RETAZOS 066
Campo de arroz
- Maestro, ¿por qué hay aspirantes que vienen un día y otro día, escuchan y preguntan, te hacen regalos y tú no los admites como discípulos? - Sergei, porque están cocidos - respondió el Maestro que estaba arreglando la ribera del río. - No te entiendo, Venerable señor. - Pásame esos cantos rodados mientras te cuento una historia. - ¿Puedo sentarme? - No, trabaja. Pues bien, - prosiguió el fornido Maestro que estaba sentado sobre sus talones dentro del agua -, había un aspirante bastante holgazán y que aspiraba a la paz interior pero que dejaba todo el esfuerzo en manos del Maestro, sin comprender que nadie puede progresar por otro. - Ni existen los atajos. - Eso es. Pensaba que con leer las Escrituras, escuchar al Maestro y asistir a los oficios en el templo ya era suficiente. Un día, descorazonado, se dirigió a su Maestro y le dijo con un velado reproche: - "Todos dicen que eres muy buen Maestro pero yo no avanzo gran cosa..." - Eso puede tener solución, - le respondió -. Busca una tierra fértil y bien regada y planta estos granos de arroz. Cuando broten, vuelve a verme y yo haré el trabajo por ti liberándote de tus ataduras. - ¿Y dio resultado? ¡Qué buen sistema!, - exclamó el inconsciente Sergei. - Pasó mucho tiempo y se sucedieron las estaciones, pero el campo en donde había plantado el arroz no daba brotes. Así que el aspirante regresó ante el Maestro y le dijo casi desesperado: - "¡He hecho todo lo que me dijiste! Escogí una tierra fértil, no le faltó el agua de la lluvia o del riego pero ¡el arroz no brota!" - "La razón - le respondió amable el Maestro - es porque el arroz que te di estaba cocido". |
José Carlos Gª Fajardo
Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de
cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo