El camino del corazón

Es el camino del coraje, palabra que proviene de cor, corazón. Valentía y cobardía son las dos caras de una misma moneda: el cobarde se deja llevar por sus miedos y se refugia en la aparente seguridad de la razón; el valiente reconoce sus temores y se adentra en lo desconocido. Apuesta por vivir en la inseguridad, con amor, en la confianza; es renunciar al pasado y acoger el futuro.

La inocencia perdida no puede recuperarse pero es posible una nueva inocencia. (In noccere: no hacer daño). Se evitan los peligros y se asumen los riesgos afrontándolos. Aunque la vida no tuviera sentido, tiene que tener sentido vivir.

El corazón siempre está dispuesto a arriesgarse, a asumir los desafíos, no a provocarlos; pues nadie puede ser probado más allá de sus fuerzas.

La mente no es más que memoria. El camino del corazón es creatividad, es ingenio y sentimiento a la vez.

La esperanza no es de futuro sino de lo invisible porque el futuro no consiste en lo porvenir, sino en lo que nos arriesgamos a buscar. No es una realidad, es una hipótesis.

Cada instante debe ser una celebración, sin cálculos ni prejuicios. Es preciso asumir la vida como un juego, ya que nadie nos pidió permiso para nacer. Jugar significa hacer algo por sí mismo, descubrir la luz interna de las cosas. La vida es un don, un quehacer que apuesta por la justicia, por la bondad y por la verdad como experiencia, no como creencia. Es absurdo apegarse a las cosas, como si hubiéramos de llevarnos algo más de lo que trajimos. La única forma de poseer es compartir con alegría.

Hay que vivir apasionadamente, vivir con coherencia, en la frontera del caos. Sugería Nietzsche llevar un caos dentro de uno si queremos alumbrar una estrella. Las instituciones fomentan el ansia de seguridad, para controlarnos. Quisieran ahogar la rebeldía para que no descubramos sus racionalizaciones contra nuestras legítimas ansias de saber y de sentirnos responsables; esa "âpre joie" como la definió De Gaulle, en Le fil de l’épèe, donde trata de las personas de carácter, no los bueyes en que quisieran convertirnos.

La belleza de la vida es su misterio, que siempre nos toma de sorpresa. Una persona se vuelve humana cuando se hace responsable de lo que es. El mayor coraje es ser dichoso, ser libres y vulnerables para que puedan atravesarnos los vientos.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 25/05/2001