Carta del Presidente (2003)

Al presentar la Memoria del año pasado, en la que se da cumplida cuenta de nuestras actividades y de la transparencia de nuestra gestión, quiero proponeros una reflexión sobre el tema del voluntariado social. Entiendo que esa es la clave de SOLIDARIOS para el Desarrollo y, si la perdiéramos de vista y no respondiéramos con coherencia al compromiso que nos puso en marcha, correríamos peligro de perder nuestras señas de identidad. Al menos, gran parte de nosotros nos sentiríamos desarraigados.

SOLIDARIOS nació como respuesta ante una interpelación de quienes padecían una desigualdad injusta. Los proyectos de desarrollo y todos nuestros servicios y actividades tienen que apoyarse en una estructura sólida sostenida por un voluntariado con el corazón a la escucha, preparado y generoso, que no olvida en qué terrenos hunde nuestro árbol sus raíces.

Cuantos más años pasan, más convencido estoy de que, si no actualizamos nuestra formación como responsables del voluntariado, no sabremos discernir los signos de los tiempos, ahogados por tantos mensajes contradictorios, y aún inhumanos en la sociedad de la comunicación.

Cuanto se aporte en este campo que provenga de una experiencia contrastada y de un estudio honesto, nos pertenece y tenemos el deber de darlo a conocer para que no deje de tener sentido la red en cuyos nudos nos sentimos fuertes y responsables.

Había sido Joaquín Gª Roca quién nos había sintetizado el sentido del voluntariado: ser como redes en una pista de circo, para sostener al que cae y devolverlo a su sitio, mientras nosotros pasamos desapercibidos.
Ahora me apoyaré en el Decálogo del Voluntariado que, con tanta profundidad como acierto, nos ofrece Luis Aranguren.

Ser voluntario es pensar y vivir de otro modo. Integrarse en una acción organizada. Sentirse portador de lo inédito inviable. Cargar la voluntad de acción y la acción de determinación transformadora. Pisar a fondo en la tierra de la exclusión para conocerla, saborearla y responder con conocimiento de causa. Creer que los pasos del camino por andar son más importantes que la llegada. Vivir la rebeldía como valor en des-uso y asumir la contra-cultura de la solidaridad. Saber contar con el límite propio y comunitario y aceptar que nuestra aportación es significativa, pero modesta. Es creer en nosotros mismos y en los demás, y en que es posible modificar la realidad injusta. Ser voluntario es agudizar los sentidos; el olfato, sentido de la anticipación; la vista, sentido del asombro; el oído, sentido de la contemplación; el tacto, sentido de la ternura y de la ética del cuidado; el gusto, sentido de la sensibilización; el espacio, sentido de la existencia y en común y el tiempo, sentido de la medida.

Todo un programa que iremos paladeando en los Seminarios y en los Encuentros. Pues nunca me cansaré de repetir que, sin una formación continuada, no hay estructura que resista ni mensaje que no se oxide. En este sentido, os anuncio que, a partir de septiembre, pondremos en Internet y enviaremos por email a quienes se inscriban, un Cyberseminario de la Solidaridad que dirigiré para que todos podamos poner a punto nuestros conocimientos y el espíritu que anima nuestras actividades. Así, en seminarios y reuniones de grupo, podréis reflexionar cada semana sobre un tema y compartir vuestras experiencias.

Recordad que el voluntariado como fenómeno sociológico nació hace unas tres décadas entre jóvenes desencantados de las ideologías. Después se fueron incorporando personas de toda edad y condición, muchas de las cuales ya estaban trabajando en ayuda de los más necesitados.

Y como ser joven es mantener la capacidad de asombrarse y de comprometerse en una actividad que supere nuestra contingencia, no es de extrañar que el auge del voluntariado social haya encontrado entre ellos un apoyo solidario y generoso que desborda todo cálculo o disimulo.

Se saben en el umbral de la Utopía, no más allá, porque todavía no se conocen las leyes del caos. Pero sí se saben dominados por la pasión por la justicia y son capaces de imaginar escenarios que ellos harán posibles, porque son necesarios. Toda Utopía comenzó siendo una verdad prematura.

Hoy la situación de millones de seres humanos se hace insoportable y muchas personas, con la complicidad de los medios de comunicación, se saben vagabundos de Internet capaces de hacer realidad lo que han soñado. Pues todo lo que es grande se hace realidad porque alguien lo soñó primero y, junto con otros, pusieron los medios porque muchas veces no sabían que era imposible. 

Junto a las amenazas de grupos terroristas, se expande la fe en una sociedad más justa y solidaria, más consciente de que forma parte del medio ambiente y que constituye una inmensa fraternidad en la que los jóvenes se saben banda de hermanos. Admiran a las personas capaces de comprometerse con ideales generosos y pasan de ideologías que hacen del ser humano un objeto de mercado, de fascinación o de intercambio. No quieren ser considerados como "recursos" pues rechazan el ser objetos para fin alguno sino que todo ser humano es un fin en sí mismo y, por lo tanto, de valor inconmensurable.

Rechazan la guerra, los paraísos fiscales, los grupos de poder que controlan un modelo de desarrollo inhumano e injusto en el que se confunde valor con precio. Se alzan cada día más numerosos contra la explotación del hombre por el hombre, y de los nuevos imperialismos sin imperios sobre el resto de la humanidad que habita tierras ricas en lo que ellos denominan "recursos", buenos para ser explotados. Asumen la globalización como una conquista de nuestros días conseguida por la ciencia y hecha posible por las técnicas. Y que acerca a los seres humanos de cualquier rincón del planeta haciéndonos sentir responsables solidarios unos de otros. Por eso, no preguntan por quién doblan las campanas pues saben que doblan por todos nosotros. Pero se alzan y se echan a la calle en manifestaciones de millones de personas ante esta gestión financiera y mercantilista de una globalización que permite a los condenados del mundo hacer escuchar su grito contra la injusticia y su convocatoria a unas formas de convivencia más cordiales y más humanas.

Desean participar en la cosa pública, sabiéndose cada uno igual a los demás y que todos juntos pueden más que los mandatarios en quienes han depositado su confianza dispuestos a retirarla cuando se sientan engañados. Hoy, en la sociedad de la comunicación, ya no se puede engañar a muchos durante demasiado tiempo. Los jóvenes lo saben y entusiasman y convocan a más personas mayores que corrían el riesgo de resignarse. Ni unos ni otros desean que sus descendientes sientan vergüenza de ellos porque, habiendo podido tanto, se hayan atrevido a tan poco. Ya es común la conciencia de que en el futuro no nos juzgarán tanto por nuestros fallos como por los pasmosos silencios que nos hacen cómplices de crímenes contra la humanidad, contra el medio ambiente y contra la esperanza.

Sí. Saben que es posible la esperanza porque es posible decir no y ponerse en camino junto a millares de personas que no quieren resignarse a ser piezas en un tablero, ni objetos de mercado y de consumo. No se alzan contra la autoridad sino contra la prepotencia de tiranos, de oligarcas y de demagogos. Un sentimiento les invade de que hoy es siempre, todavía. Saben que nadie nos había prometido que fuera fácil pero también dicen que, si nadie tiene que mandarnos, ¿a qué esperamos?

El agradecimiento de la Junta Directiva se hace patente cada día reconociendo la labor bien realizada, sugiriendo posibles mejoras y corrigiendo las derivas cuando es necesario. Pero siempre con un espíritu de solidaridad y de esperanza porque estamos convencidos de que, entre todos, podremos si creemos que podemos.

José Carlos Gª Fajardo, presidente y fundador