Carta del Presidente (2005)

Al avanzar en el vigésimo aniversario de las actividades de Solidarios para el Desarrollo, nacidos y radicados en la Universidad Complutense, quiero afirmar los fines fundamentales que figuran en nuestros Estatutos -y que figuran en otra página- con el propósito de que nadie se desoriente olvidando nuestras raíces. Fieles a ellas, hemos progresado y llevado a cabo acciones eficaces, reconocidas por la sociedad. Miles de voluntarios han entregado su tiempo y capacidades en servicios sociales imperecederos. Cada recién llegado camina sobre los hombros de cuantos les hemos precedido y no tendría sentido deslumbrarse porque algunos servicios puedan despertar más interés en los medios. Esa sería una vanidad estéril y en abierta contradicción con la esencia de una asociación humanitaria sin ánimo de lucro ni de oropeles. Nosotros sabemos quiénes somos, qué y cómo lo hacemos Todos somos responsables porque nos sabemos obligados por lazos de reconocimiento mutuo, que son superiores a los del frío deber porque nacen de un vínculo entre nosotros y las demás como personas. Que esa es la auténtica solidaridad, hacer propias las necesidades y los goces ajenos.
Coincidiendo con la firma del Convenio entre la Universidad Complutense y Solidarios para el Desarrollo, que expresa el reconocimiento por la Autoridad Académica de nuestras actividades y fija las obligaciones mutuas en un contrato revisable y prorrogable cada cuatro años, es de justicia expresar nuestro agradecimiento a esta Universidad sin la cual yo no sabría imaginar la andadura de Solidarios, al tiempo que quiero reflexionar sobre el sentido del auténtico desarrollo. Ya hemos reflexionado sobre la solidaridad, clave de nuestra concepción de la vida y de la actitud que debe informar nuestra conducta. Pero el concepto del desarrollo ha sido manipulado al servicio de intereses económicos que han hecho de la cooperación para el desarrollo un nuevo colonialismo, asimilable, según D. Crocker, a la esclavitud o a la guerra. Peor que el de los Estados del Norte sobre el Sur porque aquellos aún se ocupaban de algunas actividades sociales pero los intereses de los grandes capitales son ciegos, ocultos e insaciables, llegando a actuar como auténticos terroristas inhumanos por despiadados. Esa forma de terrorismo más letal aún que las conocidas y justamente condenadas habría que incluirla en las listas de terrorismos perseguibles por la ONU.
Amartya Sen, premio Nobel de Economía, afirma que el desarrollo humano consiste en un proceso de expansión de las libertades reales de los individuos, de tal manera que cada ser humano esté en disposición de poder desarrollar todo su potencial como persona, de poder poner en práctica todas sus capacidades. Frente a las concepciones utilitaristas y economicistas que asimilan el desarrollo con el crecimiento económico, el desarrollo humano sostenible (DHS) pone el acento en otras dimensiones tradicionalmente olvidadas. El consabido cuento de tratarnos como recursos humanos y naturales para ser explotados laboralmente con el fin de obtener los mayores beneficios. Esta es la lógica del mercado: cuanto más, mejor.
Sugiere el Profesor Goulet que cualquier concepción adecuada del DHS debería incluir estas seis dimensiones:1) un componente económico que trate la creación de una riqueza auténtica y mejores condiciones de vida material, equitativamente distribuidas; 2) un ingrediente social medido en términos de salud, educación, vivienda y empleo; 3) una dimensión política que abarque valores como los derechos humanos, la libertad política, la emancipación legal de la persona y la democracia representativa; 4) un elemento cultural que reconozca el hecho de que las culturas confieren identidad y autoestima a las personas; 5) un medio ambiente sano; 6) el paradigma de la vida plena, referido a los sistemas y creencias simbólicas en cuanto al significado último de la vida, la historia, la realidad cósmica y las posibilidades de trascendencia.
Con esta dimensión social del Desarrollo estamos de acuerdo siempre que se atenga a las cuatro normas también básicas para nosotros: que sea endógeno, sostenible, equilibrado y global. Con esta dimensión multidimensional del desarrollo, hemos participado en el III Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo organizado por nuestra Universidad Complutense. En Solidarios, trabajamos por una universidad transformadora, que actúa en la promoción del DHS adaptando y transformando las tendencias de la educación universitaria más consciente de sus responsabilidades sociales en un contexto global y dinámico.
De ahí que las actividades de una ONG u Organización de la Sociedad Civil (OSC) como cada vez más personas prefieren denominarlas, sea inconcebible sin una Ética como saber que nos orienta para tomar decisiones justas y felices, en palabras de Adela Cortina. Las actividades son prácticas corporativas en las que distintos agentes sociales cooperan para obtener los bienes internos que dan sentido y legitimidad a esas prácticas. La Ética del Desarrollo ya es una disciplina académica que se pregunta ¿qué entendemos por Desarrollo? Ese nombre no es descriptivo, sino valorativo, por eso nos quedamos sin saber nada de lo que es sino se describe. Si es crecimiento económico, es un modelo de desarrollo economicista y corre el peligro de confundir medios con los fines del desarrollo. Este tiene unos bienes internos que se manifiestan en metas y en principios. Las metas: reconocer que no se pueden imponer a otras formas de vida que consideremos buenas para nosotros. No es legítimo porque el Desarrollo es una actividad interdisciplinar que tiene que satisfacer exigencias básicas de justicia para desarrollar planes de vida felicitante. Hay que humanizar el trabajo, empoderar a la gente para aumentar su autoestima, su esperanza y los medios de vida necesarios. De ahí que los Principios sean tres: 1) el Desarrollo es un fin en sí mismo, no es un medio para alcanzarlo; 2) es preciso tener en cuenta las opciones de los afectados porque su participación es indispensable para la toma de decisiones y 3) asumir la responsabilidad porque somos responsables de una naturaleza vulnerable.
Es preciso superar nuestra tendencia a considerar mejores nuestros valores en lugar de dialogar y de aprender de las tradiciones vivas de culturas diferentes que nos pueden enriquecer y mejorar nuestra relación y nuestros vínculos.
No podemos olvidar que cada uno nos hacemos personas porque otros nos reconocieron como tales. Tantas veces recordamos en Solidarios ¿qué sería el uno sino fuera por el dos? ¿Qué sería de mí sino fuera por tú? Sobre todo, alguna gente joven no formada parece tener un temor a las obligaciones que confunden con los deberes, que son impuestos. Obligación proviene de ob-ligatio, cuando uno descubre que tiene un vínculo con otra persona. Cuando reconocemos el lazo o vínculo con otras personas nos sentimos obligados porque ese sentimiento brota del corazón, no hay que forzarlo. La auténtica felicidad y no el bienestar efímero de la epidermis, no se logra sino por el descubrimiento de la obligación que tenemos con otras personas.
Por eso, Solidarios ha nacido y se desarrolla en la Universidad. Podría haber sido de otro modo, pero esta ONG es así y respetará y exigirá a todos el cumplimiento de las reglas de juego propias de nuestro ámbito. Nosotros seremos fieles a nuestros principios y a nuestro estilo. La universidad es universitas y su misión es formar profesionales que respondan a las necesidades de los pueblos. No nos encerramos en una torre de marfil dedicados en exclusiva a la investigación o a la docencia. No pretendemos limitarnos a transmitir conocimientos sino a compartir los saberes porque el que tiene sabiduría es el que sabe hacia donde encaminar los conocimientos. Creemos en la universalidad del saber y de la humanidad, por eso queremos recuperar esa cultura universal y no caer en la fragmentación de los saberes que hacen a unos pueblos engreídos y a otros esclavos. De ahí, que nos hayamos comprometido en la conversión de esta universidad de mercado, que genera títulos y busca fondos para subsistir, en una universidad que hace de la búsqueda de la sabiduría, de la formulación de los conocimientos y de la aplicación de las técnicas el eje de su actividad para favorecer las relaciones y la implicación de docentes y de estudiantes en los valores de la justicia y de la solidaridad.
Esa es nuestra responsabilidad como voluntarios sociales y como universitarios. La responsabilidad que no surge de firmar contratos sino de responder por otro porque uno ha descubierto el vínculo que nos une y que origina una obligación solidaria. La clave de la vida social y de los Derechos Humanos no es el contrato individual sino el reconocimiento de que los otros también tienen esos derechos morales que anteceden a cualquier legitimación jurídica. Afirmamos que tenemos un vínculo los humanos y por eso tenemos que recuperar el mutuo reconocimiento y no temer a las obligaciones que, en su ámbito, también tenemos con los animales y con el medio ambiente pues al fin y al cabo, formamos parte del universo. Como gentes del Norte queremos regresar del Sur con las lecciones aprendidas para cambiar nuestros hábitos y transformar nuestras vidas, ya que lo que empieza como estrategia puede terminar en Ética
Al firmar esta carta como Presidente, quiero expresar mi reconocimiento a cuantos hacen posible nuestra andadura con generosidad, esfuerzo, y también contrariedades y alegrías. Juntos, podremos, si creemos que podemos.

José Carlos Gª Fajardo, presidente y fundador