¿Racismo o ignorancia?
El campeonato mundial de fútbol nos ha mostrado imágenes llenas de humanidad y que motivan una reflexión. En cientos de millones de hogares hemos visto abrazarse, aplaudir, festejar, conmoverse a hombres que defendían los colores de treinta y dos países pero que, entre ellos, había naturales de otros muchos más. Allí estaban jugadores y técnicos de las más diversas nacionalidades, hablando docenas de lenguas, profesando religiones distintas, viviendo bajo regímenes políticos y tradiciones sociales con profundas raíces. Hombres de piel negra, de piel blanca, de piel cobriza y aceitunada, asiáticos en las más variadas gamas del amarillo se saludaban, se enfrentaban en noble lid, cumplían las reglas del juego y aceptaban las sanciones previstas en los reglamentos. Las comunicaciones de la aldea global nos facilitaron esa experiencia enriquecedora de ver a jugadores de diferentes orígenes y que jugaban en los más variados equipos defendiendo los colores de su selección nacional. Al final de cada partido, se abrazaban porque volverían a encontrarse en los partidos de Liga, a uno y a otro lado del césped, sin que el color de la piel, la lengua o las más íntimas convicciones obstaculizasen esa enriquecedora relación inter personal. ¿Dónde estaban, entonces, las actitudes xenófobas o racistas? ¿Dónde la discriminación al aplaudir una buena jugada, al levantar a un compañero caído, o al intercambiarse las camisetas sudadas después de fundirse en un abrazo leal y fraterno? Luego, la conducta racista, las actitudes discriminatorias, la xenofobia no tiene nada que ver con el color de la piel, ni con la nacionalidad, ni con la religión ni con presupuesto ideológico alguno sino con el respeto que produce el poder: económico, cultural, artístico, social o deportivo. Uno tiende a reconocer y a inclinarse, a valorar y a respetar la obra bien hecha, con independencia de criterios discriminatorios. Durante la crisis económica, de los estados dragón del sudeste asiático, hemos visto en las pantallas a hombres y a mujeres que trabajan en la bolsa, en la industria, en los comercios, en el transporte, en la informática y que influyen en la toma de decisiones en los mercados financieros que afectan a las vidas, a la economía y a las relaciones sociales de miles de millones de seres del planeta. ¿Dónde está la discriminación de la mujer en esas actividades en las que la competitividad cede el paso a la competencia y a la excelencia en el trabajo? Vemos cómo las mujeres asumen el protagonismo que les corresponde en la política, en la economía, en las ciencias y en las artes. No es la diferencia de sexo lo que señala la idoneidad para el puesto de trabajo, sino la calidad y la preparación profesional de las personas. En el panorama musical hace mucho tiempo que no existen fronteras. Pero con la entrada de lleno en la revolución tecnológica, informática y digital, a través del éter, se difunden y nos conmueven y transforman los mensajes musicales de los grupos más variados desde cualquier punto de vista: étnico, religioso, o socioeconómico. ¿Dónde está el racismo y la discriminación ante la música, la pintura, la literatura, la danza, la moda y las demás muestras de la belleza hecha expresión artística? No podemos dejar de subrayar que, en el mundo de la investigación científica y de la actividad académica, hace décadas que no existe la menor susceptibilidad ante la talla intelectual, científica o docente de cualquier persona con independencia de su raza, de su sexo, de su religión o de sus convicciones en cualquier campo del saber. Sólo la ignorancia y la debilidad, la inseguridad y la incultura,
pueden No hace mucho se decía que “el racismo se cura viajando”. Ahora, ciudadanos de la aldea global, nosotros mismos nos sabemos camino y en él nos encontramos con personas de características diferentes a las nuestras pero que nos enriquecen y conmueven a poco que caminemos con los brazos abiertos y con el corazón a la escucha. |
José Carlos Gª Fajardo