Solidaridad sin ira

Es preciso despertar un movimiento en favor de lo más hermoso y noble que reside en el ser humano: su capacidad de justicia, de solidaridad y de entrega. Parodiando a Esquilo, podemos decir que cuando los dioses quieren perder a un pueblo comienzan por volver locos a sus gobernantes o a los que aspiran a serlo. En nuestras manos está el promover toda acción positiva, estimular todo esfuerzo útil, toda conducta noble.

Tarea de los gobernantes, de los legisladores, de los jueces, de los educadores y de los responsables de los organismos que componen un Estado es fomentar el bien, procurar la paz como fruto de la justicia, desarrollar las capacidades de los ciudadanos y promover lo que ayude a un desarrollo equilibrado y equitativo que respete el medio ambiente como un don precioso y limitado. Todo y siempre con la libertad que garantizan las leyes. En este sentido, la condena de la guerra y de la industria y negocio de armamentos será implacable. En ese reto nadie está exento porque el Estado y sus funcionarios son instrumentos al servicio de la sociedad y del bien común.

Todas las instituciones, asociaciones, confesiones religiosas y movimientos humanitarios, así como cada ciudadano estamos obligados a construir una sociedad más justa, más libre y más digna en la que cada uno pueda expresarse para poder alcanzar la plenitud personal que es prenda de la felicidad a lo que todos aspiramos.
El desarrollo tecnológico, que debe servir al desarrollo equilibrado de los pueblos, ha puesto en nuestras manos instrumentos poderosos que amenazan con ahogar los avances de las ciencias y desvincularlas de la sabiduría sin la cual todo progreso acaba por esclavizar a los hombres.

De ahí la responsabilidad de los conformadores de la opinión pública y no sólo de los medios de comunicación, sino de los poderosos intereses que manejan el mercado y se sirven de la propaganda como medios de influir en la voluntad de los ciudadanos.

Las Organizaciones humanitarias que han asumido su responsabilidad al servicio sobre todo de los más débiles, no pueden erigirse en protagonistas de la acción social sino de cooperadores en esta tarea que nos compete a todos sin excepción.

Ni cabe un Estado providencia con pretensiones de regularlo todo ni es imaginable una sociedad utópica que camine al margen de las instituciones públicas. Ni Estados omnipotentes pero tampoco grupos de presión que trastornen el orden social querido por los ciudadanos en el legítimo uso de sus libertades para la consecución de sus anhelos más justos y naturales.

Solidarios para el Desarrollo se alegra al recibir este reconocimiento público de la actividad de sus voluntarios sociales. Pero lo asume como parte de otras muchas Organizaciones humanitarias serias que trabajan por una sociedad más justa que no reconoce fronteras que mantengan el enfrentamiento Norte-Sur con la explotación de unos pueblos empobrecidos por la voracidad de una minoría a la cual nadie le ha otorgado el poder que detentan.

Siempre tendremos presente que la Solidaridad es la respuesta a una desigualdad injusta. Nos mantendremos alerta para protestar y para presentar propuestas alternativas. Siempre prestaremos nuestro apoyo a los esfuerzos de quienes trabajen por un mundo mejor en el que cada ser humano pueda aspirar a una vida digna con los medios que le sean necesarios.

José Carlos Gª Fajardo