RETAZOS 073 Basta con mirar

Las cosas más naturales y sencillas, cuando la gente no las comprende, las convierten en magias, prácticas extravagantes o misterios turbios y sospechosos. Por eso, el Buda pronunció el más breve sermón del mundo: "Venid y mirad". No les dijo, "analizad, juzgad, condenad, ni siquiera "perdonad". Esa fue la enseñanza de Jesús "¡No juzguéis!", la revelación a Agustín y a Mahoma "Toma y lee", y a tantas personas admirables y ejemplares.
- Maestro, ¿por qué me cuentas hoy esto? ¿Te preocupa algo? -, preguntó Sergei que no dejaba escapar una. 
- ¿A mí? No, Sergei. Pero escucha lo que le ocurrió a un venerable sanyasin en esa India que tanto te atrae.
Sergei se acomodó en su cojín, arregló los pliegues de su túnica y abrió los de su mente, para dejar espacio sólo a su corazón, y al amor que sentía por su Maestro.
- Resulta que un yogui vivía en las afueras del pueblo y las gentes, en sus paseos del atardecer, solían pararse a distancia para contemplarlo. Sólo eso ya irradiaba paz. Cuando pasaron las lluvias, el sanyasin salía al anochecer para leer las Escrituras a la luz de su candil, mientras que encendía otra vela y la colocaba un poco más alejada. Las gentes comenzaron a murmurar: que si convocaba a espíritus, que si hacía magia, que si era para entrar en trance, que si sería para levitar. Tanta fue la conmoción de la población que trascendió a otros poblados vecinos y, al anochecer, las gentes se sentaban a una prudente distancia y casi herían al venerable sanyasin con sus miradas y murmullos.
Un día, se formó una comitiva de notables y se inclinaron profundamente ante el santo varón para pedirle permiso para hablar. Concedido con una amplia sonrisa del yogui, hablaron.
- "Venerable anciano, ¡por el amor de Shiva, de Brama y de Krisna! ¿Por qué lees a la luz de tu candil y colocas una vela a cierta distancia? ¿Para qué sirve? ¿Esperas un milagro, es un rito mágico, veremos algo extraordinario?"
El renunciante rompió a reír y una abuela tuvo que traerle una taza de té especiado para animarlo a hablar. Entonces, les dijo lleno de compasión:
- "El candil me permite leer y coloco esa vela más brillante a distancia para atraer a su luz fascinante a las polillas y a los mosquitos. Eso es todo, amigos.
Sergei, se levantó, se postró y dijo sutilmente al Maestro desde el suelo:
- Ahora comprendo aquello de que "lo importante es invisible para los ojos; no se aprende bien más que con el corazón".
- No lo has pillado, mi querido Sergei, no lo has pillado. ¡Basta con mirar! ¡Ven y mira lo que hay! Deja en paz los temores, los sueños y las imaginaciones.
Y acercó su mano firme para dar un toque afectuoso en la cabeza del discípulo cuya mente corría más que sus pies.

José Carlos Gª Fajardo


Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo