Rusia pertenece a la Europa de los pueblos

La OTAN, si no está controlada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas – con todas las reformas que este requiera -, será uno de los peligros más serios para la convivencia de la humanidad en una sociedad global caracterizada por el mestizaje cultural y la interdependencia de los pueblos. Es preciso atreverse a pensar para inventar nuevas formas de convivencia que reemplacen a las que hay que transformar sin vacilar. Como hicimos con la esclavitud, el feudalismo, la Inquisición, el derecho divino de los reyes, los papados beligerantes, las metrópolis y su poder sobre las colonias, entre otras muchas que se tenían por intocables. Muchas instituciones que nos gobiernan han perdido su eficacia y son instrumentalizadas por grupos de presión.
Es preciso inventar un lenguaje nuevo y crear las realidades mientras les damos nombre. Las cosas fueron primero, su para qué después La Federación rusa, al igual que las naciones del Pacto de Varsovia, forman parte de la Europa de los pueblos del Atlántico a los Urales, y como tales es preciso integrarlos en la UE adoptando los planes económicos necesarios para sostener su transformación sociopolítica. Si el Plan Marshall, aplicado después de la Segunda Guerra Mundial, fue un intento de no caer en los mismos errores de los vencedores que dictaron los Tratados de Versalles, ahora es preciso integrar a Rusia en ese proyecto de Casa Común. Aún desde un punto de vista pragmático, será más eficaz y conveniente para el resto de los europeos con el fin de no seguir explotando su catástrofe financiera ni impedir ahora su necesario despegue para administrar con sabiduría sus inmensas riquezas naturales y personales, al igual que se había hecho con la República de Weimar, gobernada por el anciano mariscal Hindenburg. Los términos del Tratado de Versalles fueron infames y las exacciones tan tremendas que condujeron al hundimiento del marco, a una política de rearme acelerado bajo la guía de un psicópata que supo encarnar la aspiración de un pueblo humillado exaltado hasta el fanatismo del III Reich.
Jacques Attali puso de manifiesto los paralelismos entre la Alemania de Weimar y la Rusia post soviética: un gran pueblo, un formidable ejército desmoralizado por los errores de los políticos, una deuda impagable, unos préstamos onerosos que van a parar a manos de mafiosos sin escrúpulos y que luego revierten a las arcas de los bancos occidentales a donde los expatrían, un aislamiento que llega hasta el desprecio y la marginación en una zona, como los Balcanes, en donde cualquier proyecto de paz es impensable sin la implicación de Rusia y de otros países eslavos.
No olvidemos que Rusia es el país más extenso de la tierra, de Kiev a Vladivostok y que las poblaciones de los antiguos pueblos sometidos a la órbita comunista han padecido muchas privaciones y cercenadas sus libertades, pero que están alfabetizados y han tenido acceso al arte, al deporte, al esfuerzo y a la cultura. Han sabido padecer privaciones pero se alzaron como un sólo hombre ante la invasión nazi como antes lo habían hecho ante los teutones. Alexander Niewsky no ha muerto. Por eso se impone desmontar la OTAN como fuerza policial a las órdenes del imperialismo norteamericano y británico que no tardarán en utilizar en otros lugares del mundo en donde se vean afectados “sus intereses”. Esto no quiere decir que la Unión Europea no se dote de las fuerzas militares y policiales necesarias para mantener el orden y defender la justicia, con mando único y estados mayores compartidos. Al igual que debe disponer de una voz unánime en la política exterior que supone la integración de las opiniones de sus miembros y la búsqueda del consenso en aras del bien común y no en el peligroso regreso a las políticas “nacionales”: la Unión Europea o es una Institución formada por pueblos y naciones con una proyección mundial en la búsqueda de la justicia social, del bienestar común y de la solidaridad o es un “instrumento” que abandonarán los mercaderes cuando deje de serles útil para sus intereses. Si en los orígenes del Estado-nación la “razón de Estado” fue la razón suprema, ahora son los intereses de los grandes grupos de poder económico y financiero, representados paradigmáticamente por EEUU, los que se esgrimen como razón la fuerza en lugar de la fuerza de la razón. El gran pueblo norteamericano no se merece los políticos que los gobiernan y los lobbies que deciden sus estrategias de expansión de poder.
Y los ciudadanos de otros países no nos merecemos a los políticos miopes que nos gobiernan sin grandeza, sin capacidad para discernir los signos de los tiempos y sin sentido de la realidad. Van como zombies en la estela del amigo que les ahorra pensar y tomar decisiones. Pero en la sociedad de la información emergen otros recursos y redes que nos permitirán transformar estas sociedades enfermas por injustas y desestructuradas mentalmente.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)