RETAZOS 027 Obediencia ciega

- En las grandes ciudades parecen tratar a la gente como si fueran discapacitados profundos, - dijo el Maestro mientras ayudaba a limpiar unas carpas que le habían enviado desde la cocina. Un día, cuando el Mulá se puso a trabajar en aquellos grandes almacenes para poder pagar sus deudas del juego, se presentó al trabajo y su jefe le echó una buena bronca "¿Pero qué pasa ahora? ¿Qué he hecho mal?" - preguntó Nasrudín. "¿Y todavía tiene el rostro de preguntármelo?" - respondió furioso el dueño del almacén. "No veo la razón de su enfado, - respondió tranquilo el Mulá -, y, si me lo permite, le diré que eso de alterarse no es nada bueno para la salud. Sobre todo a sus años". "¿Cómo que a mis años ni qué niño muerto? ¿Cómo ha desaparecido de su puesto de trabajo ¡durante tres semanas sin permiso!?" "¿Cómo que sin permiso?" - repuso lleno de razón Nasrudín - "Yo vine a su despacho para pedirle tres semanas de vacaciones para ir a comprar un burro a mi pueblo, que ahora es buena época. Usted no estaba y, entonces vi colgado en su puerta un gran cartel que decía "¡No pregunte! ¡Hágalo usted mismo!! Y claro, ¿qué iba a hacer? Pues obedecí, y ya está. ¿No ve como todo está claro?" Y sin inmutarse, cogió su caja de herramientas y siguió adelante.

José Carlos Gª Fajardo


Este texto pertenece a la serie 'Retazos Luna Azul', colección de cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo