RETAZOS 087 La puerta
- Maestro, - le preguntó Sergei una tarde, mientras reparaban un recodo del río en donde desovaban las carpas -, aunque llevo algún tiempo contigo, no avanzo mucho en el camino de la iluminación. ¿Qué debo hacer? - Si buscas la iluminación tardarás en encontrarla, porque la buscas para tu propio bien. Como el buen Maestro, el despertar llega cuando el discípulo está preparado. Iluminación, ¿para qué? - Yo quiero decir la paz, el sosiego, la serenidad, -argumentaba Sergei. - A lo que tú llamas paz, llamo yo justicia; trabajo que libera a lo que tú llamas sosiego; y a lo que tú llamas serenidad, yo lo llamo rectitud de juicio, paciencia, humor e infinita generosidad. Hasta el olvido de sí mismo en el servicio a los demás. - Pero, Maestro y padre mío, ¿dónde está la puerta de ese Camino? - ¿Oyes el rumor del torrente que salta ente las rocas? - Sí, claro, Maestro. - Pues bien, ahí está la puerta del camino que nos conduce al despertar. Así, caerás en la cuenta de que todo está en nosotros mismos. Y en lo que nos rodea, nos sucede o nos inquieta. - ¿En la pregunta se encuentra la respuesta? - Si está bien formulada, así es. - ¿Y cómo saberlo? - Anda, Sergei, creo que es hora de tomarnos una taza de té bien especiado, a la manera india que tanto te gusta, - le dijo el Maestro sonriendo, y esperanzado porque veía al polluelo debatirse dentro de una cáscara cada vez más fina. |
José Carlos Gª Fajardo
Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de
cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo