RETAZOS 091 El ladrón de vertigos
Con la madurez, había alcanzado una cierta estabilidad y sosiego. Practicaba la meditación y el desprendimiento. Vivía al día, después de haber educado a sus hijos y de haber desempeñado su profesión de médico con éxito hasta que perdió a su esposa. Tenía una casita en el campo con las cosas más indispensables. Cuidaba su jardín y vivía de una pequeña pensión que compartía con los más pobres. Una tarde, al regresar de atender a una anciana enferma, vio a un ladrón que estaba cargando en una carreta los pocos muebles que poseía. Sin dudarlo, le echó una mano y así terminaron antes. El ladrón le preguntó agradecido: - ¿Tú también eres ladrón? ¡Qué bien te mueves! - No, - respondió el anciano -, era el propietario. El ladrón se echó hacia atrás espantado, pero el anciano lo tranquilizó con la más amplia sonrisa: - No te preocupes por nada, hombre. Nací desnudo y me llevarán a la cremación envuelto en un simple sudario. Vete en paz, y recibe mi agradecimiento. - ¿Encima, te burlas de mí?, - preguntó el ladrón. - No, - respondió amable el anciano mientras ponía una mano sobre su hombro -. Cuando llegué, te estuve observando en silencio. Me admiró tu concentración. No existía nada más importante para ti que lo que estabas haciendo. ¡Si me quisieras aceptar como discípulo, compartiríamos lo poco que tenemos! |
José Carlos Gª Fajardo
Este texto pertenece a la serie 'Retazos de Sergei', una colección de
cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo