Apostar la propia vida

Si los límites de mi lenguaje son los límites de mi propio mundo, como apuntaba Wittgestein, es preciso llamar a las cosas por su nombre para no caer en la trampa de una sociedad informatizada en la que se aprueba lo que aparece en los medios de comunicación o en la pantalla sin un serio análisis crítico. Términos como "desarrollo", "mundialización", "globa-lización" y hasta sociedad "virtual" se dan por buenos sin discernir los fenómenos perversos que pueden ocultar.
Llamarse al silencio, puede ser una actitud prudente y sabia para no dejarse arrastrar por el marasmo de las generalizaciones que enajenan la libertad y prescinden del "yo", que es el sujeto de toda relación interpersonal. Sin un "yo" responsable no hay un "nosotros" capaz de actuar con dignidad. El "otro" es siempre "sujeto" que interpela en una relación interdependiente.
Así las palabras de Jesús de Nazaret "tuve hambre y me diste de comer..." alcanzan una radical dimensión y una actualidad que nos sale al encuentro. Son palabras de una realidad in-costestable que explica bien la radicalidad de opciones como las de la Madre Teresa, que supo "ver" las cosas en sí y en relación con su propia naturaleza. De ahí que actuara con la mayor naturalidad y no admitiera estar haciendo nada extraordinario, sino extraordinariamente bien las cosas más ordinarias. Por eso no comprendía que se le quisiera homenajear. Hemos tenido que esperar a su muerte para comprobar que no se ha entendido su mensaje desde el momento en que los pobres fueron excluidos en sus exequias para hacer lugar a los grandes de este mundo. Para colmo, su restos fueron conducidos en un armón de artillería: °Un trono de guerra para un testigo de la paz!.
Los voluntarios sociales son esos "mensajeros de la paz" que comparten la situación de los más débiles de este mundo en una actitud solidaria como respuesta a una desigualdad injusta. Eso va más allá de legítimos componentes religiosos, sociales o políticos: es una exigencia de la naturaleza de las cosas el llegar a hacerse uno con ellas, el saberse... el otro. El hecho de que jamás se alcance la meta , no desasosiega a la persona que ha comprendido el sentido de vivir en el compartir la suerte de los demás como parte esencial de la personal vivencia. Somos en cuanto para los demás y sin esperar recompensa alguna, aquí o en un hipotético más allá.
Esta experiencia desconcierta a algunas personas de buena fe que parecen invertir en futuros y no comprenden que haya muchas personas que hacen el bien sin pretender hacerlo. Es decir, actúan como les dicta su corazón cumpliendo aquellas luminosas palabras "bueno es lo que hace el justo" así como "el sabio es su propia ley" y no se preocupa de andar cumpliéndola porque comprendió que el sábado es para el hombre y no al revés. Las gentes del común se ocupan en que cada día tenga su propio afán y les basta con esto. Por eso son tan celosos de su libertad y tan generosos en su entrega. Han comprendido que, en el amor, nadie desplaza a nadie ni se admiten compartimentos. No es de extrañar que la simplicidad caracterice a las gentes que han optado por vivir en el umbral de la utopía.
Los signos de los tiempos nos indican que estamos en una "mutación" que va más allá de cualquier cambio de edad o de milenio. La naturaleza no se compadece con estos andamiajes de los siglos y de las épocas, los acepta para aliviar la tensión de la espera al no caer en la cuenta que no hay un lugar adonde ir, que la clave está en el viaje. En saberse caminante y camino a la vez, pájaro y vuelo. De ahí también que no haya prisa ni agobio ante la magnitud de lo que falta por hacer: es una cuestión de calidad y de actitud más que un cambio de conductas.
Al fin y al cabo, la virtud más eminente es hacer sencillamente lo que tenemos que hacer. Si la felicidad consiste en poder hacer lo que se quiera, es decir, poder ser uno mismo, el camino más idóneo es querer lo que se hace . De ahí que el voluntariado social, que mueve a tantos millones de personas en los países industrializados, pudiera ser una interpelación radical a nuestro modo de vida con un vivir que tenga sentido.

José Carlos Gª Fajardo