Tu ayuda es preciosa
La Asamblea General de la ONU acordó
en 1985 que cada 5 de Diciembre el mundo celebrase el Día Internacional
del Voluntario por un Desarrollo Económico y Social como reconocimiento
a las personas que arañan unas horas de su tiempo para llevar a
los más necesitados de nuestra sociedad ayuda, compañía
y afecto. Como dijo Pérez de Cuéllar "los voluntarios sociales son mensajeros de esperanza que ayudan a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos". No compete al Estado ni a los partidos políticos ni a las diversas confesiones religiosas el ejercicio exclusivo ni principal del desarrollo integral de la persona y de la sociedad. Es el ser humano con su familia y sus amigos, en su entorno con su cultura y sus opciones libres en conciencia quien debe ser el protagonista de su desarrollo integral. Siempre cabrá la cooperación pero nunca la imposición que no respete la libertad, la conciencia, la justicia y el derecho fundamental a buscar la felicidad, pues el ser humano ha nacido para ser feliz. Y la felicidad no puede imponerse de forma alguna. Ser solidario va más allá de la justicia: significa hacer propias las necesidades ajenas. Un voluntario social apuesta por el ejercicio libre, organizado y no remunerado de la solidaridad ciudadana. De ahí que su trabajo es en sí mismo precioso. El espíritu del voluntariado se caracteriza por la gratuidad; por la continuidad ya que no se pueden crear necesidades en aquellas personas que no estemos dispuestos a seguir ayudando; por la preferencia vocacional del voluntario ya que uno hace mejor aquello que le gusta y para lo que está más preparado; por la responsabilidad personal sostenida por su equipo que desarrolla el proyecto de la Organización con la que trabaja,.y por el conocimiento, respeto y valoración de las diferentes personas o pueblos que pueda encontrarse en la realización de su tarea. De ahí, que nada esté más lejos de un auténtico voluntariado social que el intrusismo ya que el voluntario no invade el terreno profesional sino que colabora con los técnicos en tareas que, de otra manera, no podrían llevarse a cabo ya que se trata de un modo de actuar que no se encuentra en el mercado laboral; tampoco es militantismo por digna y respetable que sea la ideología o creencia que lo informa ya sea política, religiosa, cultural o alternativa, aunque es natural que cada uno tenga sus opciones personales pero no tiene derecho a imponerlas en su actividad como voluntario social; lejos queda el diletantismo de los que se acercan por veleidad o por capricho y se sirven de los demás como si fueran objetos de su curiosidad o, lo que es peor, de su experimentación: es preciso un compromiso serio y formal para cumplir funciones y tareas concretas dentro de proyectos previamente programados en común. Tampoco se trata de asistencialismo porque el voluntario quiere desarrollar en las personas y en los grupos capacidades personales que le lleven a la autonomía y no a la dependencia. No se trata de compasión ni de limosna, porque lo que se debe en justicia no se presta en caridad. Finalmente, el voluntariado no es voluntarismo porque sabe asumir sus límites y no confunde la realidad con las buenas intenciones; si algo hay que dejar bien claro es que en la organización del trabajo voluntario hay que diseñar programas realistas y factibles pues de otra forma se fomentan la desilusión y la desesperanza cuando no la pérdida de la confianza en las capacidades de desarrollo humano, económico y social. Los que tienen experiencia de trabajo en Organizaciones humanitarias saben que nada puede compensar el enriquecimiento personal y la íntima satisfacción de esa entrega de un poco de tiempo a la semana al servicio de los demás, con preferencia a los más pobres y marginados. Pero aún hay más: si hay algo más grande que hacer el bien, es ayudar a que lo hagan los demás. Uno no tiene más que dos manos y un corazón pero, cuando colabora en la formación de voluntarios sociales, sabe que su palabra, sus capacidades y sus más amplios anhelos se multiplican por la actividad de los demás sin correr el riesgo de que nos den las gracias. El otro día me emocionó un comentario que escuché al pasar después de una conferencia para animar a universitarios de Valladolid a comprometerse en acciones de solidaridad: "Salimos multiplicados". Fue el mejor pago que pude haber recibido. |
José Carlos Gª Fajardo