¿Quién dijo que todo está perdido?

Hay cuatro clases de pobres: los que no tienen que comer, los que no tienen acceso a la educación, los que no saben que son pobres y los que ni siquiera saben que son hombres, personas, sujetos de derechos y de deberes.
Desde el punto de vista económico una persona o una familia es pobre cuando sus ingresos son inferiores al 50 por ciento de renta disponible de la sociedad en la que vive. Para la UE "se consideran pobres a los individuos, familias y grupos de personas cuyos recursos (materiales, culturales y sociales) son tan escasos que están excluidos de los modos de vida mínimos en el Estado en el que viven".
Según el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000/2001 del BM: uno de cada cinco habitantes del planeta vive con menos de un dólar por día, 1200 millones de personas; seis de cada cien niños no llegan a cumplir un año de vida y ocho no alcanzarán los cinco; nueve niños y 14 niñas de cada cien no reciben educación primaria. El 97% de los dos mil millones que incrementarán la población en los próximos 25 años lo hará en los países empobrecidos del Sur. Como escribe Joaquín Estefanía: “Eso también es economía”.
Cada día se agranda más la diferencia entre los más ricos y los más pobres: 254.000 seres humanos ingresan cada día en el sector de las personas que luchan por la supervivencia. Como si la vida no fuera un don sino el cumplimiento de una condena.
Estos datos corren peligro de banalizarse ante el marasmo de información controlada por los grandes intereses que buscan amortiguar nuestra sensibilidad convirtiendo todo en costumbre. Pero una mentira nunca podrá convertirse en verdad por mucho que se repita, aunque termine por creerse. Ni una proposición necesita ser cierta para que arrastre a las masas.
De ahí la importancia de mantener viva la memoria, sometida a reflexión, para ver nuestro comportamiento como personas. En eso consiste la cultura, del mismo modo que la educación no es la transmisión de conocimientos sino sacar lo mejor de cada ser humano para su realización en un ambiente general de libertad y de participación regidos por la justicia.
Hoy sabemos que nuestra sumisión y el control de nuestros espíritus no serán conquistados por la fuerza, sino a través de la seducción. Nos hacen creer que por nuestro propio bien debemos insertarnos en el sistema sin pedir explicaciones.
Pero en el conflicto entre el poderoso y el desposeído, no intervenir no significa ser neutral, sino ponerse del lado del poderoso.
La legalidad se hace justicia por la voz del pueblo. No podemos aceptar democracia a escala nacional con plutocracia a escala mundial. La disconformidad es una exigencia ética. No la ahoguemos.
Desigualdad
El informe del PNUD confirma cada año la constante acumulación de la riqueza en pocas manos y la globalización de la pobreza, y atribuye la culpa de la desigualdad a aquellos que asignan la clave del progreso al mercado y no al hombre. Vivimos en un mundo de estructuras obsoletas, hechas para acaparar, no para repartir. La realidad nos demuestra que la abundancia de recursos no genera la prosperidad imprescindible para construir un mundo habitable para todos. "Un mundo donde quepan muchos mundos", como dicen los indígenas de Chiapas.
Mientras desde 1900 la población ha pasado de 1.000 a 6.000 millones, la economía se ha multiplicado por veinte. La relación entre los ingresos de la población más rica y la más pobre era, en 1997, de 74 a uno, mientras que, en 1960, era de 30 a uno. Más de 80 países registran una renta per cápita inferior a la de hace una década. 1.200 millones de personas viven con un dólar al día, 300 millones más que en 1987. Las 225 personas más ricas del planeta acumulan una riqueza equivalente a la que tienen 2.500 millones de habitantes más pobres (el 47% de la población mundial). La fortuna de las 200 personas más ricas del mundo es diez veces más que la suma de los ingresos de los 582 millones de habitantes de los 43 países más pobres. Las tres personas más ricas del mundo tienen activos que superan el PIB de los 48 países más pobres (600 millones de habitantes). Sólo 38 estados de los 130 que se comprometieron a fijar objetivos para erradicar la pobreza extrema en la Cumbre de Desarrollo Social de Copenhague en marzo de 1995, lo han hecho.
El 20% más rico de los españoles tiene cuatro veces más que el 20% más pobre. Los países ricos con más desigualdad son: EEUU y Reino Unido. Un caso extremo es Brasil, donde la relación es de 32 a 1. En EEUU las 400 personas más ricas tienen activos de 1 billón de pesetas, tres veces el ingreso anual conjunto de los 30 millones más pobres de EEUU. La riqueza de Bill Gates es igual a la que poseen el 40% menos rico de los hogares en EEUU, 110 millones de personas. Si aplicando todos estos factores, redujésemos la población del mundo a un pueblo de 100 personas, nos encontraríamos con el siguiente retrato humano: 80 no tendrían vivienda adecuada, 70 no sabrían leer, 50 padecerían hambre, 1 tendría educación universitaria y el 50% de la riqueza estaría en manos de 6 personas; esas personas serían estadounidenses.
El Secretario General de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio, Rubens Ricupero, afirma "la economía mundial es más inestable que en ningún otro momento desde la Primera Guerra Mundial... Es prácticamente imposible que los países pobres crezcan a un ritmo suficiente (un 6% anual) para poder resolver sus problemas ancestrales... Las instituciones internacionales deben abrirse a las voces no gubernamentales que componen una sociedad civil saludable."
En 1970, el 80% del movimiento de capitales en el mundo era de orden productivo y sólo el 20 especulativo. Hoy, los porcentajes se han invertido: el 80% del billón de dólares que circulan diariamente por el planeta, no crean trabajo, ni educación, ni progreso.
Hambre
Por primera vez en la historia, la cifra de personas sobrealimentadas en el mundo iguala a la de quienes pasan hambre: 1.200 millones. El mundo padece más una sobreproducción de cultivos que escasez de alimentos, existe un 40% más de cereales disponibles por persona que hace 30 años. Un niño de un país industrializado va a consumir en toda su vida lo que consumen 50 niños en los países pobres. Cada año, el hambre provoca la muerte de más de la mitad de los doce millones de niños que fallecen en los países pobres. A este ritmo, en el año 2020, más de ciento treinta millones de niños padecerán desnutrición. Es la conclusión del Instituto Internacional de Investigación sobre Política Alimentaria (IFPRI) de Washington, en su informe en la Conferencia sobre Seguridad Alimentaria para 2020 celebrada en Bonn.
La explosión demográfica y la injusticia son los principales problemas relacionados con el hambre en los países no industrializados. Si la población mundial aumenta de 6.000 millones en 2000 a 7.500 en 2020, con la explotación irracional de las tierras y el agotamiento de los recursos hídricos, el IFPRI sostiene que millones de niños continuarán hambrientos. Los países asiáticos han tomado la iniciativa para abordar este problema pero, mientras en China se reducirá la desnutrición infantil a la mitad, India continuará con uno de cada tres niños mal nutridos del mundo.
En África Subsahariana los niños desnutridos han aumentado en los últimos años, un tercio de esos niños padecen retrasos en el crecimiento y en su desarrollo intelectual.
El informe señala que el aumento salvaje de la población urbana, el deterioro de los recursos naturales y el estancamiento de las tecnologías caracterizan a los campos africanos que necesitan la transformación estructural desde una agricultura de subsistencia a una agricultura más productiva. Al igual que se requieren mejores servicios sociales, como educación y salud, que no eran necesarios en la concepción de la vida africana en la que la comunidad acogía a todos sus miembros sin excepción y a su bienestar sometía el uso de la tierra, algo alejado de la concepción eurocentrista de la propiedad de la misma.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), "muchos trabajadores de Latinoamérica se encuentran atrapados en un círculo vicioso de inseguridad laboral, económica y social". La crisis económica en algunos países, la recesión en otros, la política del máximo beneficio en todos, ha colocado a los obreros en una situación extrema: reducción de salarios, limitación del derecho a la huelga, de las formas de negociación colectiva y de los procesos de asociación sindical, así como el aumento de contratos basura junto con la falta de indemnización por despido.
Las "políticas de reajuste" del FMI se basan en la drástica reducción de los presupuestos del Estado lo que conduce a la destrucción del tejido social en un continente con 200 millones de pobres. La deuda externa aumenta y con ella la partida presupuestaria dedicada a su pago. Mientras que la evasión de capitales por los dirigentes de esos países es la mayor del mundo. La privatización de las empresas públicas y su venta a grandes multinacionales elimina otra fuente de ingresos. Así ha desaparecido la clase media en Venezuela, se incrementa la desigualdad en Brasil, y aumentan el paro, la inseguridad y la delincuencia.
Aumenta la dependencia de Latinoamérica de las economías más poderosas del planeta, sobre todo de EEUU. Desde el Tratado de Libre Comercio (TLC), entre Canadá, EEUU y México, al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) el plan para controlar sin trabas sus economías avanza como una forma de terrorismo socioeconómico que no parece alarmar a la comunidad internacional.
La Comisión de Derechos Humanos de la ONU aprobó el 21 de abril una resolución histórica sobre el Derecho a la alimentación como uno de los Derechos fundamentales del ser humano: el hambre será considerada como un "ultraje y una violación de la dignidad humana". EEUU votó en contra de esta resolución por “temor a que cualquier individuo pretenda demandarles ante los tribunales para ejercer ese supuesto derecho”. Ya en la Cumbre de Roma contra el Hambre, celebrada en noviembre de 1996, EEUU se opuso a la declaración del derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos, porque dicho objetivo "no podía ser una obligación internacional".
El último informe de la FAO, "Estado de la inseguridad alimenticia mundial", indica que no se podrá alcanzar el objetivo de la Cumbre de Roma de 1996 que pretendía reducir en 400 millones el número de personas desnutridas en el mundo para el año 2015 porque no ha habido progreso en la disminución de la población hambrienta: en los últimos treinta años, el número de hambrientos sólo se ha reducido en un 14%.
Pobreza e inseguridad
Los responsables de la ONU, OCDE, BM y FMI presentaron en Ginebra el documento “Un mundo mejor para todos”, en el que afirman que “la pobreza, en todas sus formas, es el mayor desafío para la comunidad internacional”. En su llamada para reducir la pobreza a la mitad de aquí a 2015, dicen que el mundo será así “más seguro”. Musolini dijo que la policía precede al maestro. Galeano advierte que “en los supermercados nos filman por nuestra seguridad”. Goethe antepuso la seguridad a la justicia.
Kofi Annan recordó que “no basta con el crecimiento económico: hay que invertir en educación y en sanidad” pero impresiona el argumento de la seguridad dirigido a los países ricos que, a pesar de su necesidad de inmigrantes, sienten miedo porque los desconocen y ahí está la Ley Antiterrorista firmada por Bush que atenta contra la Declaración Universal de Derechos. El presidente Chirac, al recibir el Informe del PNUD 2000, afirmó “si no humanizamos la globalización tendremos graves peligros”. Apoyó la integración de todos los países en la economía global porque “bienestar y derechos humanos son indisociables”. La seguridad, como la paz, brotan de la justicia.
Salud y Educación
El 96% de las nuevas infecciones de sida se produce en los países pobres, que no tienen acceso a los medicamentos de los países ricos. Sólo el 10% de los enfermos tiene acceso a ellos. El Informe sobre Desarrollo 1999 del BM reconoce que en África todos los progresos realizados en esperanza de vida desde la Segunda Guerra Mundial están siendo anulados por el sida. La investigación farmacéutica está dirigida a los países ricos: sólo un 0,2% del presupuesto mundial se destina a la neumonía, tuberculosis o enfermedades diarreicas, aunque afecten al 18% de la población. Los países industrializados poseen el 97 % de las patentes. La reducción presupuestaria de los Gobiernos de los países ricos durante la última década ha dejado la investigación en manos privadas. Esto ha generado un encarecimiento en el trasvase de información de los países más ricos al resto. Los pueblos indígenas, por el contrario, han visto como sus conocimientos y sus plantas han sido utilizados por las multinacionales sin el pago de derechos de propiedad intelectual.
El mayor reto en la lucha contra la pobreza afecta a la mujer. Según el PNUD, "esta mayor proporción de mujeres que sufren diversas formas de pobreza, está relacionado con su desigualdad en cuanto al acceso a la educación, a los recursos productivos y al control de bienes, así como a la desigualdad de derechos en el seno de la familia y la sociedad". Incluso cuando los derechos son reconocidos, la falta de acceso a la educación les impide conocer sus derechos y ejercerlos. En África, Asia y Oriente Medio el 50% de la población femenina no sabe leer ni escribir.
Dos de las grandes esperanzas para reducir la desigualdad en el mundo eran Internet y la globalización. Sin embargo, el 20 % más rico de la población mundial acapara el 93,3 % de los accesos a Internet, frente al 20% más pobre, que apenas llega al 0,2%. Las 10 principales empresas de telecomunicaciones controlan el 86% del mercado. En 1992 había un millón de ordenadores en el mundo con acceso a Internet; actualmente se calcula que hay 700 millones. De las personas que tienen acceso a Internet 103 millones son estadounidenses, 64 son europeos, 42 son del Pacífico y Asia, mientras en Latinoamérica hay tan sólo 7,1 millones, en África 2,3 y en Oriente Medio 1,29 millones. Del total de 13 millones de páginas web, casi 8 son estadounidenses; cerca de un 80% están escritas en inglés, a pesar de que sólo el 10% de la población habla ese idioma. Ha surgido una barrera invisible que es como una telaraña a escala mundial, que abarca a los conectados y en forma silenciosa, casi imperceptible, excluye al resto.
Ayuda humanitaria
Naciones Unidas ha denunciado a los países ricos por reducir un 24% la ayuda humanitaria desde 1992, aunque los mercados financieros de Europa y EEUU han crecido un 70% en los últimos tres años. Si hace siete años los 21 países más ricos donaban 63.000 millones de dólares, en 1997 se redujo a 43.000. EEUU ha pasado de destinar el 0,21% a tan solo el 0,09%. Mientras tanto, las grandes corporaciones industriales fomentan la inestabilidad en esos países para seguir aprovechándose de sus materias primas, imprescindibles para mantener el grado de desarrollo de los países enriquecidos del Norte. Les ayudan con entusiasmo los fabricantes de armas que han incrementado sus beneficios de manera escandalosa y que pretenden apoyarse en las ONG como servicio posventa de sus negocios: los pobres ponen los muertos; los ricos, las armas, y las ONG, las tiritas y los lamentos. La asistencia oficial al desarrollo había sumado 56.400 millones de dólares en 1999 y bajó a 53.000 millones en 2000, una reducción de 1,6% en términos reales.
En 1970, la Asamblea General de la ONU fijó la meta de que los países industrializados destinaran a asistencia al desarrollo 0,7% de su PIB, y sólo Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia han alcanzado ese porcentaje. Ninguna otra nación superó el promedio de 0,39% del PIB.
Este año se ha discutido en París sin resultados la propuesta de no condicionar la asistencia para adquirir equipo y maquinaria a que el país beneficiario realice sus compras a la nación que aporta los fondos, lo que permite a los países desarrollados deshacerse de sus excedentes de producción creando una dependencia en los ayudados. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) opina que no se alcanzará el objetivo de reducción de la pobreza porque la asistencia oficial al desarrollo para la agricultura se ha reducido mientras "muchos países con inseguridad alimentaria aumentaron su gasto militar".
En las últimas cumbres del G-7, que reúne a las naciones más poderosas, y del Grupo de los 77, que agrupa a países en desarrollo, se reconoció que el aporte de los integrantes del G-7 fue el año pasado 4,8% menos que en 1999.
Lo más trágico es que en el Informe del PNUD de 1998 ya se establecía que serían necesarios 43.000 millones de dólares al año, durante una década, para erradicar el hambre en el mundo, garantizar la asistencia sanitaria y el acceso a la educación primaria de todas las personas, así como cuidar la calidad de las aguas y promover la salud reproductiva de las mujeres. Esto, junto con su educación y acceso a puestos de trabajo, evitaría la temible explosión demográfica pues, en los países donde las mujeres ejercen ese derecho, se ha disminuido la curva demográfica.
La más terrible amenaza para la vida en el planeta está al alcance de nuestras posibilidades. No llevarla a cabo es un genocidio premeditado pues las condiciones sociales que se mantienen no harán más que activar la bomba social anunciada en la Cumbre de Copenhague por Butros Galli.
Ante esta moderna forma de tiranía globalizada se impone una rebeldía generalizada, el deber de resistencia al tirano es de orden superior a cualquier norma legal establecida pues “las leyes no obligan cuando son injustas”, y padecen los más débiles.
Vivienda digna
Una de las necesidades fundamentales de los habitantes del planeta es acceder a una vivienda digna, pero para un elevado número de personas esto no es más que una quimera. En la UE -una de las zonas más ricas del mundo- hay tres millones de personas que no tienen un techo bajo el que cobijarse y 18 millones viven en infraviviendas o casas prefabricadas con mínimas condiciones de habitabilidad. En todo el mundo, más de 1.000 millones de personas carecen de una vivienda digna. El alto precio del suelo, la especulación, los intereses de los grandes bancos, la precariedad laboral y la competitividad del mercado, relegan a millones de personas a deambular por las calles. Para los 700 millones de pobres que malviven en áreas urbanas, la ciudad es un infierno, nada parecido a la idea que impulsa a muchas personas a abandonar el campo en busca de fortuna. Recientemente, la ONU ha intentado recoger por escrito este derecho con el objetivo de que todos los gobiernos lo incorporasen a sus legislaciones. Sin embargo, EEUU no ha querido reconocer este derecho.

Es posible la esperanza


Conocemos a algunos de los culpables de la pobreza que afecta a 1.200 millones de personas y que mata cada día a decenas de miles de seres humanos en todo el mundo, denuncia Federico Mayor Zaragoza. Aunque no sea reiteración nombrar como responsables a las multinacionales, a los bancos o a la Organización Mundial de Comercio, es fundamental observar las complicidades que se producen en la sociedad civil. Hablemos de los pasivos, los acomodaticios, los resignados, los indiferentes, los que hacen de su pesimismo la excusa para anquilosarse en su egoísmo. Denunciemos a los que toleran la injusticia, la desigualdad y la pobreza como si fuera una enfermedad incurable; a los que afirman que "No se puede hacer nada". Hay personas que no han utilizado nunca su voz, su protesta y su esfuerzo en añadir un solo peldaño en la arquitectura mundial de la solidaridad. El antiguo Director General de la UNESCO ha afirmado que hay que vencer a los "irremedistas" porque "son siempre los que han facilitado la opresión, las injusticias y la barbarie" y desafía a los "intelectuales silenciosos" a que hagan frente a las desigualdades sociales. También el premio Nobel de literatura alemán Günter Grass sostiene que "podemos perder el compromiso por culpa de la indiferencia". Eduardo Galeano afirma que nos paralizamos porque "estamos demasiado acostumbrados a aceptar la injusticia". La transformación comienza en las mentes de los ciudadanos, en creernos nuestra potencialidad. Y de este desafío parte la subversión invisible, callada, cadenciosa, de la sociedad civil.
La sociedad civil es más que una idea, es un movimiento y un despertar de las personas que se sienten interpeladas ante la desigualdad. Se trata de participar en movimientos organizados con objetivos muy diversos: el voluntariado, tanto social como de medio ambiente y cultural; los grupos de mujeres, las organizaciones de promoción de la salud, la educación y el desarrollo, las micro empresas, las cooperativas, los sindicatos, las asociaciones de vecinos, y toda una gama infinita de maneras de agruparse las personas para expresar sus opiniones y participar en acciones concretas que mejoren el bienestar de los pueblos, en lucha por una sociedad más justa y solidaria para todos. Rafael Díaz Salazar, profesor de Sociología de la UCM dice "Sólo puede frenarse el avance de la desigualdad con una contracultura ciudadana alternativa... Sólo una contracultura de la solidaridad internacional podrá activar la presión ciudadana para impulsar políticas de redistribución internacional de la riqueza. La contracultura ciudadana está taponada por el imperio del individualismo”. Señala cuatro objetivos de la sociedad: generar ideales colectivos altruistas, formar el hombre-mundo frente al hombre-patria, adiestrar en la práctica de virtudes públicas e insertar a las personas en asociaciones y movimientos de participación social.
"Dejemos el pesimismo para tiempos mejores", alertaba una pintura en una calle de Montevideo. Sin voluntad, sin compromiso, sin esperanza, no podremos avanzar en esta lucha que se ha intensificado en el siglo veinte: nunca antes como ahora ha habido tantas desigualdades entre los seres humanos. Nadie sobra en este proyecto en el que cada día hay que inventar el futuro.
La pobreza y la marginación no son naturales. Ninguna de las personas de los países ricos podría pasarse sin las materias primas y las aportaciones que los pueblos del Sur tienen que hacer a la fuerza para que los ciudadanos del Norte podamos mantener el nivel de consumo y despilfarro, al que denominamos vida.
Algo no puede ir bien cuando la vida se transforma en espera, muchas veces sin esperanza.
¿Y el placer de crear, de participar, de saberse responsable solidario? El placer infinito de saborear los silencios y de salir al encuentro de quienes tienden sus manos hacia nosotros para escucharlos con atención, porque los encuentros sólo se producen una vez en la vida? La gota de agua que se sabe océano, la persona que se sabe humanidad y, por lo tanto, necesaria, tiene una actitud radicalmente distinta a la de las gentes manipuladas por el consumismo, las prisas y el miedo. Es preocupante el constatar cómo la historia de los pueblos del Sur, sus tradiciones culturales y religiosas enriquecedoras por lo diversas, su realidad vivida y sufrida, no tenga cabida en la actualidad de los medios de comunicación.
Para ello es preciso mantener más de treinta guerras vivas que consuman armas y municiones y que destrocen lo suficiente para así tener que conceder al Sur empréstitos como "fondos de ayuda al desarrollo" para su reconstrucción. Es preciso que más de dos mil millones de personas continúen en el umbral de la pobreza sin acceso a los alimentos necesarios, a los cuidados sanitarios primordiales y a una educación elemental para bastarse a sí mismo. Es preciso contaminar la Tierra y todo el medio ambiente del que formamos parte substantiva... haciendo de muchos pueblos pobres los cementerios de los residuos nucleares de las centrales del Norte. Es preciso que millones de niños menores de 14 años trabajen explotados, que centenares de menores tengan que ser prostituidos. Es preciso sostener nueve personas en uniforme militar por cada uno con bata blanca... o por medio maestro. Es preciso mantener sembrados con las minas de la muerte campos que antes servían para la labranza. Es preciso que cada minuto se gasten dos millones de dólares en armamento y que cada hora se mueran 1.500 niños de hambre o de enfermedades causadas por ésta. ¿Es preciso que cada mes el sistema económico mundial añada 75.000 millones de dólares a la deuda del billón y medio que grava a los pueblos del Sur?
No, no es preciso. Pero, junto al grito de protesta, las adecuadas propuestas para compartir solidariamente la justicia de la causa de los pueblos del Sur y de muchos ciudadanos empobrecidos del Norte. La pobreza y la marginación no son naturales, sino consecuencia de la desigualdad injusta. Frente a este sistema de producción alienante se alza la solidaridad que es radical porque va a las raíces de la injusticia que domina las estructuras imperantes.
El Informe del PNUD afirma que “nunca la humanidad ha dispuesto de tantos recursos para eliminar la pobreza” y da estimación del costo adicional para garantizar servicios sociales básicos en todos los países empobrecidos: Para que todos accedieran a la Enseñanza Básica se necesitarían 9.000 millones de dólares al año, durante una década. Salud reproductiva para todas las mujeres, 12.000 millones. Salud y nutrición básica de todos los seres, 13.000 millones. Para que todas las personas tuvieran agua limpia e instalaciones de saneamiento, 9.000 millones. Suman 40.000 millones de dólares al año que, durante una década, serían unos 400.000 millones de dólares. No asustarse, es lo que cada año los bancos blanquean del narcotráfico y la mitad del gasto mundial en armamento.
Erradicar el hambre y cuidar la salud básica de todos se ha demostrado posible e inaplazable porque la vida sobre el planeta corre peligro. Si no por justicia, al menos por interés se impone la cooperación. Algo va mal cuando se mantienen 34 guerras, EEUU e Inglaterra bombardean poblaciones civiles en Iraq, el mundo libre tolera que Israel extermine al pueblo palestino y asistimos a la terrible masacre en Afganistán.

La pobreza, antesala de la exclusión social

Un estudio de la organización internacional “Cuarto Mundo” confirma que el número de pobres en España aumenta y roza los 10 millones. El índice para medir la pobreza está fijado en la mitad del salario medio de los miembros de la UE, en torno a las 80.000 pesetas mensuales. Se consideran pobres a los que no alcanzan 40.000 pesetas al mes. En Europa, un 17 por ciento de la población vive en esa situación. En España, tres millones de personas perciben ingresos inferiores a 800.000 pesetas al año. Unos cinco millones no llegan a las 500.000, y casi un 1,7 millones no alcanzan las 200.000 pesetas al año. Según el informe de FOESSA de 1995, la mayoría de las personas sin hogar, acogidos en albergues, eran hombres de unos 40 años y alcohólicos. Ahora son mujeres, jóvenes e inmigrantes. 55.000 transeúntes deambulan por las calles sin familia y sin vivienda, mendigando y sobreviviendo en las más duras condiciones de aislamiento y soledad. Casi un 66% de estos transeúntes tiene menos de 25 años. Una de las causas de este crecimiento es la precariedad en el empleo, consecuencia del modelo económico. En 1980, el número de asalariados con contrato temporal era del 5%; subió al 20% en 1987, y al 35% en 1995. Hoy ronda el 40%, y afecta a más de tres millones de trabajadores. Los contratos basura suman medio millón, bajo las denominaciones de contrato de aprendizaje, en prácticas o a tiempo parcial. Cuando son despedidos, no cobran ningún seguro. Además, cobran un 55% menos que los fijos según la última encuesta laboral del Instituto Nacional de Estadística. Como consecuencia de esta situación, se multiplican los problemas de acceso a la vivienda, a la educación, a la salud... hasta sucumbir en la exclusión social donde todo dolor tiene su asiento.
Vivimos enajenados por la falacia de que las cosas no son hasta que las dictan los poderes dominantes. No hay que esperar ley ni permiso alguno para ejercer los derechos fundamentales, como el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de felicidad. Con todos los derechos sociales que de estas premisas se derivan: al trabajo, a la salud, a la cultura, a una vivienda digna, a la libertad de pensamiento y a su expresión por cualquier medio, a la asociación, a la diversidad y, en suma, a la participación en la cosa pública como suma de todos los derechos políticos.
El problema central es el problema del poder. Antes era reconocible; ahora, no, porque el poder efectivo lo tienen las multinacionales que lo han arrebatado a los políticos y que vulneran los derechos fundamentales, no sólo en los países pobres. Human Rigths ha denunciado la vulneración de derechos sociales y laborales en EEUU por corporaciones como General Motors, MacDonalds y General Electric. Como reconoce la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de los 183 convenios internacionales que regulan las relaciones de trabajo en el mundo, EEUU sólo ha firmado 14. Y si antes los oprimidos podían alzarse contra los poderes tiránicos, fueran reyes o militares, castas sacerdotales u oligarquías, hoy se nos han ido de las manos en el difuso pero omnipotente magma de las corporaciones económico financieras. Es posible rebelarse, porque las derrotas, como las victorias, nunca son definitivas. Es necesaria la revolución de la bondad activa que acelere la llegada del hombre y de la mujer nuevos.
El siglo XXI será el siglo de los derechos humanos porque se va a decidir el destino de la humanidad. Y a esta rebelión y conquista todos estamos convocados porque nos van en ellas la vida y la supervivencia. ¿Quién dijo que todo está perdido? El ejercicio de los derechos, así como el de las libertades, es un quehacer que no admite demora. Ante nosotros se alzan todas las posibilidades de libertad, de justicia y de dignidad. Mirar hacia atrás, con ira o con nostalgia, sólo nos convertirá en estatuas de sal que se llevarían las lluvias. Y a éstas las necesitamos para abrevar ganados y para regar los surcos que esperan las nuevas semillas de un amanecer más justo y solidario para todos. No para ser reconocidos como personas, sino por el hecho de serlo por naturaleza.

Rescatar la memoria del olvido

Ante el malestar de un mundo en crisis, es preciso agarrarse a la memoria y hacer espacio a la palabra. Dentro del laberinto de espejos en que se ha convertido nuestra historia hay que tallarlos y convertirlos en cristales para ver lo que podemos ser. “Los espejos son para ver de este lado, los cristales son para atravesarlos y pasar al otro lado”. Y empezar a ser felices queriendo lo que hacemos para superar esta soledad colectiva que hará crisis si nos lo proponemos. Hagamos verdad nuestra memoria para que no haya olvido.

José Carlos Gª Fajardo
Este ensayo fue publicado en Revista Anthropos para un número especial sobre pobreza en marzo de 2002