Horizonte desgarrado
Ya vuelan las cartas y los faxes anunciando
la llegada de los voluntarios de la ONG hacia catorce países de
América y de África durante las vacaciones de julio y de
agosto. Aunque haya que viajar a través de Amsterdam, Groenlandia, Canadá y los EEUU para llegar a Guatemala, vale la pena. Parte de la emoción del viaje consiste en las peripecias y en superar las dificultades. Como el grupo que tuvo que aguantar, en julio pasado, tres días de nieve en los Andes cuando viajaban desde Buenos Aires a Santiago de Chile. Al cabo de los años, me he encontrado con numerosos profesionales que me recordaban sus experiencias de voluntariado con la ONG en América como decisivas en su formación y en sus vidas. Recuerdo una frase que me impresionó cuando acudía a mi trabajo en Nueva York, hace ya muchos años: "Perfection is not an accident". La perfección no es un accidente sino la resultante de fuerzas que actúan en una dirección conducidas por una inteligencia responsable. Pretender que, durante tantos años, centenares de jóvenes hayan prestado su servicio en tantos lugares de América con eficacia y provecho no puede ser fruto de la improvisación ni del acaso. Si los Seminarios de Solidaridad son fundamentales para formar a los voluntarios. Si las dos horas de servicio a la semana son imprescindibles para hacer aquí, "a la vuelta de la esquina", lo que pretendemos hacer allá. No es menos cierto que los Encuentros de fin de semana, que tienen lugar en algún lugar de la Sierra o en alguna histórica ciudad, para docenas de jóvenes que vienen de diversas Facultades de España, son capitales para formar los equipos que van de ser enviados a América o a Africa. El próximo Encuentro hace el número cuarenta de los celebrados cerca de Madrid. Se comparten experiencias, los más antiguos cuentas sus viajes,la gente se conoce, dialoga,se divierte y sale a conocer la ciudad o a caminar por el monte o se sienta junto al fuego o bajo las estrellas. No hay nadie que no asocie un Encuentro de Solidarios a un paseo por la nieve, una hoguera para las anécdotas, un sentada cubiertos con ponchos bajo un cielo lleno de estrellas, una canción, unas copas, la charla de algún profesor cordial o unas sevillanas bailadas y coreadas en un ambiente inimaginable unas horas antes en los pasillos de la Facultad. Muchas amistades fuertes se han forjado en esos Encuentros. Una de las cosas que más impresionan es "reconocerse" y comprender que no estamos solos ni somos tan diferentes. Allí se descubre que "uno no sabe de lo que es capaz hasta que se pone a ello" cuando ve a otros como él o como ella que han estado en lejanos países, que han servido con alegría, que han hecho amigos y han dejado un equipo desarrollando los proyectos que ellos han ayudado a poner en marcha. Esa es la clave: no ir a ayudar sin más sino a servir y hacer comprender que ellos también pueden porque nosotros somos gentes corrientes con corazón. De ahí la importancia de formar grupos afines y complementarios. Ni más ni menos de cuatro, como me enseñó Voillaume y la experiencia me ha confirmado sin cesar. "Los que quepan en un taxi", solemos decir, para no abusar demasiado de la generosidad de nuestros anfitriones. Se desbordan en atenciones y es preciso dejarse querer pero también conservar la autonomía pues no somos misioneros sino personas normales que habremos de regresar a nuestras ocupaciones y dar testimonio de lo que hemos vivido. Sin acritud pero sin ambajes. Hay silencios culpables y hay denuncias proféticas. Pero la más eficaz es el servicio a los más pobres, a los que no son nada, a los marginados por la sociedad aquí o allá o donde sea. Porque el Sur no es un espacio geográfico sino una dimensión del alma. El Sur somos nosotros y puede estar en nuestro propio corazón o en nuestro propio ambiente. Una de las cosas que más nos enriquecen en esas experiencias de servicio, de solidaridad y de audacia es que se nos abren los ojos y "vemos" donde antes no veíamos aunque mirásemos. Ahora, nuestra mirada se vuelve al continente africano. Parece como si miles de manos se extendiesen para desgarrar el horizonte e invitarnos a compartir su realidad. Conocerlos, respetarlos, para mejor servirlos y ayudarlos a ser ellos mismos. No hay nadie a quien "civilizar" ni modelo de "desarrollo" que exportar. No basta con lamentarnos ni con denunciar es preciso arrimar el hombro. Al menos nosotros no podremos decir que "no sabíamos nada" porque, desde aquí, esas manos que desgarran el horizonte se tienden hacia tí y te llaman por tu nombre. |
José Carlos Gª Fajardo