Presntos derechos adquiridos
Cuando se reúnen los poderosos del G 8 para hacerse la foto de familia hay algo
que llama la atención, aunque casi no lo comentemos en los medios de comunicación.
Los dirigentes de los siete países más ricos, más Rusia, suelen ser huéspedes
del Presidente en ejercicio de la Unión Europea, y a la reunión suele acudir
el presidente de la Comisión. Pues bien, en la foto de la última reunión,
celebrada en San Petersburgo, podemos ver a nueve hombres y a una sola mujer. En
este caso, la canciller alemana, Ángela Merkel. A estas alturas de exigencia de
concreción política y social de los derechos humanos y de la necesidad de su
reflejo en la práctica diaria casi sobran las palabras.
Pero hay algo más que llama nuestra atención en esa foto: de las personas que
se acepta como normal que sean las más poderosas del mundo, nueve son europeos
o de extracción europea, como los presidentes de EEUU y de Canadá. El único
no europeo es el primer ministro de Japón.
Es evidente que la situación y el equilibrio que refleja esa foto pertenece a
los siglos XIX y XX, no a nuestros días. Y cada día que pase lo será menos y
es justo y oportuno que nos preparemos para corregir esa situación pues supone
caminar en un vehículo de gran cilindrada pero con la mirada puesta en el
retrovisor. Muchos de los cataclismos del pasado se han originado por no haber
sabido aplicar los elementos correctores de la natural deriva de unas sociedades
en marcha a bordo de un planeta azul que, no pocas veces, se diría que este sí,
va a la deriva.
Ese exceso de representatividad que tienen en el G 8 los países de tradición
europea también dominan en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas copando
cuatro de los cinco puestos con derecho de veto: EEUU, Gran Bretaña, Francia y
Rusia.
Asimismo, en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en la Banca Mundial (BM)
los derechos de voto, que significan el auténtico poder, corresponden a un
estado de cosas propio de hace sesenta años, no reflejan la actualidad socio
política y económica. Para nada tienen que ver esos derechos de voto con la
auténtica democracia representativa, cada hombre o cada país un voto, sino con
las cotas de poder económico que a ellos mismos se han dado los vencedores de
una ya lejana Guerra que crearon estas instituciones en Brettons Woods, en 1944,
poco antes de la victoria total y sin condiciones.
Es curioso porque, a pesar de que China e India hayan multiplicado por tres su
peso económico en los últimos veinticinco años, Italia tiene más poder en el
FMI que China; y la pequeña Bélgica más que India. Recordemos: China controla
el 15% de la producción mundial y sólo dispone del 2,9 % del voto en el FMI
mientras que Bélgica, con sólo el 1% de la producción mundial, dispone del
2,1% de derechos de voto. Todo el mundo lo sabe pero nadie se arriesga a ponerle
el cascabel al gato. Cuando un día no lejano las potencias emergentes se
planten y exijan cuentas con todas las presiones a su alcance, la sociedad bien
pensante y establecida los tildará de prepotentes. Así se escribe la historia.
Si observamos la composición de la mayoría de las Agencias de la ONU, y aún
del mundo el deporte, cuando se trata de administrar el poder no se atiende al
equilibrio natural y democrático sino a unos presuntos derechos adquiridos.
No podemos esperar a que se rompa la cuerda porque entonces primarán los
sentimientos por los abusos padecidos durante tanto tiempo. Al igual que está
ocurriendo con los países colonizados por los europeos durante más de un siglo
en África, Oriente Medio y en Asia. Explotamos sus riquezas naturales, abusamos
de su mano de obra, los expoliamos y hasta conseguimos imponerles nuestra
cosmovisión llenándolos de necesidades en gran parte contrarias a sus
tradiciones y formas de vida. Encima, les decíamos que estábamos civilizándoles,
evangelizándolos e introduciéndolos en la modernidad. Los llenamos de cadenas
en nombre de nuestra superior cultura y los abandonamos cuidándonos bien de
continuar controlando sus riquezas de las cuales dependemos para mantener
nuestro nivel de desarrollo, de vida y de despilfarro. Para mayor mofa, los
inundamos con nuestros programas de diversión en cine y televisión y luego nos
extrañamos de que hayan cogido el cayuco o la patera, la mochila o la manta y
se adentren por estas tierras, que tanto les hemos hecho admirar. No hacen más
que devolvernos la visita que les hemos estado haciendo durante los últimos
siglos, y conocen el camino, no tiene más que seguir nuestras pisadas.
No olvidemos que no se trata de innovar sino de reconocer realidades alteradas sólo
en los dos últimos siglos. Nada menos que hasta 1800 China e India controlaban
la mitad de la producción mundial. La influencia de las potencias
colonizadoras, europeas y de Norteamérica se adelantaron en la carrera del
progreso pero ya hace años que han recuperado el ritmo que les correspondía y
con toda razón reclaman el puesto y los derechos que les corresponden. En esa
situación están otras potencias emergentes como Brasil y Sudáfrica y reclaman
un puesto en la mesa de gobierno y administración de los recursos económicos
del mundo. Mejor es atender al diálogo en busca de una negociación justa y con
garantías que esperar a que nos arrebaten por la fuerza lo que les corresponde
por derecho.
José
Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)