Ejemplo de solidaridad y eficacia médica

Un hospital creado por una española atiende al barrio más pobre de Maputo, en Mozambique. Asisten a 600 personas al día en un hospital levantado por la inteligencia, generosidad y tenacidad de la Dra. Concepción Valls. La mitad de las consultas son gratuitas y el hospital ya es autosuficiente. Apenas podían creérselo los habitantes de uno de los barrios más pobres de Maputo, la capital de Mozambique.

A veces, entre la agresión de noticias que nos golpean mostrando la cara más fea de los seres humanos y de las instituciones que se han dado, asoma una entrevista como la que Álvaro de Cózar hizo a la médica española que se afincó en Mozambique desde hace 22 años. Antes, Concepción Valls había trabajado durante 14 años en Honduras como médica pediatra. A sus 60 años, trabaja con entusiasmo demostrando cómo es posible sacar adelante un Centro de Salud en uno de los barrios más pobres de Maputo, un desordenado poblado de casas de paja, rodeado de basuras donde se hacinan unas 400.000 personas.

“Estábamos ilusionados con la idea de hacer la medicina que siempre habíamos soñado, basada en la idea de conseguir salud para todos”, comenta la doctora Valls a nuestro compañero Cózar.

Lo de Concepción Valls no fue una decisión espontánea. Esta barcelonesa siempre tuvo claro que quería viajar y dedicarse a ayudar a los demás con la medicina. Desde niña sabía que eso era lo que le gustaba. Cuando era joven compaginaba su trabajo en una agencia de publicidad con sus estudios de medicina. En cuanto los terminó se marchó con su familia a dos de los países más pobres y necesitados de Latinoamérica y de África.

¿Quién dijo que todo está perdido? Hay gente que viene a entregar su corazón, su capacidad profesional y su alegría al compartir la suerte de los más necesitados. Mientras denuncian las injusticias de un modelo de desarrollo inhumano aportan propuestas alternativas. No basta la compasión sin el compromiso. No bastan la crítica y la rebeldía sino se es capaz de trabajar en equipo para llevar adelante un proyecto ilusionante.

Tras diez años trabajando en un hospital del Gobierno mozambiqueño, Concepción decidió aplicar lo que había aprendido en su propio proyecto. Fundó una ONG, Asociación para la Salud Integral y el Desarrollo Humano, y, en colaboración con el Ministerio de Salud del país, buscó fondos para levantar el centro y dotarlo con los medios de los que podían disponer.

En el proyecto también colaboraron los propios habitantes de Polana, el barrio empobrecido de Maputo. Concepción llegó a un acuerdo con la comunidad para que los más ricos pusieran un euro por la atención hospitalaria con la condición de que los más pobres no tuviesen que pagar nada.

“Ahora el centro es autosuficiente”, dice Valls, “atendemos a unas 600 personas al día, y la mitad de las consultas son gratuitas. Tratamos lo más urgente y tenemos 20 camas para aliviar un poco a otros hospitales de la zona”. 

El centro se ha convertido también en una importante escuela donde 12 mozambiqueños han terminado sus carreras de medicina con la ayuda del Gobierno español, que sirve para pagar a los profesores. Pero los proyectos de Concepción en Polana no se acaban ahí: el centro se les ha quedado pequeño y ahora busca financiación para construir un hospital con 100 camas.  A estas son a las personas y a las asociaciones que la sociedad civil, las instituciones académicas, empresariales y gubernamentales deben ayudar. Ellas son la garantía de que otro mundo es posible, porque es necesario.

La malaria y el sida son las enfermedades que Concepción tiene que combatir todos los días. Ella insiste en la prevención y en la necesidad de conseguir la igualdad de la mujer africana. “Es curioso”, comenta en la entrevista citada, “desde hace tiempo hay muchas campañas para que se use el preservativo y para que las relaciones sexuales se mantengan dentro del matrimonio. Pero es que la mayoría de las mujeres que vienen con sida están casadas. Nadie parece pensar en esto”.

El problema no tiene fácil solución en un país donde la tradición sigue considerando que la mujer es una posesión del hombre que se puede comprar y vender. Por eso, Concepción insiste en que todas las medidas para solucionar los males endémicos de África pasan por proporcionar a la mujer libertad e independencia. Hasta que no se le dé la capacidad de poder decir que no a los hombres, no llegaremos a ninguna solución de futuro, concluye la médica y fundadora y presidenta de una Organización de la Sociedad Civil.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)