Información subversiva

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publica cada año, desde 1990, un Informe sobre la situación de los habitantes del planeta cuya lectura es apasionante y al alcance de cualquier persona de mediana cultura. Su reflexión no debería de faltar en ningún centro de enseñanza pública o privada, en el bachillerato y en la universidad, cualquiera que sea la rama del saber porque las conclusiones del Informe 1998 nos afectan a todos los seres humanos. También convendría que los responsables de las diversas confesiones religiosas y asociaciones filantrópicas acometieran su reflexión porque afecta a la justicia social que precede a cualquier forma de beneficencia, de cooperación o de solidaridad.

Lo que se debe en justicia no se puede ofrecer en caridad, ya que la solidaridad es la respuesta ante una desigualdad injusta. Más allá del altruismo está la reciprocidad. Por eso se impone hablar menos de cooperación con “el tercer mundo” y preguntarnos más por qué los pueblos empobrecidos del Sur pasan hambre de alimento, de salud y de educación cuando todos los estudios demuestran que son erradicables en menos de diez años.

Es tarea de los Gobiernos controlar las injusticias de los poderosos y formar a los ciudadanos en una conciencia social básica. Lo que no hagamos en justicia nos será arrebatado por la fuerza.

Llama la atención el interés de algunos gobernantes de países industrializados por incluir en sus desplazamientos al “tercer mundo” visitas a proyectos de cooperación desarrollados por ONG con fondos de los impuestos de los ciudadanos. Parece el síndrome de Lady Di. Los responsables de las Agencias de Cooperación deben controlar por los medios adecuados los proyectos que financian. ¿Pero es necesario el despliegue de los medios de comunicación para hacerse la foto con posible rentabilidad política? ¿Acaso no es obligación de los gobernantes mantener relaciones de igualdad, de justicia y de complementariedad con sus homólogos de esos pueblos? Esa es la función del gobernante y no recibir el aplauso por las donaciones mientras, por otro lado, les vendemos armas y les colocamos nuestros excedentes de producción. Quizá haya que desarrollar más justicia y menos “cooperación”, en el sentido más equívoco del término.
Basten unos datos que deberían movernos a preguntarnos cómo podemos participar en este desafío que hoy es posible gracias a los avances tecnológicos y a alguna de las ventajas de la mundialización.

Las 225 personas más ricas del mundo poseen tanto como el 47% de la humanidad, es decir como 2.500 millones de seres humanos. Lo terrible es que en el Informe de 1997 se precisaban 358 multimillonarios para alcanzar esa cifra.
El 18% de la población del planeta, los enriquecidos del Norte sociológico, controlan más del 80% de los recursos de la tierra. Pero hay que decir que el 20% más pobre de la humanidad no tiene acceso más que a un 1% de esos bienes. En el Informe anterior los pobres alcanzaban a un 1’4%.

Las tres personas más ricas del mundo, Bill gates, Warren Buffer y el sultán de Brunei, poseen bienes que superan el Producto Interior Bruto sumado de los 48 países más empobrecidos. Con lo que se gastan los norteamericanos cada año en cosméticos (8.000 mil millones de dólares) se podría dotar de enseñanza básica a todos los seres humanos que carecen de ella (6.000 MM$).

El gasto militar en el mundo fue en 1999 de 865.000 millones de dólares. En 1997 en drogas se movieron alrededor 400.000, en bebidas alcohólicas de 105.000 ¡sólo en Europa!, en alimentos para animales domésticos en Europa y USA de 17.000, en perfumes de 12.000, en helados ¡sólo en Europa! de 11.000 MM$. El gasto en agua y saneamiento para todos los seres humanos que lo precisan sería de 9.000 millones de dólares. No es cuestión de falta de recursos sino de prioridades de acuerdo con una concepción de la vida y un sentido de la justicia social, porque ser solidario es hacer cada vez más amplio el mundo del nosotros.

Por eso, al presentar a la opinión pública el Informe, los representantes de la ONU lo calificaron de “información subversiva” que es preciso considerar para poder subvertir un orden social injusto.

José Carlos Gª Fajardo