Apuesta por un movimiento social más justo y solidario

Dice Susana Tamaro que "volver a nacer no atañe solamente a las hebras de hierba, a los bulbos, a la linfa que corre por las ramas más abandonadas. Volver a nacer atañe también a nuestros corazones: estar disponibles para reconstruirnos en un orden diferente quiere decir construir un tiempo y un lugar donde realizar la esperanza" .
Los voluntarios sociales entendemos que es posible otro mundo más justo y solidario. El actual, regido por un fundamentalismo económico neoliberal generalizado y por la dictadura de los mercados que tienden sus redes a escala planetaria, se nos presenta cargado de amenazas: La libertad de circulación de capitales, los "paraísos fiscales" y la explosión del volumen de transacciones arrastran a los Gobiernos hacia una carrera para ganarse el favor de los grandes inversores privados. En nombre del "progreso", cerca de dos billones de dólares van y vienen cada día a la búsqueda de una ganancia rápida, al margen de la economía que produce bienes y servicios que crean puestos de trabajo. Produce rubor la naturalidad con la que actúan los responsables de los más grandes escándalos financieros que han conducido a la ruina de naciones enteras y a su arrogancia en nuestro propio país, con la anuencia del poder político. Sus dirigentes eran presentados ante la ciudadanía como ejemplos de los triunfos adonde conducían la política neoliberal impuesta por el pensamiento único: banqueros, empresarios, políticos, periodistas y hasta organizaciones religiosas con inversiones especulativas y en cuentas opacas han mostrado su faz más turbia y enlodada.
La globalización financiera agrava los desequilibrios sociales y menoscaba las opiniones de los pueblos al limitar los controles que corresponden a sus instituciones representativas responsables de defender el bien común. La ciudadanía ve cómo se le cuestiona el poder de decidir sus propios destinos en aras de una transformación presentada como algo inevitable. Así se generan sentimientos de impotencia frente a la incesante desigualdad en las distintas zonas del mundo ante el creciente deterioro de los derechos y conquistas sociales logrados a lo largo del siglo XX, así como el avance de actitudes individualistas, insolidarias y xenófobas.
Las consecuencias de la especulación financiera globalizada se traducen en un constante riesgo para las condiciones sociales de toda la humanidad: Mientras crece la miseria en los pueblos del Sur, en una veintena de países ricos del Norte se desmantelan los poderes de los Estados con un recorte general de la sanidad, la educación y los demás servicios básicos de bienestar social; aumenta el desempleo junto a la precariedad en el trabajo y aparecen nuevas bolsas de exclusión y de pobreza.
Pero contra el fatalismo, instaurado por los propios dirigentes de ese "gobierno del dinero supranacional", surgen alternativas imaginativas y creadoras que nos impulsan a apostar activamente por la esperanza.
En la sociedad civil emergen pujantes movimientos de resistencia global para despertar la conciencia ciudadana y denunciar la complicidad de los gobernantes para exigirles que actúen regidos por la ética, por la libertad y por la justicia social.
Estos movimientos sociales se proponen: poner trabas a la especulación financiera en el ámbito internacional, sancionar la opacidad ofrecida por los paraísos fiscales, controlar la actividad especuladora de los Fondos de Pensiones, promover la transparencia de la inversión exterior en los países emergentes, apoyar la abolición de la deuda externa acumulada por los países más empobrecidos y utilizar los recursos que se liberen para favorecerlos con un auténtico desarrollo.
La movilización ciudadana se plantea como denuncia social dentro del espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que reafirma la legitimidad del "supremo recurso a rebelarse contra la opresión", ya que los ciudadanos tienen hoy un deber ético para ejercitar su resistencia contra la dictadura de los mercados.
Noam Chomsky afirmó que el nuevo milenio ha comenzado con dos crímenes monstruosos: los atentados terroristas del 11 de septiembre y la respuesta a ellos, que se ha cobrado un número mucho mayor de víctimas inocentes. Cada día son más numerosos los pensadores que denuncian el nuevo desorden mundial que enmascara una hegemonía producto del miedo ante lo desconocido, satanizado en la abstracción del terrorismo, sin preocuparse por analizar sus causas. Pierre Bourdieu nos recordaba que el fatalismo de las leyes económicas enmascara una política de mundialización que pretende despolitizar a los legítimos representantes de la ciudadanía. Contra esta política de desmovilización, Bourdieu propugna la acción y el pensamiento políticos de un saber comprometido para encontrar un modo justo de aplicación que se sitúe más allá de las fronteras de los Estados nacionales.
Es necesario construir un movimiento social a escala mundial y coordinar las acciones como una red capaz de asociar individuos y grupos de forma que conserven todos los recursos ligados a la diversidad de las experiencias, de los puntos de vista y de los programas. De ahí la atención que han manifestado los políticos y los grupos de poder ante la movilización del tejido social animado por los más diversos grupos sociales, entre ellos la eficaz actuación, denuncia y propuestas alternativas del voluntariado en los más diversos lugares del mundo.
Al principio, los gobernantes pretendieron apropiarse del esfuerzo y del prestigio de las denominadas ONG, para usarlas como cómplices de sus políticas expansionistas. Después, al constatar la repulsa de las ONG a ser utilizadas, intentaron desprestigiarlas elevando a categoría lo que no eran sino anécdotas de actuaciones equivocadas de personas determinadas. Pero el clamor popular y el apoyo de importantes académicos, intelectuales y profesionales del mundo entero denunciaron las insidias del poder político ante las legítimas manifestaciones de la sociedad civil frente a los oligopolios transnacionales que pretenden dictar las normas de convivencia a favor de sus intereses y al margen del bien común propio de una auténtica democracia.
Desde hace unos años han cambiado su estrategia: compañías transnacionales, entidades financieras y bancarias, políticos de dudosa ejecutoria democrática se han introducido en el mundo de esa sociedad civil emergente en forma de fundaciones para el desarrollo solidario, cuando no en organizaciones "para gubernamentales" al servicio del fundamentalismo imperante, conocido como pensamiento único, nueva economía o globalización neoliberal.
En lugar de trabajar por la erradicación de la pobreza, de la enfermedad y del hambre, por la extensión de la educación fundamental a todos los seres humanos, por el acceso de las mujeres a los puestos de responsabilidad que les corresponden, han dado la máxima prioridad a la “seguridad” a cualquier precio. Así se desvían hacia la lucha contra un terrorismo retro, ingentes cantidades de recursos que servirían con creces para la resolución de los problemas de la humanidad.
De ahí la afirmación del voluntariado social: denunciar las injusticias, aportar alternativas sostenibles, servicio preferente a los marginados cuya suerte hemos hecho nuestra, defensa del patrimonio común ecológico y exigir a Organizaciones Internacionales, como la ONU, la FAO, la OMS y tantas otras que asuman la responsabilidad que legitima su existencia.
Otro Mundo Es Posible, más justo y solidario, y a su construcción nos aplicamos cada día y en cada poro de una humanidad empobrecida en su inmensa mayoría, sin esperar a un mañana paradisíaco que sólo existe como señuelo de etnocentrismos decadentes que se aterran ante la llegada de los nuevos bárbaros. Ahora han hecho de los inmigrantes la diana de sus críticas proyectando en ellos sus propios miedos olvidando que quienes llegan no hacen más que devolvernos las visitas que hemos estado haciéndoles nosotros durante siglos en sus tierras. En nuestro caso, no pocas veces como depredadores y otras muchas en busca de un puesto de trabajo como al que los actuales inmigrantes tienen derecho, pues los bienes de la tierra pertenecen a todos los hombres en una sociedad justamente organizada.
Solidarios para el Desarrollo estará como siempre alerta, asumiendo el riesgo conocido de la primera línea, pues nuestra razón de existir es el servicio a los más pobres de entre las gentes. Si todos nacemos con iguales derechos fundamentales, aquellos a quienes se les niegan constituyen la razón de ser de nuestra asociación. Ellos son, en realidad, los auténticos accionistas de estas sociedades denominadas no gubernamentales.

José Carlos Gª Fajardo, presidente y fundador