejemplo tenemos el Nilo, que fluye desde Etiopía hasta Egipto, pasando por Sudán; el Jordán, compartido por Israel, Jordania, Líbano y la Autoridad Nacional Palestina; el Tigris y el Eufrates que fluyen desde Turquía a través de Siria hasta Irak; y el Indus, cuyos afluentes atraviesan partes de India y Pakistán. "Con el crecimiento de la población y el consiguiente aumento de la demanda de agua y alimentos, cada uno de los estados ribereños intentará utilizar al máximo los recursos disponibles", afirma Klare. "Y cuando las acciones de uno de esos estados provoquen una disminución en el suministro de alguno de los otros, las condiciones estarán dadas para un conflicto por la distribución del agua", añade. Acabo de regresar de dar unas conferencias en la universidad de Bagdad en donde padecen un embargo injusto e inhumano que desafía toda lógica. Mesopotamia, el país entre ríos con ricas tierras y enormes posibilidades de desarrollo, sufre una disminución del cauce del Eufrates y del Tigris. Pero al mayor nivel político no ocultan que en Turquía se están construyendo unas presas formidables que forman parte de un plan maquiavélico para, llegada la ocasión, cortar el agua a uno de los países con mayores reservas de un petróleo vital para EEUU y la UE. Si la apreciación parece alarmante recordemos que, durante la guerra Irán-Irak, lo que se jugaba era la salvaguarda de los intereses occidentales. Al igual que sucedió con la trampa de incitar a la invasión de Kuwait para aplastar la economía y el desarrollo del país que mantenía la mayor cobertura social de toda la zona: estudios gratis aún en la universidad, cobertura sanitaria completa y universal; acceso de la mujer a todas las funciones sociales como en ningún otro país musulmán de esa estratégica reserva geopolítica. La guerra por el agua ya ha comenzado aunque todavía sólo se hable de los hidrocarburos. Como resultado, los conflictos se trasladarán cada vez más a regiones con recursos naturales abundantes, que habían sido olvidadas durante la guerra fría. El resultado, dice Klare, es una nueva geografía estratégica, definida por la concentración de recursos y no por las fronteras políticas. Los Estados no importan tanto como los intereses en esta ciega escalada de los poderes económicos sobre los sociales. Padecerán los seres humanos reducidos a meros recursos útiles para ser explotados. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 18/05/2001