El caballero siempre libra la batalla
Al
totalitarismo soviético, que ahogó sueños de libertad y de justicia
para los oprimidos, le reemplazó el materialismo del capitalismo
salvaje, inhumano y despótico. Esta es la tragedia: los seres humanos
no han sido respetados como sujetos responsables sino como objetos
productores y consumidores, que “no saben lo que les conviene” y
cuyo destino es obedecer para seguir dando vueltas a la rueda del
molino. Pero esas gentes se alzan porque tienen hambre, porque ven morir
a sus hijos, padecer a sus mayores, contaminarse sus ríos y agrietarse
sus secas tierras; porque se ven empujados de un lado para otro de
acuerdo con los intereses de los poderosos. Es el drama de los pobres de
la tierra, de los desposeídos, de “los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada, los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida; que no son, aunque sean; que no hablan idiomas, sino
dialectos; que no profesan religiones, sino supersticiones; que no hacen
arte, sino artesanía; que no practican cultura, sino folclore; que no
son seres humanos, sino recursos humanos; que no tienen cara, sino
brazos; que no tienen nombre, sino número; los nadies que cuestan menos
que la bala que los mata” , en palabras de Galeano. Esos
millones de seres humanos que vagan por los caminos o están sentados
mientras el tiempo pasa en las aldeas de África, de América y de Asia
y que tanto impresionaban a Kapuscinski, un hombre que vivió y trabajó
en el “paraíso comunista”. Habiendo podido escapar de él, jamás
lo abandonó ni lo denunció en su tiempo. Sólo después de la caída
del régimen polaco de Jaruzelsky, escribió páginas de denuncia y de
tristeza. Pero, en muchas páginas de Ébano y de otros libros, se pregunta por la suerte de estos cientos
de millones de personas que parecen vegetar sin sentido: “Se vuelve
cada vez más importante para el mundo la pregunta no de cómo alimentar
a la humanidad -hay comida suficiente; sólo se trata de organización y
transporte-, sino de qué hacer con la gente. Qué hacer con la
presencia en la Tierra de millones y millones de personas. Con su energía
sin emplear. Con el potencial que llevan dentro y que nadie parece
necesitar”... Son los que los desalmados traficantes de uno y otro
lado consideran “prescindibles”. ¡Pero ahora vivimos en plena
revolución de las comunicaciones! Tan importante como la agrícola o la
industrial pero que corre el mismo peligro: prescindir de las personas más
que como objetos de trabajo o de consumo. Lo que ellos denominan en su
mortífero argot “cantidades despreciables”, porque ni producen ni
acrecientan sensiblemente el consumo, es decir, no producen beneficios.
Y de eso parece tratarse, pues es el objeto social de la empresa, en que
han convertido a la sociedad entera. Pero
hoy, no sólo podemos sino que tenemos que alzarnos en rebelión por
todos los medios a nuestro alcance pues, utilizando la filosofía que ha
animado a todos los déspotas absolutistas, y estos lo son, “la fuerza
es justa, cuando es necesaria” (Maquiavelo dixit).
¿No
está plenamente admitido en Derecho que es lícito resistir ante el
tirano? Pues hoy, el Derecho de resistencia se convierte en Deber de
Resistencia cuando padecen los más débiles. Gracias a la globalización
y a los medios que nos acercan y nos hacen sentirnos vecinos
responsables y solidarios unos de otros. Este caso es similar a la
injusticia contra la que se alzaron en su tiempo, los profetas (puestos
al lado de los pobres de Jahvé), o el Jesús de las Bienaventuranzas, o
el Buda de la compasión y tantos hombres y mujeres que se pusieron al
frente de movimientos para defender a los marginados, a los ninguneados,
a los damnés de la Tèrre.
Cada uno a su modo y sin
que quepan anacronismos reduccionistas. Hoy,
la humanidad está en peligro porque padecen millones de seres humanos,
y de animales, y de plantas y de ríos y de mares y de cielos y de la
misma atmósfera que como pleroma envuelve la vida. Porque lo sabemos,
nunca podremos alegar que no iba con nosotros. Con palabras de Garcilaso
“el caballero que muere en la batalla ya iba herido antes de
librarla”. |
José Carlos Gª Fajardo
Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 09/02/2007.