Pongámonos en pie de paz

No puedo callar, no debo callar. He visto muchas cosas, en muchos lugares del mundo. Por eso, escribe Federico Mayor Zaragoza, ha llegado el momento de reaccionar, de que cada ser humano ocupe el lugar protagonista que le corresponde. De aparecer en el escenario y, todos en pie de paz, ocupar por fin el espacio que durante siglos han ocupado quienes detentaban el poder. ¡Hasta los principios universales que guiaban el comportamiento de la gente han sido arrumbados y sustituidos por los avatares del mercado. Así andamos sin brújula y sin caminos, explota en “La Fuerza de la Palabra”, el libro que recoge lo mejor de su pensamiento y que acaba de aparecer editado por ADHARA.

He llegado a la conclusión, dice en su Introducción, de que sólo tenemos una fuerza: la de la palabra. La que transmite el poder inmenso, creador, inventor, de cada ser humano único. Si nos liberamos, por la educación, si somos, por fin, ciudadanos y no súbditos, si construimos la democracia que representa de verdad la voz del pueblo, entonces transitaremos desde una cultura de imposición, de violencia, de la ley del más fuerte, a una cultura de concordia, de diálogo, de entendimiento, de justicia y de paz.

El hilo conductor de la selección de escritos que a lo largo de los años han reflejado sus estados de ánimo, conjeturas, previsiones, reflexiones, temores y sueños, es la esperanza porque afirma su creencia en la infinita capacidad de la especie humana.

Este sabio de reconocido prestigio universal, doctor en Farmacia y catedrático de Bioquímica por la universidad de Granada de la que fue Rector. Diputado del Parlamento español y Ministro de Educación y Ciencia, Diputado al Parlamento Europeo y desde 1987 hasta 1999, Director General de la UNESCO, es Presidente de la Fundación Cultura de Paz y desde esa atalaya comparte con todas las personas que se alzan contra la injusticia, contra la guerra, contra el hambre y contra la exclusión de cualquier ser humano sus experiencias para que nos sirvan de acicate en la lucha por globalizar la libertad, la democracia, la justicia y la solidaridad.

No podemos callar para que nuestros hijos no se avergüencen de nosotros y nos desprecien porque habiendo podido tanto, nos atrevimos a tan poco. Para que nuestros descendientes, al volver la vista atrás no puedan reprocharnos: ¡Esperamos su voz... y no llegó!

Arranca del 15 de febrero de 2003 porque para él constituyó el principio de la voz del pueblo, multitudinariamente, pacíficamente, expresada contra la guerra. Mayor Zaragoza, desde sus 70 años llenos de vitalidad, de sabiduría nacida de la experiencia y de la reflexión, dice a los gobernantes y a los poderosos de la tierra que aquella movilización tendrá continuidad, -no sólo presencial sino virtual utilizando todos los recursos tecnológicos, incluidos Internet y el SMS-, y que no sólo será voz alta de protesta sino de propuesta, no sólo en contra, sino a favor de los grandes objetivos de la humanidad, tan reiteradamente marginados y conculcados. Las cuestiones económicas y sociales, medioambientales, culturales y éticas serán abordadas por los ciudadanos del mundo que ya no se resignarán conscientes de que la era de la sumisión ha terminado.

Ha terminado, escribe, la era de la indiferencia y del silencio. Ha llegado el día de la rebelión del espíritu, de tener el futuro presente, de situar a los jóvenes en el centro de toda iniciativa y acción. Porque, con palabras de Gabriela Mistral, los jóvenes se llaman “Hoy” y nuestro compromiso es inaplazable, impostergable. Ahora es el momento de utilizar todos los recursos de la “aldea global” para que ocupe la gente el escenario, por fin, el siglo de la gente. Para que otro mundo sea posible es preciso que las manos que se han alzado, en lugar de tenderse, se unan en un esfuerzo común, en una proyección de futuro porque en ello nos va la vida, y la del planeta tierra de la que formamos parte. Hemos guardado silencio, se lamenta. A partir de ahora, hablaremos convocando a todos los seres humanos. ¡La fuerza de la palabra! Para que nadie calle. Para que todos se sepan necesarios y se sientan convocados. ¡Que nadie que sepa hablar siga callado, que todos los que puedan se unan a este grito! Para llevar a cabo la revolución de la fraternidad, la única, escribe, que no se ha tenido la clarividencia y el coraje de acometer, hasta que la “aldea global” la ha hecho posible.

En este Centro de Colaboraciones Solidarias, acogemos estas palabras de vida porque nos sabíamos en marcha, como escribió Unamuno, en el Prólogo a La Vida de Don Quijote y Sancho, conscientes de que en otros mil lugares del mundo caminaban personas hambrientas de paz, nostálgicas de eternidad y ardientes en la más noble de las tareas, la de hacer a las personas felices, esto es, soberanas de sí mismas.

 

José Carlos Gª Fajardo

Este artículo fue publicado en el Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) el 22/06/2005