RETAZOS 072 Gradina, escoplo y cincel
- Felicitaban a Miguel Ángel por la formidable escultura de Moisés que había salido de sus manos. "Yo no he puesto un dedo en su cuerpo. Si lo hubiera hecho, habría sangrado. Me he limitado a trabajar duro con la gradina y el cincel para liberarlo del embalaje que lo tenía aprisionado", - respondió el artista. Ya ves, Sergei, te empeñas en buscar fuera lo que llevamos dentro. La dicha está dentro de nosotros. - Pero, Maestro, yo la busco y no encuentro la felicidad dentro de mí. - Por eso intentas buscarla en otros sitios, - respondió como sin mirarlo -, y con otras ataduras. Allá tú, si te dejas amaestrar por culpa de tu soledad. - Siempre dices lo mismo, y algunos se quejan de ello. ¿No te cansas? - Mira, Sergei, veo tanta falta de iniciativa, de carácter y de responsabilidad, que continuo hablando para que ellos no me cambien a mi. Pero, por favor, vete a la vaquería a por un cántaro de leche, - le dijo con gran afabilidad. El discípulo, que no era obtuso, sino sólo algo blando e inconstante, obedeció y regresó con el cántaro lleno. - Ahora, dame la mantequilla, - pidió sin vacilar el Maestro. - ¿Pero no te das cuenta, Venerable Señor, que para conseguir la mantequilla hay que batir la leche? - ¿Acaso tú no sabes que para obtener la paz, el sosiego y la dicha interior hay que batir sin desmayo? Es decir, ¿trabajar sin desmayo? - le preguntó sin enojo el Maestro. - Como el escultor que ve la figura dentro del mármol y la va liberando... graduando los golpes. ¡Ten paciencia conmigo, señor! |
José Carlos Gª Fajardo
Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de
cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo