Estuve en la cárcel y me visitaste

"Los niños españoles ven cada semana en televisión una media de 670 homicidios, 848 peleas, 420 tiroteos, 15 secuestros de menores, 11 robos, 8 suicidios y 30 imágenes de torturas, entre otros actos violentos," según un estudio realizado por la Asociación de Telespectadores y Radioyentes. Es preciso recordar que, en España, el 96'6 por ciento de los escolares ven diariamente la televisión, al menos, unas tres horas siendo esa la primera actividad de ocio de los escolares, según un estudio de la Unesco. Para la CE es imprescindible "evitar los programas que atenten contra el desarrollo moral
de los niños". Lo más terrible es que los niños entre 2 y 5 años pasan 25 horas a la semana delante de la pequeña pantalla.

Estos datos son escalofriantes si los unimos a las encuestas que nos llegan de los Estados Unidos que demuestran que, cuando los jóvenes llegan a la Universidad, han pasado más horas delante del televisor que en la escuela, haciendo deporte o conviviendo con sus familias.

Ante estos datos se impone una reflexión: Es comprensible la conmoción que se ha producido con el crimen de las tres jóvenes de Alcaser. Violación, tortura y asesinato nos estremecen hasta los gritos de silencio que se expresan en una renovación de nuestra entrega al servicio de los demás, sobre todo a los m s necesitados y marginados sociales.

Y esa indignación ética nos lleva a reafirmarnos en nuestro servicio diario a los presos, como voluntarios sociales, para sostenerlos y ayudarlos en su reinserción en la sociedad. Pues ese es el fin primordial de las cárceles: reeducación y reinserción. El castigo que conlleva la pena debe formar parte de esa corrección propia de un Estado de Derecho para la afirmación y defensa de los principios fundamentales del derecho a la vida, a la libertad, a la justicia y el derecho a la felicidad.

Y el interno en una institución penitenciaria conserva sus derechos fundamentales y no podemos convertir en venganza y en reclusión, apartándolos de la sociedad, lo que debe ser una tarea de educación y una toma de conciencia de nuestra responsabilidad solidaria en esa tarea social que no sólo compete al Estado, sino a todos los hombres de buena voluntad

Por eso alzamos nuestra voz y gritamos nuestra protesta ante la hipocresía de tantos políticos que amenazan con una drástica reducción en los permisos de salida a los internos como si con eso pudieran acallar sus conciencias. Y en este capítulo hay que incluir la complicidad de algunos medios de comunicación social que han caído en un reduccionismo lleno de morbosidad y de ligereza en el tratamiento de este tema.

Pretender que, acabada la ocasión se termina el peligro, es como decidir que no salgan m s coches a las calles por la cantidad de muertes y de accidentes que a diario se producen en nuestras carreteras. El tema es de educación y de medidas preventivas que no de castigos y de drásticas medidas que pueden producir más daño que bien a millares de personas.

Me explico. Es preciso recordar que, en números redondos, en el año 92 las instituciones penitenciarias han concedido cerca de 50.000 permisos de salida a los internos para su progresiva reinserción en la sociedad adaptándose a la vida en libertad una vez cumplida su condena. De estos 50.000 han quebrantado esos permisos menos de cien internos, de los cuales, no han vuelto a cometer delitos menos de 50, regresando a sus prisiones m s de 49.950.

Cierto que, entre algunos de los m s execrables violadores y asesinos se encontraban unos reclusos que quebrantaron esa confianza que la sociedad tiene que poner en ellos para que recuperen su autoestima y se puedan convertir en hombres y mujeres de provecho que han pagado su delito y tienen todo el derecho a una nueva oportunidad.

Queremos, desde estas páginas, alzar nuestra voz contra la hipocresía que supondría ignorar nuestra cota de responsabilidad en las causas que han llevado a muchos de esos internos a las cárceles. Que no se trata de ignorar la
necesidad de poner todos los medios para discernir qué reclusos no están todavía preparados para esa humanitaria medida de reinserción social. Que se deben utilizar los medios médicos, de ayuda psicológica y de toda índole para llevar a cabo esa tarea. Pero de ah¡ a tratar a todos los presos con presuntos homicidas o violadores, a reducir torpemente la concesión de esos permisos, retardando su concesión - lo cual es una forma de irritante injusticia- y sobre todo la pretensión de conceder a la administración una prerrogativa que sólo debe corresponder a los jueces, va un abismo que no puede producirse. En España tenemos una de las legislaciones penitenciarias m s progresistas de Europa. No vayamos a actuar visceralmente por más que nos repugnen y duelan los acontecimientos recientes.

Hay cerca de 40.000 internos en nuestras cárceles. No vayamos a cometer una injusticia mayor para acallar una mala conciencia que sólo se resuelve en una mayor dedicación y en una más inteligente y humanitaria actuación en el tratamiento de estos hombres y mujeres que están pagando sus delitos.
Nosotros, como voluntarios sociales que colaboramos en las cárceles, seguiremos abriendo nuestras manos y nuestros corazones a estos marginados que tiene derecho a una reinserción y a la recuperación de su autoestima y dignidad.

José Carlos Gª Fajardo