Los intereses en el 'mal de las vacas locas'

Por Internet me llegó una interesante reflexión de un médico docente universitario. Alucina al ver a profesionales manejando muestras de tejido cerebral con medidas de seguridad como si estuviesen manipulando algún virus peligroso cuando, para enfermar, tendrían que alimentarse de esos mismos cerebros como mínimo durante años.

Es lamentable oír a científicos hablando de infección y tratando las ganaderías con criterios de epidemia por contagio, cuando se trata de una intoxicación por depósito de priones incapaces de generar respuesta inmunológica. Es como si a nuestro vecino de mesa, después de echarle veneno en la copa, cae muerto y nos ponemos todos en cuarentena por si estamos "contagiados". Si nos envenenamos, no nos hemos contagiado de arsénico. Cierto que las compañeras de una vaca enferma tomaron el mismo alimento, pero de ahí a ese exterminio de ganaderías por no disponer de estructuras suficientes para hacer análisis va un trecho.

La causa del problema de las "harinas" tiene un trasfondo delicado: Las harinas animales para alimentación de rumiantes se sabe que son peligrosas desde que se inventaron. Se buscaba un acortamiento del tiempo que tarda en desarrollar un rumiante. Hay unos piensos a base de oleaginosas y mezclas vegetales que consiguen el efecto de crecimiento y engorde acelerado, y que son seguros.

Esos cultivos no se pueden hacer en el norte de Europa. En ese caso, se beneficiarían los países mediterráneos (España, Italia, Grecia). Los EE.UU. tienen piensos de esa clase, en el Medio Oeste, como para hacer aludes con ellos. Necesitan darles salida como sea.

Si se autorizaban y se potenciaban las harinas animales, los países del Norte no comprarían forrajes a los países del Sur, ni a los EE.UU. Como la producción se incrementaría, coparían los mercados de carne también en los países meridionales. Adiós cabañas del Sur. La lógica del máximo beneficio a cualquier precio.

Gobiernos que supuestamente velaban por nuestra salud y nuestro desarrollo económico autorizaron las harinas animales, perjudicando los cultivos de oleaginosas altamente rentables, por no hablar de la región entera del sur de Europa a la que privaron de una importante fuente económica.

Como aprendices de brujos se les escapó la redoma de las manos. Poderosos intereses económicos atizan la confusión para ocupar el puesto que habían diseñado. Pronto se verán en Europa campañas animando a consumir leche en polvo y carne importados.

Lo terrible es que hay seres humanos que padecen y economías que peligran por la miopía de los gobernantes ante la codicia de algunos.

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 16/02/2001