Solidaridad inteligente

Los medios de comunicación llaman a la solidaridad con Centroamérica. Dicen que “el huracán ha destruido su economía”, que “este año no tendrán Navidades” y que “han vuelto diez años atrás y que tardarán décadas en recuperarse”. Con razón nosotros nos conmovemos, enviamos una ayuda y corremos el peligro de ocultar lo más grave del problema: esos pueblos hace mucho tiempo que no conocen “las Navidades” en el sentido que les damos en los ricos países del Norte. Desde mucho antes del huracán, la “economía” estaba y está en menos del diez por ciento de la población. ¿Por qué no denunciamos las estructuras de injusticia? ¿Vamos a reconstruir las carreteras para que circulen los camiones de las multinacionales? ¿No convendría repartir responsabilidades?

En Honduras existen dos compañías norteamericanas que controlan el 90 % de la producción agrícola, las bananas, que son causa de la espantosa pobreza de la población que ha perdido los campos que les permitían una economía de subsistencia. En Nicaragua ocurre lo mismo con el algodón que fumigan con pesticidas venenosos para la población.

Guatemala es uno de los países del mundo con mayor desigualdad en la distribución del ingreso. El 10 por ciento de la población absorbe el 50 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 50 por ciento inferior apenas obtiene el 10 por ciento. (Este fenómeno indica que los frutos del crecimiento económico son prohibitivos para la inmensa mayoría de la población.)

"América Latina frente a la Desigualdad" es el título del informe anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre el progreso económico y social en la región. Hasta hace poco se creía que cualquier redistribución implicaría gravar un factor productivo, lo cual disminuiría la eficiencia económica. Pero, gracias a las teorías del crecimiento endógeno, los economistas están observando que una desigual distribución del ingreso puede debilitar los ritmos de acumulación de capital físico y humano y afectar la productividad que es un factor decisivo del crecimiento económico.

En la línea de Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998, se afirma que no basta con la igualdad de oportunidades para asegurar igualdad en las capacidades de uso. Además de realizar reformas para mejorar la cobertura y calidad del sistema educativo, el BID recomienda incrementar la productividad del trabajo doméstico "mejorando el acceso a los servicios de agua potable, electricidad y telecomunicaciones" para liberar tiempo que los niños utilizarán para educarse y que las mujeres podrán aprovechar para trabajos más rentables en el sector formal. El estudio de la desigualdad en América Latina tiene gran importancia por razones políticas, pues dicho problema provoca tensiones sociales e indiferencia hacia el sistema democrático. El mismo sistema económico está en peligro porque "cuando sólo unos pocos pueden disfrutar del progreso económico, las tensiones sociales desgarran el tejido social, debilitando el respaldo con que cuentan las políticas que sustentan ese progreso".

Ayudemos a la reconstrucción de esos pueblos con el corazón y con la cabeza. Pero neguémonos a consumir los productos que se anuncian prometiendo un 5 por ciento de la recaudación para “la solidaridad”. Exijamos la honestidad también en la publicidad: no parece justo financiar proyectos integrales mediante el reclamo del apadrinamiento individual. No añadamos escarnio a la injuria utilizando el recurso del dolor ajeno. Neguémonos a colaborar en campañas para recaudar fondos para las víctimas de las guerras, como en Sudán, en Irak o en Afganistán porque no son catástrofes naturales sino el resultado de la codicia de los vendedores de armas y de la ambición de los amos de un modelo de sociedad injusto e inhumano. Acabamos de asistir al monstruoso bombardeo sobre Irak: las grandes potencias ejercen la delincuencia internacional con impunidad y se presentan como salvadores.

Cada misil tomahwak cuesta 160 millones de pesetas. Clinton alardeó de haber arrojado más de 600: unos 100.000 millones de pesetas, sin contar el costo de las flotas y de las bases que suponen esa misma cantidad cada día. ¿A quién beneficia esa masacre?

Como el socialismo real sacrificó la libertad en nombre de la justicia, el capitalismo sacrifica la justicia en nombre de la libertad.

José Carlos Gª Fajardo