El Preso número Veinticinco

"De aquí no se va nadie... ni por abajo ni por arriba"
Porque antes hay que resolver este enigma del dolor y de la injusticia de millones de personas en el mundo. Hace unas semanas un grupo de Solidarios salió rumbo al Camerún y al Gabón llevando un cargamento de medicamentos como parte del Puente Solidario que ya funciona con varios países del Sur empobrecido.
En Yaoundé fue decisiva la colaboración de nuestro Embajador y del personal de nuestra Embajada. Nos pusieron en contacto con la Dra Anne Daban que coordina la distribución de medicamentos y trabaja con un equipo de la Fundación Idente. Recibieron las cajas de medicamentos que abrían maravillados por la calidad de su selección. Veníamos agotados de la visita al Centro Jamot al cual irán buena parte de esos medicamentos a través de dos catalanas maravillosas, Ester y Fidela de la Fraternidad de Betania. Sencillas y eficaces en sus sesenta años largos de los cuales más de veinte los han empleado en atender a los enfermos de lepra, de tuberculosis y del SIDA de esos barracones que, junto al edificio de la Televisión, acogen a enfermos en yacijas increíbles. No hay ropa, no hay cocina, no hay comida, no hay servicios higiénicos. El que tiene algún familiar, lo cuida y le cocina lo que puede con una diminuta bombona que tiene junto a la cama. Lava sus heridas y sus harapos, moja su frente con agua contaminada. Jamás había visto tanta postración, tanto dolor, tanto abandono. Los leprosos extendían sus manos sin dedos o sus muñones para acariciar las nuestras y mostrarnos su alegría al saber por Ester que éramos portadores de medicamentos. Los tuberculosos abrían sus ojos inmensos e intentaban sonreír como los enfermos del Sida, alguno de los cuales se abría por la piel de todo su cuerpo mientras una mujer le aplicaba paños con agua para aliviar su tormento.
Tengo una buena resistencia pero confieso que tuve que apoyarme en mi hijo Alfonso y pedir fuerzas para no desmayarme. Una leprosa se empeñó en cantarme y bailar conmigo para celebrar su alegría. Y logré hacerlo ante la sonrisa de esas mujeres que los visitan cada día, les llevan la comida que pueden y les administran los pocos medicamentos que consiguen. Prometimos toda la ayuda que pudiéramos a través del Puente Solidario
En la cárcel de Yaoundé hay dos mil presos que sólo reciben un poco de arroz al día y más del 80% no tienen quien les puedan llevar comida o medicamentos. Ester, Fidela y Anne forman parte de un equipo con el capellán de la prisión y algunos otros voluntarios que les preparan 600 bocadillos diarios de sardinas o de lo que encuentran, que los visitan en sus celdas cuando están enfermos y les administran los medicamentos pastilla a pastilla porque en pocos lugares funciona un mercado negro de medicinas como ahí y en Jamot. Consuelan, escuchan, lavan, atienden, animan. Es increíble verlas caminar por aquellos patios y corredores. "Tienen una gran autoridad y el respeto no sólo de los presos sino de todos nosotros", me diría el Director de la prisión.
Con ellas visitamos el Corredor de los Enfermos y ahí el ánimo se hacía trizas ante tanta miseria y ante tanta necesidad. Como uno nunca sabe de lo que es capaz hasta que se pone a ello, las fuerzas renacieron cuando visitamos el Corredor de la Muerte donde esperan su sentencia capital 32 condenados. Veinticuatro de ellos han formado la Fraternidad M. Kolbe. Cada mañana y cada tarde se reúnen para cantar y orar en un ángulo del corredor que llaman de la Esperanza. Cuatro de ellos llevan 18 años en capilla y hasta hace muy poco todos llevaban cadenas en los pies.
En uno de esos momentos que valen por una vida les propuse vincular su Fraternidad a Solidarios y me aceptaron como el preso número 25. Cantaron y bailaron. Ester y nosotros conteníamos la emoción. Los elegimos como nuestros predilectos en la ONGD así como el Corredor de los Niños donde unos cuarenta jóvenes de 13 a 17 años purgan sus delitos sin separación alguna de los adultos. Imagínese el lector. Otro día hablaré de Adela, que a pesar de su enfermedad atiende como enfermera a los más pobres de entre los pobres.
Decid a las gentes que vale la pena pasar las penalidades que sean en un viaje duro por el privilegio de conocer a estas gentes y ostentar con orgullo el título de Preso Número Veinticinco.

José Carlos Gª Fajardo