El derecho a la diferencia

Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998 y profesor en el Trinity College de Cambridge, se queja en un artículo publicado en The New York Times, del abuso contenido en la expresión "choque de las civilizaciones" vulgarizado por el profesor norteamericano Huntington.

Para Amartya Sen, nacido en India, es absurdo catalogar así a los pueblos porque supone negar la pluralidad de las señas de identidad en el seno de cada sociedad. Cualquier civilización puede contener diversas sociedades y hasta varias culturas. En una civilización conviven diferentes pueblos, con lenguas y religiones plurales y hasta con sistemas políticos y económicos antagónicos.

Sin constituir una civilización sino un Imperio que no duró más de dos siglos, el Británico no tuvo ni unidad territorial pues se extendía por cuatro continentes; unidad de lengua, se hablaban varias docenas; unidad religiosa, iban desde el protestantismo hasta el budismo, el islamismo o el hinduismo; unidad de moneda, ni siquiera del patrón oro; ni una única forma política, había desde monarquías hasta r epúblicas pasando por principados, dictaduras militares y teocracias; ni unidad racial, pues entre sus fronteras se podían encontrar eurásicos, negros, chinos, mongoles, malayos o polinesios. Les mantenía unidos el sometimiento a la autoridad política británica como vínculo para que la soberanía fuera efectiva.

Por eso, ni la Sociedad de Naciones ni la ONU pudieron ser soberanas, por su incapacidad para "hacer cumplir lo mandado".

Amartya Sen parte de un mundo que conoce bien y ante el que los occidentales manifestamos una ignorancia altiva y peligrosa. Decir que la India es una civilización hindú supone olvidar que en ese subcontinente existen más musulmanes que en ningún otro país de la tierra, exceptuando Indonesia.

Es imposible comprender la riqueza cultural de India sin tener en cuenta las profundas interacciones en arte, música, literatura o cocina a través de las concepciones religiosas budistas, jaïnistas, sikhs, parsis, cristianas, musulmanas, hindúes, judías, ateas y agnósticas.

Igual simplificación abusiva se encuentra en la categorización "mundo islámico". El premio Nobel hindú aporta los ejemplos de dos emperadores musulmanes de la dinastía mongol: Aurangzeb y Akbar que reinaron en India. El primero era un musulmán tan intransigente que pretendió convertir al Islam a todos los hindúes y gravar con impuestos a todos los no musulmanes. Por el contrario, Akbar fue modelo de comprensión y de pluralismo. Su corte era multiétnica y había proclamado que "nadie podría ser perseguido por razones religiosas" ya que, en la variedad religiosa y cultural, reposaba la vitalidad y riqueza del Imperio.

Igual podríamos decir de la "civilización occidental" con su pretendido espíritu de tolerancia y de libertades individuales. En pleno reinado del emperador Akbar, cuando éste defendía la libertad religiosa en Agra, hacia 1590, en Europa, la Inquisición hacía estragos en nombre de la religión católica contra los reos de pensamiento protestante, judaizante o humanista.

En 1600, Giordano Bruno era quemado vivo en el Campo dei Fiori, en la Roma de los Papas, por haberse atrevido a sostener ideas copernicanas que ponían en entredicho la versión bíblica de la Creación. Miguel Servet fue quemado por sus ideas en Ginebra por orden de Calvino . En 1591, una mujer escocesa fue quemada viva por usar un analgésico para el parto contraviniendo el mandato bíblico "parirás con dolor". En 1847, cuando James Young Simpson recomendó la analgesia para los dolores del parto fue condenado por los clérigos. Hasta 1956 el papa Pío XII no admitió que la Iglesia ya no se oponía al parto sin dolor.

La principal esperanza de armonía no reposa en la uniformidad sino en el mutuo enriquecimiento. Pretender imponer nuestra civilización a otros pueblos es una agresión a la pluralidad para perpetuar situaciones de poder.

Lo más triste y empobrecedor es que algunos invocan a la divinidad en una imaginaria decisión de "pueblo escogido" (Israel) o de "hija predilecta de la Iglesia" (Castilla, Francia, Inglaterra o Portugal) para en su nombre bendecir agresiones, conquistas, cruzadas y toda suerte de violaciones del derecho de los pueblos a vivir conforme a sus creencias, a sus normas y a sus variadas concepciones de la vida.

Donde no hay libertad no puede florecer la justicia ni una vida en dignidad que merezca la pena ser vivida.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 25/01/2002