RETAZOS 042 No te fíes de las apariencias
-- Maestro, le dijo Sergei con una amplia sonrisa - hoy estás como unas castañuelas. Da gusto verte. Desde que me he levantado te he visto por el jardín y parecía que saludabas a las flores. - No, liebre curiosa, les cantaba canciones que en mi niñez escuchaba a mi madre durante esta época. Mi madre se llamaba Luz de Otoño. - ¡Ahí va!¿Has tenido buenas noticias? - Sí, Sergei. Los ojos son horizontales y la nariz vertical. - Eso es lo que respondió el patriarca Dogen cuando regresó a Japón después de su peregrinar por China. - Pues eso, Sergei, pues eso. Estamos viviendo. Es Otoño. El té estaba bueno. - Y el zumo de naranjas con ese toque de jengibre. - Y esas galletas de canela que nos envió la viuda de Nanking. ¿No la tendrás desatendida y busca recomendaciones? - No se preocupe Maestro, yo soy como aquel indito de Jalisco, y que recién pasó por aquí en busca de su sombra que diz que la había perdido, y eso que era rubito. Al que llamaba el Jimador, porque tenía añoranzas de cuando participaba en la siega de agaves con los que se fabrica el tequila. Él siempre decía que era un "cumplidor cabal". - Pues sí que andamos buenos hoy, Sergei, con las evocaciones. Esto quiere decir que el güerito ese, el Jimador, no debe andar lejos. - ¿Y cómo es, Maestro, que ese indio rubito vino a parar a China, ¡desde México!? - "Pos, - como te respondería él -, y ¡porque me he dejado llevar por los vientos, no más!" - Pues sí que vamos a salir ganando. El Noble doctor Ting Chang regresa a Shangai y no sé por qué me parece que la Luz que Brilla en el Otoño ha recibido algún mensaje que le ha alegrado el corazón y trata de confundirme con el diablo ese rubio, medio mestizo, medio criollo, medio zambo, medio cuarterón... medio medio. - ¡Para, Sergei, que nadie te va a quitar el puesto! El indito Jimador era un buen estudiante en su país. Cuando terminó sus estudios se vino a hacer un largo viaje por Oriente, es decir, por su Occidente. - ¿Cómo? - Otro día te lo explico. El caso es que tiene que ponerse a estudiar nuestra lengua con sus ricos ideogramas y se estaba tomando un tiempo para seguir unos cursos en Beijing o en Shangai. - ¡No me diga que el indito güero también se larga para Shangai! - ¡Sergei, qué lenguaje! Escucha lo que le sucedió a un joven apuesto, alto, sonriente y muy inteligente que se encontró con un sabio en la ciudad de Shiraz. Éste le preguntó quién era. "Soy el Diablo, Venerable Señor." "¡No es posible! - respondió el hombre santo -. ¡El diablo es feo y malvado, hortera y huele a azufre!" "Ay, amigo mío, ¡has estado escuchando a mis difamadores!" |
José Carlos Gª Fajardo
Este texto pertenece a la serie 'Retazos Luna Azul', colección de
cuentos orientales adaptados a nuestro tiempo